La sociedad clasifica las prácticas y las tendencias sexuales como normales o desviadas, en función de unos criterios culturales que van cambiando con el tiempo. Buena prueba de ello es repasar las costumbres de alcoba de Roma o el Antiguo Egipto, y observar lo perturbadoras e inaceptables que resultan muchas de ellas.
Vivimos en una sociedad en la que el sexo y sus prácticas son un tema tabú, a pesar de que el sexo es una de las facetas fundamentales de nuestra especie: la reproducción. También tiene otro lado, que es precisamente el que muchos miran con desaprobación: un lado que implica experimentación, placer y que refleja nuestra identidad e individualidad, lo que somos en definitiva. Esta actitud prohibitiva y reprobadora de nuestra sociedad impide que podamos comprender nuestra propia esencia; estamos marcados por las “tradiciones” y valores sociales antiguos con respecto al sexo, pero hay veces que convendría precisamente investigar un poco ese pasado para saber de dónde venimos. Es más, seguro que más de uno se escandalizaría si se enterara de ciertas prácticas sexuales que se llevaban a cabo en otros tiempos.
El perturbador Egipto
Los faraones permitían el matrimonio entre hermanos y, en algunos casos, también entre padre e hija, con el fin de preservar la pureza del linaje. El incesto estaba permitido entre monarcas y la circuncisión, práctica adoptada posteriormente por los judíos, tenía un carácter ritual en la ceremonia de iniciación a la adolescencia. Los egipcios tenían una visión del sexo más pragmática que desenfrenada. Tal vez por ello a los violadores, esto es, los que actuaban como animales sin poder contener sus bajas pasiones, les estaba reservada una pena tan drástica como la castración.
Esta misma tradición se llevaría a cabo durante siglos entre las monarquías europeas (los matrimonios se realizaban entre primos), lo que estiró la endogamia a niveles prohibitivos, por ejemplo el rey español: Carlos II de Austria “el hechizado” cuyo sobrenombre venía de su lamentable estado físico y psíquico, pues probablemente los sucesivos matrimonios consanguíneos de la familia real, ocasionaron que el heredero padeciera del síndrome de Klinefelter.
Actualmente, existen varias naciones desarrolladas sin normas que sanciones las relaciones entre dos adultos con un vínculo familiar directo (padres, hijos, hermanos, sobrinos, primos) siempre y cuando la relación sea consensuada entre dos adultos con facultad plena de tomar decisiones, aunque no siempre permitan que contraigan matrimonio. En España , por ejemplo, el incesto no está tipificado como delito, aunque no está permitido el matrimonio civil entre adultos con vínculo familiar hasta el tercer grado colateral: un tío o tía no puede casarse con su sobrino o sobrina.
Las orgías
Un asombrado Herodoto, historiador griego del siglo V, describió con todo detalle una de las orgías celebradas en nombre de la diosa felina Sejmet en la ciudad de Bubastis: “Las barcas, llenas de hombres y mujeres, flotaron cauce abajo por el Nilo: Los hombres tocaban flautas de loto, las mujeres címbalos y panderos, y quien no tenía ningún instrumento acompañaba la música con palmas y danzas. Bebían mucho y tenían relaciones sexuales. Esto era sí mientras estaban en el río; cuando llegaban a una ciudad los peregrinos desembarcaban y las mujeres cantaban, imitando a las de esa ciudad”.
Todas las sociedades, comenzando por los griegos, han hecho de las orgías actividades de placer y de culto. No hace falta quedarse sólo en la cultura occidental, sino que escritos e ilustraciones de la India, Latino América o África recogen también el interés del ser humano por el sexo en grupo. Con tu mismo sexo o con el opuesto, las orgías han sido consideradas como actividad de evasión y exploración tanto introspectiva como retrospectiva. Se cree que había ceremonias religiosas relacionadas con los ritos de la fertilidad que conllevaban la práctica de sexo en grupo.
