Revista Cultura y Ocio
Editorial Caballo de Troya, 189 páginas. Premio de Nueva Novela en Argentina 2007. Esta edición: 2009.
En realidad yo entré a la librería de segunda mano Ábaco, en la calle General Álvarez de Castro (Madrid), en busca de un libro de Juan José Saer que había encargado por teléfono, pero al echar un vistazo por los anaqueles acabé por llevarme también (entre otras) esta novela de Aurora Venturini, Las primas, ejemplar nuevo y al reducido premio de 2 euros.
Había leído durante 2009 sobre esta novela en prensa e Internet. Me había llamado la atención la historia que había detrás: el periódico argentino Página 12 convoca en 2007 un premio de Nueva Novela, en el jurado se encuentran escritores como Alan Pauls o Rodrigo Fresán. Entre los más de 600 libros presentados destaca éste de Las primas, que parece escrito por una joven neurótica de gran talento. Cuando el jurado abre la plica se sorprende de que la joven tiene, en ese momento, 85 años. Aurora Venturini es autora de una treintena de libros desconocidos, publicados siempre en editoriales minúsculas (no los presentaba a las editoriales grandes porque no quería que la rechazaran, leeré que dijo en una entrevista); en 1948 llegó a recibir un premio de novela de la mano de Borges; licenciada en Filosofía, llegó a ser amiga de Eva Perón; durante una de las dictaduras militares argentina se exilió a París y aquí se relacionó con Sartre o Camus.
En Las primas, Venturini nos cuenta la historia de una familia bastante disfuncional a través de la voz narrativa de Yuna; ya en la página 12 (segunda de la novela) se nos advierte: “No éramos comunes por no decir que no éramos normales”. Yuna, según nos cuenta, tiene dificultades con el lenguaje, y se expresa a través de un discurso que rompe muchas veces con la lógica de la sintaxis, prescindiendo de puntos y comas (Yuna se agobia y pierde la concentración, volando sus ideas, cuando tiene que hacer uso de esos símbolos sintácticos); sobre todo al principio, en su discurso también aparecen onomatopeyas; y para mejorar su expresión va haciendo uso del diccionario (las palabras que se escapan a su uso cotidiano y que ha aprendido con el diccionario nos serán remarcadas señalando este hecho con la palabra “diccionario” entre paréntesis).
Pero, al igual que pudo hacer William Faulkner con su Benjy en El ruido y la furia, dando la palabra a un idiota, todo es un truco, al servicio de crear una potente voz narrativa, que supone toda una original visión del mundo. A través de su discurso entrecortado, Yuna consigue transmitir una visión bastante poética de la realidad que le rodea.
La familia de Yuna se encuentra plagada de desgracias: un padre huido y desdibujado; una madre maestra que se jubilará para irse diluyendo en la tristeza; una hermana paralítica, que no controla esfínteres, y es retrasada; una tía loca; una prima enana y retorcida, que acabará ejerciendo la prostitución; otra prima retrasada que quedará embarazada de un vecino; un profesor de dibujo pervertido… y Yuna, aparentemente normal, pero que sabe que es mejor que no abra la boca para que los demás no se percaten de su retraso.
Yuna posee un don: sabe pintar alegorías de sus sentimientos, cuadros que pronto empiezan a llamar la atención en exposiciones, en revistas de pintura y le reportarán bastante dinero. Este es también uno de los temas del libro: el deseo de mejorar y escapar de una condición social a través del arte.
El estilo, como ya dije, es poético, retorcido en la sintaxis, irónico ante una realidad grotesca. Se narra un aborto ilegal en una mísera clínica, y la muerte de tres de los familiares, con un peculiar tono de broma. Casi todo resulta extravagantemente negro en esta tragicomedia grotesca, donde no faltan los asesinatos brutales, donde la trama se centra en las mujeres de esta familia disfuncional y los hombres representan una amenaza, donde la reacción más frecuente de Yuma, eludiendo las palabras, es la del vómito (literal).
La historia está ambientada en la ciudad de La Plata (capital de la provincia de Buenos Aires), ciudad de Aurora Venturini, en los años 40 del siglo XX.
La novela es original, y aunque a veces he sentido al leerla una aprensión triste ante sus sucesos exagerados y duros, la fuerza del estilo era tal poderosa que arrastraba al lector de un capítulo a otro, incrédulo ante la palabra escrita, tan disfuncional y poética. Como el verano pasado estuve en La Plata, aunque no visité el parque Saavedra del que habla Yuna, voy a dejar a continuación unas fotos de la ciudad:
publicado el 12 febrero a las 06:16
La foto donde aparece un edificio de departamentos con ventanas cerradas, en un barrio que parece fantasmal y esos árboles sin mutilaciones por podas, supongo que debe ser de La Plata. Me impacta esta foto. Me retrotrae a mi barrio, mi infancia.