El tomar posición en contra de las prohibiciones cuyo fundamento se encuentra en consideraciones asociadas a convicciones religiosas o morales se ha puesto de moda, y así hoy lo políticamente correcto es defender el matrimonio homosexual, el derecho al aborto o el consumo de drogas, y es levantado como bandera de lucha por sectores que pretenden representar la vanguardia del pensamiento social y político.
Así se acuñan frases y slogans orientados a señalar que las convicciones morales son un asunto personal, y que no pueden ser impuestas al conjunto de la sociedad, lo que aparentemente resula ser un razonamiento correcto, y que valida como ley universal el “si no te gusta, no lo hagas”.
Sin embargo tal planteamiento invalida de un plumazo toda consideración filosófica como fundamento del orden social, tal vez una nadería para los adalides de la libertad del individuo y del progresismo.
Pues bien, sigamos tal razonamiento, pero como se ha popularizado en las redes sociales, sin llorar:
Si no le gusta el matrimonio gay, no se case con gays.
Si no le gusta el aborto, no aborte.
Si no le gustan las drogas, no las use.
Si no le gusta el sexo, no lo practique.
Si no le gusta el porno, no lo mire.
Si no le gusta el alcohol, no beba.
Si no le gusta que le quiten sus derechos, sencillo, no se los quite a los demás.
Cuán fácil resulta decir a otro: No me impongas tus convicciones, porque yo no las comparto… pero qué difícil resulta también no imponer nuestras convicciones a otros:
¿Sigamos?
- Si no le gustan las corridas de toros, los encierros o los rodeos, pues no asista a ellos.
- Si no le gusta que se maten animales para comer su carne, pues no coma carne.
- Si no le gusta que se maten animales para usar su piel como materia prima para la vestimenta, pues no vista con pieles de animales.
- Si no le gusta que instituciones educacionales le reporten beneficios económicos a sus propietarios, no inscriba a sus hijos en ellas.
- Si no le gusta que instituciones educacionales enseñen credos religiosos, no inscriba a sus hijos en ellas.
- Si no le gustan los atuendos prescritos por la religión, no los use.
- Si no le gustan los desfiles militares, no asista a ellos.
- Si no le gusta el humo de cigarro en lugares cerrados, no asista a locales destinados a fumadores.
- Si no le gusta que se celebren con algunas costumbres tradicionales de cualquier orígen ciertas festividades mundiales o locales, no las celebre.
- Si no le gusta que le impongan convicciones que no son las suyas, no intente imponer las suyas a otros.
- Si no le gusta que le quiten sus derechos, sencillo, no se los quite a los demás
… y luego sentémonos juntos a ver cómo se derrumba el edificio del orden social, cuyo fundamento último se encuentra en convenciones y convicciones que sólo se sustentan construcciones teóricas que deslindan, con el recurso a la filosofía, o a la religión que es una forma de la filosofía, lo bueno de lo malo.