Todo empezó con los griegos y la celebración de sus fiestas orgiásticas de las Bacantes. Los romanos, más tarde, convirtieron la actividad en algo más morboso y cruel y exclusivista. Pero ni siquiera etapas duras donde la religión reprimía las más ‘bajas pasiones’, las orgías desaparecían. En la Edad Media, el Vaticano era un famoso centro de ocio sexual y Papas como Alejandro VI eran famosos por organizar multitudinarios encuentros sexuales.
Famosos personajes como Casanova o el Marqués de Sade en el siglo XVIII han salido de las sociedades secretas, como las formadas en Inglaterra para organizar prácticas orgiásticas. El sadismo es definido por la ciencia médica como la conducta o comportamiento sexual que consiste en infligir sufrimiento físico o psíquico a otra persona, para experimentar excitación y satisfacción sexual. Sin embargo, pocos saben que el nombre de esta conocida parafilia y trastorno psicosexual deriva del noble y escritor francés Donatien Alphonse François de Sade (1740-1814), másconocido por su título nobiliario de Marqués de Sade, cuya vida estuvo marcada por excesos y supuestas perversiones sexuales y en cuyas novelas, cuentos y obras de teatro, consideradas inmorales y violentas en su época, primaba la idea de un ateísmo militante y el triunfo del erotismo desenfrenado y el vicio sobre la virtud, lo que le valió permanecer gran parte de su vida encerrado en diferentes prisiones y asilos para locos.
La poligamia
En términos de especie, en la historia de los Homo sapiens la principal forma de relación reproductiva ha sido la poligamia, en la cual cada hombre fecundaba a numerosas mujeres. Esto se ha demostrado con diversos trabajos de genetistas.
Apoyada por los textos sagrados de la Antigüedad (en el Antiguo Testamento se demuestra claramente que la mayoría de patriarcas de las tribus del desierto eran polígamos), los hombres podían mantener varias concubinas. El objeto era mantener la sucesión, sobre todo en sociedades patriarcales. Encontramos pasajes y referencias polígamas en Abraham, Jacob, David y Salomón tuvieron varias esposas.
Algunos autores señalan que la poligamia nació de la necesidad. En tiempos ancestrales, morían en guerras o en conquistas de espacios geográficos más hombres que mujeres y éstas quedaban desamparadas. Cuando una mujer e hijos de un mormón fallecido en el largo trayecto de una caravana quedaban sin el padre y cónyuge, ella y sus pequeños pasaban a formar parte de la familia del varón más cercano a su esposo difunto. Muy probablemente una mujer y sus hijos menores no habrían sobrevivido en el ambiente hostil de la conquista del oeste norteamericano.
En la cultura hindú, la poligamia fue practicada desde tiempos ancestrales, aunque históricamente la práctica solo estaba permitida a los miembros de la monarquía o en virtud de la riqueza del cónyuge principal (hombre o mujer). La práctica se observa todavía en tribus por toda la India, con objeto de intentar mantener las propiedades dentro de una misma familia. En la cultura musulmana, por su parte, se puede ver en países con tradiciones árabes estrictas, como Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos, que permiten hasta cuatro esposas siempre y cuando ellas tengan sus propias propiedades y dotes, quedando restringidas a hombres con alto poder económico.
Actualmente, también es representativo el caso de los mormones, que permiten la práctica del matrimonio plural en alguna de las escisiones de la fe y que la fundamentan en las creencias recogidas en el Antiguo Testamento de La Biblia. De acuerdo con el antropólogo israelí Joseph Ginat, el autor de “Familias Polígamas en la Sociedad Contemporánea”, un tercio de la población mundial pertenece a alguna comunidad que lo permite.
Sexo oral
En la sociedad griega parece ser que existieron las conocidas como felatrices, que eran prostitutas especializadas en las felaciones y se distinguían por el color rojo intenso de sus labios. Una práctica aceptada en contraste con el conservadurismo de los romanos, que consideraban el sexo oral como algo impuro.
