Revista Medio Ambiente
El verano es una estación especialmente aburrida para los periodistas, los políticos están de vacaciones y no dan la turra, muchas empresas están cerradas y afortunadamente la prima de riesgo ha pasado a un segundo plano, eclipsada por el cambio de imagen de Sara Carbonero o por el topless playero de María Casado.
En estos momentos de asueto estival hay que buscar un filón periodístico del que poder tirar durante varias semanas antes de volver a la rutina otoñal. Un año fueron los perros asesinos a los que a partir de septiembre les bajo la agresividad, en el año 2008 le tocó el turno a las motos acuáticas con las que se accidentaba la mitad de la población aunque la mayoría nunca hubiera visto una ni de lejos (evidentemente al año siguiente ya no se habló más de ellas). Pero si hay un verdadero filón, más veraniego que Georgi Dann y su barbacoa, ese es el tema de las medusas. Esos seres, que como explica el ilustrativo gráfico anterior, han evolucionado durante millones de años con el único propósito de arruinar el día de playa al ser humano, han resultado la tabla de salvación de los periodistas durante los últimos meses de agosto.
Que Mariano está de vacaciones en Ferrol y no habla (aunque eso podría pasar en cualquier otra estación del año), pues sacamos a unas medusas en Alicante, que la Merkel se perdió entre la muchedumbre en la fiesta de la cerveza de Munich y nos arruinó la sección de Internacional, pues sacamos las medusas de Gijón que picaron a una turista alemana, que podría ser la mismísima Ángela, por qué no. El caso es que las medusas dan mucho juego.
Y como suele ocurrir, a medida que la noticia se va haciendo recurrente, el tema va perdiendo interés por lo que la espiral informativa debe ir en aumento y hay que empezar a usar un lenguaje más catastrofista, que es lo que vende más periódicos. Toca hablar de amenaza, de invasión, de medusas gigantes que aterrorizan a los bañistas. Incluso se oferta la profesión de cazador de medusas como una oportunidad laboral.
Lo cierto, es que según apuntan varios investigadores, las actividades humanas son las causantes del incremento del número de medusas en nuestros mares. Las medusas forman parte de la cadena trófica del océano y al igual que ocurre en todos los ecosistemas, cuando se produce la alteración en uno de los eslabones de esa cadena se produce un efecto en cascada que afecta al resto de organismos que la forman. Uno de los factores que han desencadenado el aumento de la población de medusas es la sobrepesca, que ha eliminado a muchos de los animales que se alimentaban de las medusas (por ejemplo las tortugas marinas) o competían por sus mismos recursos, como la mayoría de los peces. Por otra parte, el aumento de la temperatura del agua como consecuencia del calentamiento global está creando un ambiente idóneo para el desarrollo y la proliferación de muchas especies. Resumiendo, que actualmente las medusas tienen alimento abundante, pocos depredadores y competidores y una temperatura óptima para su desarrollo y reproducción.
Desgraciadamente, los métodos que se están usando actualmente para atajar el problema, que consisten en la retirada de millones de individuos son sólo una solución temporal al problema, ya que estos organismos, auténticos estrategas de la r, tienen una elevada tasa de reproducción y como he comentado anteriormente, sus depredadores y competidores son cada vez más escasos.
La única solución posible sería restaurar la cadena trófica eliminando de esta forma las causas que han originado el problema. Para ello el primer paso sería reducir la presión pesquera sobre las especies depredadoras y competidoras y tratar de minimizar las causas del calentamiento global. Asimismo sería necesario invertir más recursos en investigación, porque lo que se está haciendo actualmente es matar moscas a cañonazos y el cañón lo está manejando un niño de 5 años.
También convendría que los periodistas, a la hora de redactar las noticias cuidaran sus fuentes y huyeran expresiones catastrofistas, para ello solo tendrían que hablar con los múltiples investigadores que trabajan sobre este tema en vez de hablar con los bañistas, los barquilleros o los heladeros de las playas, que sólo conocen las consecuencias pero no las causas del problema.