Revista Cultura y Ocio

Las primeras misiones de un joven traductor

Publicado el 05 noviembre 2013 por Ismaelpardo @ismael_pardo
En verano, un estudiante de Traducción e Interpretación como yo puede hacer muchísimas cosas. De hecho, hace ya tiempo escribí acerca de los planes que se me ocurrían para hacer durante los meses estivales. Sin embargo, no incluí el plan que más me ha ayudado a madurar en esta profesión y que más tiempo me ha ocupado el último verano en el que seré estudiante: trabajar. Tuve la oportunidad de enfrentarme a dos proyectos, que, aunque pequeños, me ayudaron mucho a descubrir más el mundo profesional de la traducción.
Estos proyectos, que consistieron en una ampliación de un catálogo de pequeños electrodomésticos y otra ampliación de un videojuego para teléfonos inteligentes, significaron un cambio de mentalidad en lo que a la traducción se refiere. Las traducciones que había hecho anteriormente habían sido para clase, por lo que no estaba acostumbrado a ese nivel profesional que se exigía en estos proyectos.
Sin embargo, gracias a los consejos que me dieron mis dos «madrinas» profesionales (que también lo han sido en muchísimos otros sentidos) pude salir del paso satisfactoriamente —o esa fue mi sensación—. Otros problemas los fui solucionando yo solo, en la medida de lo posible, conforme iba avanzando con cada uno de los proyectos.
Gestión, gestión y más gestión
Si bien traducir no me había pillado muy desprevenido —hay que tener en cuenta que hacía ya casi dos años que había empezado a traducir para la universidad—, hay otros rasgos relacionados con el hecho de traducir que no había tenido en cuenta, como la gestión del tiempo o la del proyecto en sí.
Supongo que fue gracias a la manía que tengo desde hace tiempo de escribir cosas en listas e ir tachándolas conforme las voy completando, pero lo primero que hice desde el momento en el que recibí ambos proyectos fue planificar cómo haría el proyecto, ponerme metas, ponerme fechas para las diferentes partes del proyecto (documentación —de la que hablaré más adelante—, traducción, revisión...), etc.
Dato aquí, dato allá: documéntate, documéntate
Cuando me dijeron que tenía que traducir un catálogo de electrodomésticos, me esperaba un texto que contuviera descripciones sencillas de máquinas que todo el mundo conoce o que tenía en casa. ¡Nada más lejos de la realidad! En este catálogo había de todo: desde parrillas de contacto hasta robots de cocina, pasando por las licuadoras, las tostadoras y las cocteleras.
Ante estos casos, en los que nos enfrentamos a textos del que no somos expertos, como se suele decir en estos casos, «la documentación es tu amiga». Me atrevería a decir que fue verdad, ya que la documentación fue la parte que más tiempo requirió antes y durante la traducción, así que hicimos migas.

Sacarse un máster en herramientas de traducción asistida en un mes
Aunque hacía tiempo que traducía con herramientas de traducción asistida, Trados y yo no nos conocimos hasta que acepté el primer encargo. Hasta la fecha, había usado otras herramientas de código abierto, como OmegaT, y la verdad es que, al principio, traducir con Trados me pareció algo bastante difícil. Supongo que serían los nervios de verme solo ante el peligro.
Sin embargo, conforme iba traduciendo e iba explorando la herramienta y aprendiendo sus funciones, pude notar cómo podía tener más independencia en cuanto a dudas se refiere. Notaba más profesionalidad en cuanto al uso de TAO se refiere, y la verdad es que este fue un punto bastante a favor.
El cliente siempre tiene la razón
Cuando entregué mi primera versión de la traducción, una de mis «madrinas» me la devolvió por no haber tenido en cuenta una de las peticiones del cliente: que ningún segmento superara los 250 caracteres. En realidad, fue más un error de comunicación y de inexperiencia que de otra cosa, porque yo lo que estaba teniendo en cuenta que no superara los 250 caracteres eran las strings de Trados, y lo que no tenía que superar ese número de caracteres era la definición del producto.
Otra regla, que en el proyecto del videojuego sí que tuve en cuenta, fue el uso de la terminología propia de la saga y del tipo de producto que tenía que traducir. Aquí se me viene otra frase a la cabeza, y es que el cliente siempre lleva la razón. Nosotros tenemos que entregar un producto que esté a su gusto y que cumpla sus estándares.
La revisión de las «madrinas» Evidentemente, tras el proceso de traducción, vino el de revisión de parte de las archiconocidas «madrinas» que he estado mencionando durante toda mi historia. Hay una cosa que me ayudó mucho una vez terminó la revisión, proceso que seguí con muchas ganas porque quiero saber en qué he fallado para mejorar: aceptar los errores. Evidentemente, todavía no he conseguido la soltura con la que podrían traducir ellas y por eso hay que tomar los comentarios como críticas constructivas y no destructivas.
¿Recordáis lo que decía Sócrates? «Solo sé que no sé nada» debe ser nuestro mantra, y no solo cuando estamos empezando. Si no sentimos que nos falta conocimiento, jamás podremos mejorar.
***
Estos dos proyectos me enseñaron muchísimo, la verdad. Como dije al principio del artículo, me enseñó ver la parte profesional del trabajo de la profesión en primera persona, pero también me enseñó que este trabajo me gusta y mucho. Y por eso tengo que agradecerle mucho a mis «madrinas» que confiaran en mí para que colaborara con ellas.

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