El sexo oral es un elemento que forma parte de la vida sexual desde la antigüedad. Es en la Ilíada griega, escrita por Homero en el siglo VIII a.C, cuando aparece por primera vez el término, al referirse a las mujeres de Lesbos, famosas por su destreza en la felación. Otra figura trascendental en la normalización del concepto fue la reina Cleopatra (año 69 a.C). De ella se afirmó que fue capaz hacerles sexo oral a cien soldados romanos en una sola noche.
Históricamente, este juego erótico se ha relacionado erróneamente con la felación (al miembro masculino), y no con el cunnilingus (al sexo femenino), debido a inexistencia de una emancipación sexual real de la mujer. En la antigua Roma, el cunnilingus se consideraba una práctica inadecuada pero la felación era común. Incluso en el Kamasutra se describe el sexo oral analizando la felación con gran detalle, pero se menciona brevemente el cunnilingus. No fue hasta el siglo XX, con la revolución sexual, cuando hubo un cambio de conciencia sobre la práctica por igual en hombres y mujeres.
La masturbación
Los mitos más antiguos de la Mesopotamia y Egipto hablan del dios Apsu, que nació del océano primigenio, creándose a sí mismo mediante masturbación, saliva y lágrimas, y de esa forma dio vida a la Vía Láctea. Por eso no es nada raro que las reinas egipcias fueran enterradas hace más de cuatro mil años con todos los objetos que necesitarían en el más allá, principalmente ropa, peines y sus dildos (también llamados consoladores).
Los propios faraones egipcios tenían un ritual bastante peculiar que llevaban a cabo cada año: una ceremonia en honor al dios Atum y que consistía en acercarse a la orilla del río Nilo para masturbarse, con cuidado de que su semen cayese en el agua. El objetivo era representar la propia grandeza de Atum, que se formó de ‘la nada’ y que posteriormente creó a todos los dioses a partir de su propio semen tras una sesión de masturbación.
Aunque sólo el rígido código de los espartanos condenaba la masturbación, el resto de griegos la consideraba un don de los dioses. La masturbación era común en hombres y mujeres, pero es importante destacar que, por más que haya sido un obsequio de los dioses, era considerada una actividad privada y muy personal, aunque como toda regla tenía su excepción. Por ejemplo, el filósofo Diógenes se levantaba la toga y se masturbaba frente al público en el ágora.
La masturbación fue finiquitada en Europa con el inicio del cristianismo, y como dato curioso es que la Biblia no hace mención alguna sobre la masturbación. A pesar de eso, los primeros padres de la iglesia se oponían a esta práctica del mismo modo que a cualquier tipo de sexo no reproductivo. Por ejemplo, Augustine de Hipona, un obispo influyente de los primeros años de la iglesia cristiana, enseñaba que la masturbación y otras formas de relaciones sin penetración eran pecados peores que la fornicación, la violación, el incesto o el adulterio. Sostenía que la masturbación y otras actividades sexuales no reproductivas eran pecados “antinaturales” porque eran anticonceptivos. De esta manera y desde esta fecha, la masturbación fue considerada como un pecado más grave que una violación o el incesto.
En 1716, Baltasar Bekker, un teólogo holandés, utilizó por primera vez ‘onanismo’ para referirse a la masturbación. El término (de inspiración bíblica) no es nada preciso porque lo que hacía Onán, en el génesis, no era masturbación sino coitus interruptus. No obstante, no es una casualidad, en la teología cristiana empezaba a aparecer la idea clave de que tan malo era el adulterio como la masturbación porque ambas surgían de una interpretación egoísta de la sexualidad.
