Anoche tuve un sueño que me hizo volver a mi más tierna infancia y recordé todas “mis primeras veces” las buenas y las malas, los primeros amores (también las primeras “putadas”) pero sobretodo recordé esa sensación de inocencia y la intensidad de la primera vez, que marcará un antes y un después en todo lo que vivas.
Si ayer hablaba de lo idiotas que somos por no demostrar lo que sentimos cuando somos adultos, voy recrearme en “la edad de la inocencia” donde creíamos que todo era posible, que ese novio del párvulos o del instituto era el amor de tu vida, que cuando “fueses grande” te casarías con Bon Jovi (o con el artista de moda en su momento) que tendrías 4 hijos guapísimos y dignos de un catálogo de El Corte Inglés, que tendrías una vida de ensueño y ese chico que tanto te gustaba sería “para toda la vida”.
Tú pensabas que nadie te entendía y menos aún tus padres….¡Que no se enteraban de nada! (No que va… estaban de vuelta de todo como lo estoy yo con mis hijas) que todo lo ocurría a tu alrededor era algo que sólo te pasaba a ti (si…a ti y a todos tus compañeros) y que nadie podía imaginar lo que sentías.
No sentías vergüenza (igual un poco sí) ni pudor. Tenías ansias de probarlo y de sentirlo todo… Y eras tú misma, sin máscaras, sin engaños y sin el aguijón que deja en tu vida la experiencia (que hace que ahora lo estropees todo antes de que suceda).
Recuerdo mi adolescencia, cuando comencé a aventurarme en el amor y todo lo eso que incluía (o lo que confundíamos con eso) y esa mezcla entre “que no se entere nadie” y “tengo que decírselo a mi mejor amiga” ¡La de secretos amorosos que hemos guardado y compartido! La de dudas que tenías y que no podías contar ¡Porque tu madre te hubiera matado! (o castigado hasta la mayoría de edad…”mientras vivas en mi techo harás lo que yo diga”)
Desde el inicio y sin lugar a dudas, cualquier chico que quiso acercarse me generaba miedo (mi madre pintaba a los hombres como si fuesen “el hombre del saco”, claro que mi madre me lo decía por mi bien…jajajaja) Y ya no digo las primeras veces de cualquier cosa que hicimos en nuestro “despertar sexual” dónde te creías cualquier mito y que de ser cierto lo que decían sobre determinadas prácticas (ejem)… ¡Todos los hombres del mundo estarían ciegos y vendiendo cupones de la ONCE!
El primer beso que nos dieron o que dimos (todavía me acuerdo de ese chico) cuando pensabas que eso eran sólo besos de película y tú los transformabas en besos de despedida en un portal, en besos a escondidas…
Esas “primeras veces” son para toda la vida. Aunque nos empeñemos en hacer “normal” y vulgar ese tipo de cosas, yendo de “progres” con la juventud de hoy en día, porque tanta información al final “desinforma”, porque tanta naturalidad convierte en “banal” algo que debe ser tratado como “importante” pues es un hito en tu vida (o no importante…pero tampoco mediocre y carente de valor) y que debe marcar la diferencia.
Y recuerdo la “presión” del género masculino… Se suponía que debías estar a la altura de las circunstancias si no querías quedarte con la fama de “estrecha” … ¡No me jodas! ¡En todo caso eran ellos los estrechos de miras! Y lo peor de todo… Si no lo hacías se burlaban y si lo hacías lo contaban ¿Os suena la historia? Porque lo de “comer una y contar veinte” es todo un clásico de la especie masculina.
Pero no todo era malo respecto a los chicos, todavía se permitían el lujo de ser románticos .Las cartas, los mensajes y las llamadas telefónicas del novio de turno que aún sin haber tarifa plana duraban horas y horas (el teléfono en el salón y oyendo toda la familia) con el típico rollo de : “Cuelga tú” / “No, no, cuelga tú primero”
Las manos… ya se nos olvidó cuando pasábamos la tarde cogidos de la mano y las caricias eran inocentes(o eso parecían). Hoy queremos tocarlo todo y si puede ser en 10 minutos y sin emociones ¿Para que esperar una semana y emocionarse?
Igual que con las palabras, decir “lo siento” no era ningún trauma, decir “te quiero” o “me gustas” y ver como el otro o la otra se sonrojaba… La primera vez que te lo dicen (sí….¡te lo están diciendo a ti Rubita!) y que se te caiga la cara de vergüenza porque te parece indecente y todo… (Ha dicho que me quiere, ¿Ha dicho que me quiere? ufff) y colocarte en la cara una sonrisa.
Y las citas, los bailes, las risas, las promesas, rayar un “casette” de tanto escuchar la canción que él te dedica… ¡Aquello era amor de campeonato y lo demás era pura tontería! Y creerte la persona más afortunada del Planeta Tierra tan sólo porque ese chico te quería ¿ Y sabéis lo mejor? Lo demostraba.
Y claro, después de haber vivido el amor en la inocencia, yo echo de menos sentir las cosas de una manera parecida, porque con a nuestra edad, si alguien te dice que te quiere ¡Te descojonas en su cara! Si alguien te trata como lo hacía un novio adolescente (te llama, te escribe, te mima…) ¿A qué no te lo crees? Desconfías ¿verdad? Pues claro, como te lo vas a creer… Cuando me dicen alguna cosa bonita siempre pienso: me lo dices a mí ¿Y a cuántas más?
La culpa la tiene la inocencia perdida, es una pena no sentir con la pureza y la ignorancia de las primeras veces donde todo es posible y no existe la mentira. Y de niños queremos ser adultos, pero para estas cosas quisiera ser niña otra vez y volver a sentir el amor como la primera vez.