Influyen muchos factores cuando se tiene esta percepción: la gente de verdad es ingrata, acostumbramos a dar mucho más de lo que recibimos, no nos damos cuenta que nos están correspondiendo, queremos recibir más o esperamos continuamente recibir algo.
A veces, no es que las personas sean malagradecidas, sino que nosotros no vemos más allá de nuestras narices y más allá de 5 minutos hacia el futuro; somos desesperados y convenencieros por esperar recompensas de una acción que debería ser completamente filantrópica, y nos convertimos nosotros mismos, en egoístas y desagradecidos con aquellos que nos dieron algo desinteresadamente.
Cuando el regalo está vacío
Si alguna vez han hecho intercambio de regalos seguramente se han encontrado con la situación en que les toca algo de valor muy por debajo de lo que ustedes regalaron; te pasaste un buen rato buscando y pensando en las características de quien te tocó regalarle y por fin encuentras el regalo indicado, al momento de abrir la cajita con el moño rojo y la etiqueta con tu nombre te das cuenta que esta persona no se tomó las mismas dificultades que tú para escoger algo para ti, o peor aún, te toca una carta de felicitación y un chocolate. Esa sensación al ver el regalo no es por el valor monetario de los regalos ni la comparación entre estos -al menos no enteramente- sino porque te das cuenta que tú pusiste más esfuerzo en dar un detalle y no fuiste correspondido de la misma manera. Desilusión.
Algo parecido ocurre en las relaciones que tenemos con los que nos rodean, afortunadamente, a diferencia de que en el intercambio te puedes encontrar con algunas personas que no significan mucho para ti, en las relaciones personales normalmente encontrarás individuos con los que tú mismo escogiste estar por lo que es más difícil salir desilusionado, sin embargo, muchas veces tendremos la impresión de que nuestra amistad no está siendo correspondida como debiera o que no se nos está apreciando como querríamos. A veces sentiremos que estamos dando demasiado, que sacrificamos demasiado por una persona que no tiene el mismo interés sobre nosotros, haremos algo por ella y lo único que recibiremos como agradecimiento será un chocolate y palabras que no llenan. Claro que todo depende -como siempre- del cristal con que se mire.
He aquí algunas razones por las que nos da la impresión de que nuestros amigos, familiares o parejas no nos están regresando la inversión que depositamos en ellos, quizá seamos partícipes de ellas o quizá seamos víctimas, se tratan de estados mentales que se presentan solos o en conjunto, podemos poseer o enfrentarnos a uno o varios, hay más, pero aquí les dejo cuatro con títulos pícaros:
El desagradecido
Quizá la cruda realidad, somos agradecidos sólo cuando nos conviene, cuando podemos obtener algo que nos beneficie. No nos gusta el esfuerzo que es dar a los demás porque nos parece inútil, demasiado desperdicio sobre una inversión que no sabemos si nos va a retornar. Nos caracterizamos por ser extremadamente amables, buenos y detallistas con pocos, pero esto sólo sucede con aquellos a quienes queremos impresionar o aquellos de quienes queremos obtener algo a cambio; sembramos la semilla, que sabemos, nos dará un árbol con jugosos frutos.
El filántropo
Una imagen triste cuando se ve desde afuera, siempre damos, siempre nos sacrificamos por nuestros amigos, somos detallistas con todos y nos llena el ser así. Desde afuera podemos vernos como tontos por siempre dar sin recibir muchas veces, sin embargo, el filántropo tiene la característica de recibir mucho a cambio, aunque no de todos. Es muy desgastante y triste cuando nos damos cuenta que algunos no nos retribuyen o cuando otros suben demasiado alto sus expectativas sobre nosotros; sembramos muchas semillas sin seleccionar, algunas dan frutos, otras no.
El ciego
Somos desconsiderados con los que nos rodean, no nos damos cuenta de la belleza a nuestro alrededor, tenemos tan cerca el cariño de las personas y creemos que siempre estarán presentes que no nos damos cuenta de lo que tenemos. Somos afortunados de recibir las buenas intenciones de nuestros amigos sólo que no logramos ver todo. Creemos que las bendiciones que tenemos son por nosotros y no por alguien más, creemos que deberíamos recibir más; Aventamos piedras a la tierra sin saber que son semillas, y cuando los árboles crecen, tomamos indiscriminadamente de los frutos sin relacionar el proceso.
El insaciable
Somos exigentes, creemos que por una bella acción hacia un amigo nos corresponde el cielo, pensamos que por un sólo sacrificio que hayamos hecho nos convertiremos en mejores amigos, si yo te doy tú me tienes que dar, nos sentimos traicionados cuando no nos corresponden como nosotros queremos, no tenemos paciencia para recibir recompensas. Contamos los detalles recibidos, no podemos dejar de contarlos, mantenemos una bitácora de lo que hacen o dejan de hacer nuestros amigos; Sembramos una semilla, esperamos a que crezca el árbol y el primer fruto nos lo comemos… volvemos a sembrar una semilla.
Cambiando nuestra impresión del agradecimiento
- Nunca esperes recompensas por algo bueno que hayas hecho.
- En caso de que esperes recompensas no te desilusiones si no llegan, sigue adelante.
- No te desgastes sembrando semillas si ya has visto que no dan frutos.
- Antes de pensar que nadie te está correspondiendo, ¡mira a tu alrededor! Haz un análisis objetivo de lo que tienes y recibes diario.
- Las relaciones importantes se forjan con el tiempo y las acciones; es todo un proceso, nada es instantáneo.
- Dales más a aquellos a quienes más quieres y menos a quienes ves poco, un gran corazón también se desgasta y podemos no darnos cuenta.
- ¡Aprende tú mismo a ser agradecido! Esta es una regla de oro
- Recibe lo que te den de manera amable y con una sonrisa sincera.
- Piensa lo que significa para él/ella aquel bonito detalle.
- Reconoce el tiempo que alguien invierte en ti
- Aprende las formas en que cada persona te agradece algo.
- Ten en gran estima las intenciones aunque no siempre den en el clavo.
El punto clave no es si las personas son o no son agradecidas sino las expectativas que nosotros mismos generamos al otorgar un detalle, compartir nuestro tiempo o al decir unas palabras. No somos más que una combinación de desagradecidos, filántropos, ciegos e insaciables que hacen ruido ante la presencia de la realidad.