La necrofilia
Por el Papiro de Ebers, además, hay constancia de que la necrofilia no estaba gravemente censurada, como lo ha estado en todas las civilizaciones a lo largo de los siglos. Según este documento durante el reinado de Amenhotep I se descubrió que los embalsamadores cometían estas prácticas, sin que ninguno de ellos fuera castigado por llevar a cabo dicha parafilia. Lo cual no significa que fuera aceptado socialmente: los familiares de las mujeres fallecidas comenzaron a contratar guardias que vigilaran los cuerpos.
Las prohibiciones contra la necrofilia han existido desde que los humanos trataron de codificar el comportamiento social correcto, o mínimo se han creado fuertes tabús en contra de la práctica. Sin embargo, a pesar de ser tabú, la necrofilia ha desempeñado un papel muy importante en la imaginación de la sociedad. Tomemos como ejemplo el caso de Aquiles, quien supuestamente cometió un acto de necrofilia con la reina amazona Pentesilea después de matarla. O Herodes el grande, quien supuestamente preservó el cadáver de su segunda esposa (aunque tenía diez) en miel y tuvo sexo con ella hasta siete años después de su muerte. Algunos intelectuales creen que Carlomagno cometía actos de necrofilia con frecuencia.
Tal vez la prevalencia de estas tendencias necrófilas sea lo que justifica la creación de leyes explicitas en contra de la necrofilia. Quizá la necrofilia sea más común de lo que nos gusta reconocer. Después de todo, la muerte y el sexo siempre han estado relacionados, hasta el idioma francés, la petite mort o “la muerte pequeña” es sinónimo de un orgasmo sexual.
El primer uso moderno del término necrofilia se puede rastrear hasta el psicólogo belga Joseph Guislain, quien acuñó el término en una conferencia en 1850. Lo utilizó para referirse al necrófilo francés François Bertrand, a quien acababan de encarcelar por exhumar y mutilar cadáveres en cementerios parisinos. Pero el termino no se volvió popular hasta que Richard von Krafft-Ebing lo utilizó en Psychopathia Sexualis, una obra innovadora en el campo de la psiquiatría.
El Kama-Sutra
Todos pensamos que el Kama-Sutra hindú es la biblia del sexo, pero nada más lejos, porque a esas alturas los egipcios ya habían practicado todo lo que contiene y más. Nos lo cuenta el Papiro Erótico de Turín, un documento satírico erótico que recoge nada menos que doce escenas sexuales bastante surrealistas, en las que los hombres aparecen representados de forma grotesca y las mujeres en todo su esplendor.
Sin embargo, casi todo el mundo conoce el Kama-Sutra hindú, escrito por el sabio Vatsiaiana en el siglo XV y que se ha convertido en el mayor referente sexual del mundo antiguo, sabiendo adaptarse a los nuevos tiempos. El libro recoge nada menos que 64 posturas a cada cual más exótica en su parte más conocida (que es solo como una quinta parte, otras partes del libro dan trucos para la seducción, fomentar la pasión, potenciar la fertilidad, cómo comportarse según la casta o sobre cómo escoger esposa).
El primer vibrador de la historia
En la época victoriana se vivía un clima en el que la moral, el puritanismo y los valores castos estaban a la orden del día. Matrimonios de conveniencia en los que las mujeres debían fidelidad y servían a su casa, y en un momento en el que sexo y placer no tenían nada que ver. Era tal la represión, que se creía que la masturbación femenina podía volver loca o infértil a la mujer que la practicara. Sin embargo, había otro dato curioso: existía una ‘enfermedad’ propia de las mujeres, conocida como ‘histeria femenina’, en la que las mujeres mostraban síntomas como la irritabilidad, el insomnio o la pérdida de apetito, y que los médicos interpretaban como ‘deseo sexual reprimido’. Para curarlo, les masajeaban los genitales hasta que alcanzaban el orgasmo. Sin embargo, un médico británico, Joseph Mortimer Granville se cansó de estar todo el día aliviando a sus pacientes e inventó el primer vibrador electro-mecánico con forma de pene en 1870. El aparato fue todo un éxito, y capaz de aliviar a las enfermas en menos de 10 minutos.