Revista Política

Las religiones políticas, fundamento del poder legislativo en EEUU

Publicado el 15 noviembre 2012 por Peterpank @castguer

Las religiones políticas, fundamento del poder legislativo en EEUU El Congreso de EEUU surgido de las recientes elecciones, que entrará en funciones en enero de 2013, pone en evidencia lo que son las religiones políticas como componente ya sustantivo y fundamental del poder estatal y partitocrático en EEUU. De ahora en adelante los que siguen teniendo opiniones ingenuas, anticuadas, rancias y tópicas sobre el neo-racismo, el feminismo y la homosexualidad/lesbianismo, las tres grandes religiones políticas fomentadas e impuestas por el Estado/Estados desde hace decenios, podrán cambiar de parecer al observar que el Partido Demócrata, que tiene la mayoría de los escaños en el parlamento yanqui, se asienta en ellas. Sus integrantes, conviene repetirlo, forman la mayoría de las y los parlamentarios, mientras que los viejos reaccionarios, blancos y varones heterosexuales pertenecientes sobre todo al derrotado Partido Republicano, son ya minoría. Esto es: los nuevos reaccionarios, los neo-racistas (racistas anti-blancos devotos del “Mesías negro”, Obama), feministas y gays, son ya el fundamento del poder legislativo del capital-Estado en EEUU[1]. Eso significa que entramos en una etapa política nueva, en la que el sistema de dominación se está sirviendo desembozadamente de las religiones políticas para reforzar y actualizar el régimen de dictadura de la clase empresarial y los organismos estatales. Esa etapa será también la del desenmascaramiento y puesta en evidencia de las religiones políticas, tras decenios de auge permanente. De ahora en adelante podremos ver qué hacen feministas, neo-racistas y gays. Cuando legislen a favor del capital se desenmascararán; cuando lo hagan a favor del ejército, se descubrirán; en las ocasiones que apoyen a la máquina de guerra yanqui se mostrarán como lo que son, el instrumento político del Estado-capital en un periodo de crisis global del sistema de dominación de éste. Hay que considerar que pertenecen al Partido Demócrata, el más agresivo y militarista, aunque siempre de manera hipócrita y solapada. Y eso marcará sus actividades. Por supuesto, las feministas que están en el parlamento USA no son la voz de las mujeres, y ni siquiera la de todo el movimiento feminista, sino las agentes políticos del capitalismo estadounidense para imponer a las féminas de todas las razas y orientaciones sexuales los intereses de los amos de los medios de producción y del dinero en ese país. Del mismo modo los homosexuales y lesbianas que están en el Partido Demócrata no son la voz del colectivo gay sino el instrumento de que se vale el poder constituido para atraer a éste a apoyar al sistema, a enrolarse en el ejército y a convertirse en inquisidores de las y los heterosexuales. Lo cierto es que éstos y aquéllos se han de unir para resistir al enemigo común y realizar la revolución integral. Tampoco son la voz del pueblo negro, hispano, asiático o indígena los paniaguados y explotadores que con la etiqueta de “representantes de las minorías raciales” se sientan en los escaños del congreso. Son sólo una pandilla de racistas anti-blancos que usan la demagogia étnica para lograr votos, llevar a negros e hispanos a enrolarse en el ejército imperialista USA y azuzar a unas razas contra otras. Una de las tareas, probablemente la principal, que el sistema de dominación ha encargado a los “representantes” de las “minorías raciales”[2], a las feministas y a los gays, es dividir más y mejor al pueblo, hasta destruirlo como realidad en sí subversiva y anti-sistema, enfrentando a unas partes contra otras. La división por sexos, razas y orientación sexual es un instrumento primordial para lograr que los explotados y oprimidos lo sigan siendo, y que los explotadores y opresores logren su sueño dorado, una masa popular tan dividida y enfrentada entre sí que deje de ser una amenaza para multimillonarios, jefes del ejército, jerarcas universitarios, estetócratas, banqueros y oligarcas de toda laya. En efecto, la meta número uno