n las primeras décadas del siglo XX, una muchacha flaca, con dientes demasiado largos y voz cascada, brillaba en los famosos Folies Bergère, Moulin Rouge y Eldorado. Mistinguett no se andaba con remilgos. Aparecía en escena con una pequeña falda corta y dejaba ver muy arriba sus magníficas piernas e incluso más. Daba lo mismo que cantara cualquier canción con notas discordantes, porque como ella misma decía: “es en las piernas donde hay que tener voz”.
Jeanne Bourgeois quería cantar y comenzó muy temprano a conjurar sus ilusiones. Hija de un modesto colchonero, había nacido en Enghien-les-Bains, Val-d'Oise, Île-de-France, en 1875. A los doce años vendía flores en la entrada del Casino de París, mientras entonaba baladas populares y se cuenta que por esos tiempos, creó mediante un anagrama, el nombre artístico Mistinguett con el que sería conocida en el mundo entero.
Muy a pesar de la autoridad materna, severa y empeñada en educarla lejos del ambiente artístico, la joven había decidido que haría cualquier cosa para subir al escenario. Viajaba diariamente a París en tren y comenzó a relacionarse con cantantes, bailarines y actores. A los 18 años consiguió su primer trabajo como telonera en un espectáculo de music hall, donde sus piernas, no su gangosa voz, causaron sensación y le dieron oportunidad para continuar la carrera.
Decían que no tenía un rostro bello y era demasiado delgada para el gusto de la época, pero todos reconocían que Mistinguett con sus larguísimas piernas, su encanto barriobajero sin ser del todo vulgar y la sonrisa irresistible a pesar de los dientes… tenía “algo”. Y ella, no paraba de tomar notas y aprender observando a los artistas principales; estaba segura que algún día, sería primera figura y poco a poco se fue creando el personaje.“Duerme sola, trabaja mucho y dentro de veinte años serás una gran artista” le aconsejaron. “¿Veinte años” –respondió Mistinguett- Nunca tendré tiempo de esperar tanto. ¡Quiero comer pollo antes de tener dentadura postiza!”. Y cumplió. La sensualidad de sus performances la convirtieron no sólo en celebridad y una de las primeras vedettes europeas que triunfó en Estados Unidos, también en la artista femenina mejor pagada del mundo.
Mistinguett, creadora de la famosa frase “El dinero no da la felicidad, pero aplaca los nervios”, hizo honor a sus palabras y fue también una temible mujer de negocios. En 1919 procedió a asegurar en el Lloyds Bank de Londres, su indiscutible capital, las piernas, por tres millones de francos. Y el astuto golpe, le dio fama internacional. Hasta el final de su vida y con ochenta primaveras encima, no tuvo complejos en levantarse la falda y exhibir ante fotógrafos y público, con buenas razones, esas maravillosas extremidades que fueron su gloria, orgullo…y le permitieron cantar por más de cincuenta años.
Notas:
. Mistinguett llegó a ser una de las más populares artistas de su tiempo y la mujer más importante del mundo del espectáculo.
. Tuvo una larga relación amorosa con su partenaire Maurice Chevalier (trece años más joven)
. En 1920 grabó su primera canción “Mon Homme” (My Man) que se convirtió en un clásico del repertorio de numerosos cantantes. En España Sara Montiel lo popularizó con el título “Es mi hombre”.
. La imagen de Mistinguett, con su cabello corto y el cigarrillo; el hábito de cruzar las piernas y poner las manos en las caderas, se convirtieron en símbolo de vanguardia y valentía femenina.
Fuentes:
Mistinguett – T.C. Merril.
Bellas indomables, mujeres con grandes destinos – Roger Colombani
Imágenes: Internet