Revista Historia
En pleno siglo XXI causa estupor y asombro tener que asistir a meras componendas protocolarias cuyo único fin es tratar de justificar la existencia de una monarquía en España.
Han transcurrido casi 40 días desde que se celebraron las elecciones generales y los españoles aún no sabemos que partido o partidos politicos van a asumir la funciones de gobierno. Cuarenta días desperdiciados a la espera de que un rey sin experiencia, ni atribuciones para la toma de decisiones, se reúna en su palacio con aquellos líderes políticos que han tenido a bien acudir a la real cita. Un rey al que el partido más votado en las últimas elecciones ha dejado a la altura del betún al negarse a aceptar la proposición real de someterse a un debate de investidura en el Congreso, en una institución donde si hay atribuciones para la toma de decisiones y que en definitiva es quien tiene la última palabra para elegir a un presidente del Gobierno. Rajoy no está hecho para el debate politico, Rajoy solo debate si tiene las garantías de que va a salir victorioso.
Pretendemos vivir en una democracia parlamentaria y sin embargo andamos mareando la perdiz en las alfombras de los palacios mientras que los problemas del pueblo llano quedan aparcados en la cuneta de lo secundario.
El rey no elige a nadie, solo propone y además debe contar con la aquiescencia del propuesto. El rey reina pero no gobierna, dicen. Yo me pregunto que significa reinar en las condiciones en que lo hace Felipe VI. Todo queda limitado a leer los discursos que le escriben, entregar premios, presidir desfiles militares y si acaso inaugurar algo. Ni siquiera es garante de la unidad de España como muchos proclaman, Cataluña es un buen ejemplo de ello.
Estamos ahora ante una nueva ronda de contactos, nuevas reuniones en La Zarzuela para reescribir un sainete aburrido. Una duda me asalta: ¿Será capaz Felipe VI de volver a proponer a Mariano Rajoy para la presidencia del Gobierno después de lo sucedido en la Comunidad Valenciana?
Al final de todo este culebrón entorno a la investidura de un presidente para el Gobierno, será el presidente de las Cortes quien decida en el caso de que ningún líder politico acepte someterse a un debate de investidura. A López le quedan solo dos opciones razonables, una y ante la ausencia de candidatos declarar negativa la investidura y poner en marcha el reloj para que dentro de dos meses se convoquen nuevas elecciones, otra convocar las elecciones ya. En ninguna de las dos opciones intervendrá el rey, ni por activa ni por pasiva.
En cualquier caso el rey seguirá disfrutando de sus privilegios sin haber aportado nada, solo habrá servido de fachada para una democracia imperfecta. Él no está sujeto a elecciones, lo haga bien, lo haga mal o no haga absolutamente nada. Seguirá siendo el placebo para los nostálgicos de una forma de Estado que nunca debió volver a instaurarse en nuestro país y menos aún para cumplir los deseos de un dictador sanguinario.
Benito Sacaluga