Ayer tuvimos la revisión de los dos meses de Bichito. Además de su revisión general, le administraron sus primeras vacunas.
Por otro lado, hacía un mes que no le pesábamos y teníamos ganas de saber si seguía estando en un percentil tan alto.
Primero pasamos a la consulta con una enfermera muy amable y cariñosa.
Desvestimos a Bichito y, después de elogiar sus “menudos dos meses”, le quitó el pañal para comprobar que todo estuviese correcto en sus bajos.
Retiró hacia atrás el prepucio de mi niño diciendo, “uy, está muy adherido”, cuando yo enseguida salté para evitar que se le fuera la mano y le pegase un tirón (conozco algún caso que lo han hecho sin haberlo consultado previamente con los padres).
Ella dijo que estuviese tranquila, que aún era muy pronto para hacerle nada.
Pasamos a Bichito a la báscula donde casi ni cabía, y ahí estaban marcados sus 7,040kg. Entendí muchas cosas, entre ellas, el dolor de espalda que me empieza a acompañar de forma constante.
Lo midió y mis sospechas se confirmaron. 62 cm. Llevo un par de semanas poniéndole ropa de 3 meses a Bichito, incluso de según qué marca, la talla 3 meses le queda pequeña. Mi dulce morlaquito. ¡Me lo como!
Seguidamente nos informó de que el calendario de vacunaciones había cambiado. En lugar de ponerle dos vacunas, solo le pondrían una, pues la de la meningitis C había cambiado su fabricación y solo se pondría a los 4 meses.
No se si sabéis que este año volvía a entrar en el calendario de vacunas financiadas, la del neumococo. En todas partes menos en Cataluña, porque aún no está ni nadie sabe cuando estará.
El caso es que queríamos ponérsela a los 4 meses (pagándola, claro está) y con este cambio de vacunas, ¡Bichito se llevará 3 pinchazos! Tenemos que pensarlo y valorar si se la ponemos a los 6 meses.
Cuando terminó de explicarnos todo esto, vino la pediatra para revisar también a Bichito. Dijo que estaba todo bien, aunque le escuchaba moquitos, no estaban en el pecho, así que no era importante.
Por otro lado, dijo que había un ligero aplanamiento de su cabeza por un lado (casi imperceptible). Que no nos preocupásemos, pero que intentásemos que pusiera la cabeza hacia el otro lado. Es más, Bichito cuando duerme en su mini cuna o en la cama, va cambiando la postura de la cabeza, por lo que este aplanamiento solo se nos ocurre que sea por dormir encima de su padre, donde sí pone la cabeza siempre hacia el mismo lado.
La pediatra nos dio una receta para que comprásemos paracetamol, ya que la vacuna podía darle fiebre a Bichito. Se despidió de nosotros con una sonrisa y nos volvió a dejar a solas con la enfermera para la vacuna.
Yo había leído mucho sobre la tetanalgesia, y estaba muy preocupada por el hecho de que Bichito sufriera. Tanto, que la noche anterior no dormí nada. Le pregunté a la enfermera si podía darle el pecho mientras le pinchaba y así lo hice.
Mi niño, todo inocentón, se enganchó a la teta y me lo quedé mirando a los ojos. Pobrecito mío. Ver su expresión de calma, cambiar por terror absoluto, me partió el corazón.
Soltó la teta y se puso a berrear rojo, rojo como un tomate y después morado. Me puse de pie y volví a ponerle la teta en la boca. La primera vez la rechazó en plan “a mí no me engañas, cabrona”, pero la segunda vez no se pudo resistir y en cuanto se enganchó, se calmó totalmente.
Pensé que me echaría a llorar, pero no. Fui fuerte por mi niño y porque él necesitaba que su mami estuviese ahí. Y así lo hice.
Volvimos a vestirle entre mimos y carantoñas, lo puse de nuevo en el fular y volvimos a casa mientras él iba echando un sueñecito. Al final, nuestra primera experiencia con las vacunas no fue tan horrible como esperaba.
Y vosotras, ¿cómo lo pasasteis con las primeras vacunas de vuestros hijos? ¿hay alguien en la sala que sea antivacunas?