Revista Comunicación

Las reglas de la fantasía 1° parte

Publicado el 29 abril 2019 por Edvalroj

Como artistas, nos escandalizamos cuando escuchamos que alguien intenta imponernos restricciones y condiciones al momento de escribir, pero la verdad es que nosotros mismos nos hemos encargado de tirar por la borda el concepto de libertad creativa bajo pretextos que en ocasiones son inverosímiles.

Las reglas de la fantasía 1° parte

Por cierto, yo sí estoy violando la regla del blog, pues dejé claro que una semana se publica artículo sobre representación y en la otra sobre escritura, pero si recuerdan muy bien la anterior entrada fue sobre
Gusano Gris y Missandei , los dos personajes negros de la serie Juego de Tronos. En fin, esta serie es especial por lo que haré el de la vista gorda.
Empecemos.
Hace un par de días, y para confirmar la idea de que se han impuesto reglas sociales a la fantasía, decidí compartir un tuit que decía algo así (borré el tuit y no recuerdo con exactitud palabra por palabra. Al final explico por qué lo borré):

Yo: George Martín podría haber incluido una casa compuesta de solo personas de piel negra. Fan: es imposible, no sería históricamente correcto. Yo: Poniente no existe, es fantasía. Fan: pero... Yo: es FANTASÍA

Era un tuit retador y esperaba leer los argumentos que se esconden detrás de este aspecto. Muchos entendieron el mensaje, otros lo hicieron pero fueron agresivos y algunos se molestaron. Aunque me siento mal por lo que hice, mis disculpas no pueden centrarse en mis sentimientos sino en los de todas las personas a las que lastimé directa e indirectamente y creo que hacer una declaración pública es lo más adecuado. Por eso redacté
El objetivo era analizar hasta qué punto la comunidad toleraba y comprendía el hecho de que si un escritor desea incluir perros que hablan en sus obras puede hacerlo (obviamente, manteniendo la coherencia interna de la historia), pero ese mismo escritor no puede mostrar personajes negros en cargos nobles porque está fuera de toda regla o posibilidad (y de toda coherencia interna o narrativa).
Como mis mayores contactos son europeos, estos fueron los primeros en reaccionar. Hubo likes, retuits y comentarios de toda índole pero hasta cierto punto tolerable.
A partir de este momento explicaré lo que sucedió, no como excusa o justificación, sino que lo hago para poner en contexto.
No fue hasta que un joven latinoamericano con un sinnúmero de seguidores (no puedo o no recuerdo su país, seguramente venezolano) retuiteó mi mensaje con un comentario burlón, que media Venezuela se me vino encima. La mayoría, a diferencia de los españoles, no argumentaban, solo se compartían entre ellos y lanzaban comentarios racistas como "negro de mie!"#", "es que los negros son delincuentes", "los negros son esclavos", "eres una ladilla", "deja de victimizarse" y muchos más de ese horrible tono. Cuento con los dedos los que al menos buscaron la vieja excusa de la coherencia histórica y con los que podría iniciar algún tipo de debate.
Aunque una gran amiga me aconsejó que los bloqueara y otra que no les pusiera atención, creí que podría con ellos, pues desde que escribo sobre temas raciales es una tradición que se aparezcan en mis artículos o tuits. Nada nuevo ni incontrolable. Eso creí.
Los primeros en atacar fueron contenidos cuando hice bromas políticas sobre Maduro y Guaidó, pero poco a poco aparecieron más y más. Hasta ese momento me entretenía un poco y lo tomaba en juego. No fue hasta que alguien me llamó xenófobo que me fui en picada.
Pensé "¿cómo es posible que no observen los ataques racistas hacia mí pero se quejen porque hablo de su país? No se centren en mí, señalénlos a ellos también. Díganles algo a ellos también"
Era verdad, estaba siendo xenófobo y ruin pero no lo quería aceptar.
Como era de esperarse, más y más venezolanos aparecieron en el mapa (y uno que otro colombiano, argentino, ecuatoriano, peruano...). Actuando como actuarían ellos, me dejé llevar y seguí usando el tema político porque sabía que les afectaba y me dejaban en paz, pero lo que no sabía era el daño que les hacía y me hacía a mí mismo, porque no es mi obrar normal y está mal desde cualquier vista. Ni el racismo ni la xenofobia son diferentes, es el mismo mal discriminatorio. Fui egoísta.
Los que me siguen desde hace mucho tiempo saben que estoy en una lucha espiritual y que ese aspecto asumió un papel relevante en mi vida, por lo que he fallado como humano y como cristiano. Esto último más importante porque he fallado ante los ojos de Jehová.
Al final una joven ajena tuiteó algo como que: "vamos, no tienes excusa para lo que estás haciendo. Sí, ellos fueron racistas pero además de desquitarte con ellos estás atacando a otros con tu xenofobia".
Era verdad, i ndependiente de si desde otro punto de vista se lo merecían por sus ataques, no debí usar su situación como contraataque. Fueron tantos los venezolanos racistas, que yo casi que copiaba y pegaba las respuestas sin detenerme a analizar si ese tuitero también lo era. Al final borré el tuit original. No quería seguir respondiendo y dejándome llevar.
Las personas afectadas están en la libertad de aceptar o no estas disculpas, pero pido perdón y perdono a los que fueron racistas conmigo porque, aunque no los conozco, detrás de esos perfiles hay seres humanos y la palabra de Dios se centra en el amor. Además, creo que si puedo empezar a hacer un cambio en alguno de ellos con mi actuar (así sea mínimo), vale la pena bajar la cabeza.
Para terminar, y entrar de lleno en el asunto, todo este ejercicio me dejó una enseñanza literaria, que abordaré en la segunda parte, en la que sí hablaremos de cómo las novelas fantásticas, especialmente las de fantasía épica, se han regido durante décadas bajo condiciones sociales convertidas en reglas y verdades.
1. La fantasía es de blancos, los negros debemos escribir nuestra propia fantasía. una carta y la subí a Twiter .
Sin embargo, les regalaré una primera regla que me quedó bastante clara y sobre la cual gira tanto el tuit de la discordia como estos dos artículos:


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