Camino con pies ligeros, expediente en mano y vacaciones en la cabeza. Llego tarde, llego tarde. Confundí la hora del señalamiento en la puñetera providencia. Sólo quedan diez días para coger de vacaciones, no cuento festivos, no me da la gana. Llego tarde, ¡joder! Menos mal que siempre toca esperar. Tengo que comprar un flotador a Carlos ¿o mejor manguitos?... Suena el teléfono. Lucía, la procuradora
-¿Dónde estás?
-Llegando. Di que se me estropeó el coche.
-No tienes.
- Da igual, ya voy.
Guardo el móvil. No veo el cachorro de bóxer que aparece tras la esquina. El tropezón es inevitable. Según voy cayendo veo mis papeles dirigirse al cielo, como a cámara lenta. Suena un crack. Dolor intenso. Intentan levantarme. No puedo. Grito. El perro muerde los folios.
Castigada, sin juicio ni vacaciones, veintiún días en reposo. Sin posibilidad de recurso. Nuevo señalamiento, 3 de septiembre a las doce.
PD. Esto sólo es un cuento. De momento estoy estupendamente (y espero seguir así mucho rato). Besos y gracias por vuestro interés.
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