de las religiones políticas es enfrentar y dividir, pues su lema es el viejo adagio “divide y vencerás”. La respuesta a ello es la unidad del pueblo sobre la base de insistir en la identidad de las metas fundamentales de éste, en la igualdad entre sus partes, sobre la base de asumir derechos y deberes por todos los sectores, para lograr un amplio frente de lucha contra el capital y el Estado. Dentro del pueblo hay diferencias pero no contradicciones antagónicas. La denuncia del feminismo androfóbico, estatolátrico y pro-capitalista del “antirracismo” neo-racista y del sector del movimiento gay que cobra del Estado y demoniza a los y las heterosexuales es la vía hacia la derrota final de las religiones política, como se hace en el libro que se acaba de publicar, “Feminicidio o auto-construcción de la mujer” [3], la cual ahora está más próxima que nunca. Sin el desenmascaramiento de las religiones políticas no puede haber revolución integral. Pero la maduración de la revolución integral liquidará a las religiones políticas como decisivo instrumento, fanático e intolerante, del poder constituido. Las personas no son, en primer lugar y ante todo, ni hombres ni mujeres, ni de esta raza o la otra, ni hetero u homo, sino seres humanos con una identidad fundamental entre ellos. Negar por medio de artimañas racistas, sexistas o de otro tipo que antes que otra cosa las personas son seres humanos es además trabajar para el proceso de deshumanización en curso. Tal es otra de las metas de las religiones políticas. Frente a la división, el mutuo odio y la fragmentación hemos de proponer el universalismo, la primacía de la principalidad de lo humano y la coincidencia fundamental de metas en el seno del pueblo. Es curioso que dentro del ejército de EEUU no haya diferencias por raza, sexo o sexualidad. En él hay unidad total pero en los medios populares los agentes del Estado buscan azuzar todas las desigualdades y ahondar todos los enfrentamientos… Lo que se observa en el congreso de USA se da igualmente en toda la sociedad, con un capitalismo multirracial, un feminismo a las órdenes de las grandes multinacionales y un movimiento gay que sólo vive para amasar dinero y capturar privilegios. Así las cosas, es de esperar que al menos las y los voceros de las  “minorías oprimidas” dejen de usar el victimismo como muy rentable procedimiento para enriquecerse y lograr privilegios. Pero siguen en sus trece: están en el poder y al mismo tiempo se declaran “victimas”. Pero si ellos son el poder, una parte de las varias que integran el poder constituido, ¿cómo pueden ser victimas al mismo tiempo? No, no son víctimas sino, ahora, verdugos y victimarios. Asimismo, es necesario levantar, frente al feminismo feminicida, la meta de la liberación integral de las mujeres contra el neo-patriarcado que hace de la fémina un aflictivo ser-nada sólo apto para el mega-degradado trabajo asalariado del siglo XXI y para enrolarse en el ejército. Ahora, cuando el feminismo aparece ya con toda claridad como instrumento y parte del poder constituido, es el momento de que las mujeres se movilicen contra el neo-patriarcado y el sexismo de todos los tipos, machista y feminista. Sin las mujeres no hay revolución integral posible, no hay, por tanto, emancipación universal del género humano. Mujeres y varones unidos, sin que cuente lo más mínimo las diferencias étnicas y las preferencias sexuales, todas y todos fraternalmente unidos contra las instituciones y los poderes que nos están destruyendo como seres humanos y convirtiendo en hiper-siervos. Rodrigo Mora


[1] Para los datos, “Los blancos son minoría entre los demócratas”, Yolanda Monge, “El País”, 9-11-2012. El texto usa de algunas malas prácticas, como calificar de “mujeres” a las que meramente son feministas, pues en el congreso lo que cuentan no es el sexo sino la posición política. [2] Muy pronto mayorías, ya que demográficamente la etnia blanca será minoritaria en unos años, por tanto susceptible de ser discriminada y perseguida.

[3] María Prado Esteban y Félix R. Mora (Madrid, Aldarull, 2012)


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