Revista Opinión

Las revisiones revisionistas de la RAE

Publicado el 09 septiembre 2019 por Carlosgu82

Como la gran mayoría, vengo de un sistema educativo que diferenciaba «sólo como adverbio” de «solo como adjetivo”. En el colegio me enseñaron que siempre que se pudiera sustituir la voz «solo» por «solamente» había que poner tilde.

Pero ayer, cuando la revista para la que trabajo, me devolvió un artículo, con un feedback en el que se me decía que tenía que eliminar la tilde del vocablo “solo”, me quedé un poco desconcertado y busqué artículos de la Real Academia Española, para cerciorarme de si esto era un disparate de mi corrector o había una nueva revisión ortográfica. Y así fue, hay una al respecto del año 2010 donde se reconoce que siempre hemos estado equivocados. Y a partir de ese momento, «solo» nunca volvería a llevar tilde más allá de si es un adjetivo o un adverbio. Debiendo quedar determinado en el contexto qué tipo de palabra estamos utilizando.

Según la RAE, la tilde diacrítica sirve para diferenciar dos palabras que se escriben igual, siempre y cuando una sea tónica y la otra átona, como en “dé y de”. En el caso de “solo”, su tilde ya no tiene justificación, pues ambas palabras son tónicas.

Así que ya lo saben, si quieren escribir correctamente, en adelante, nunca utilicen tilde para la palabra “solo”, ni para los pronombres demostrativos. Sin embargo, yo seguiré, cuando menos, tomándome la licencia en caso de confusión o ambigüedad.

Porque de alguna manera, y si no piénsenlo bien todos ustedes, aún somos muchos los que pensamos que la RAE se equivoca al cambiar esta norma ortográfica, igual que otras que ha acometido. El español está sufriendo muchas transformaciones, y lo ha hecho habitualmente a lo largo de la historia, si bien en principio destinadas a lograr un lenguaje más coherente fonéticamente hablando, también es cierto que para perder su belleza y su fuerza en innumerables ocasiones. Además, la RAE puede eliminar así mismo términos del diccionario si demuestra que no se han utilizado en los últimos siglos, empobreciendo nuestra lengua y arrancándole parte de esa historia forjada a base poetas y trovadores que supieron sacar lo más hermoso de las palabras para dejarnos un legado de grandeza y gloria que ahora una panda de voceros y borregos bien alimentados quieren arrebatarnos.

Aunque con académicos groseros, crueles y mal educados como Pérez-Reverte, qué se puede esperar. Hace tiempo nuestras madres nos pegaban la bronca por abusar del lenguaje soez, asegurándose con ello de que fuésemos lingüísticamente correctos. Pero llega este patán y obsceno personaje y se permite hablar de “cojones”, a su libre albedrío, llamando “maricón” a todo aquel que demuestra sensibilidad o “hijo de puta” a quién le acusa de plagio, por poner unos ejemplos. Y no pasa nada, porque es un académico. Y son palabras que aún están en el diccionario.

Esto lo digo con conocimiento de causa, he leído algunas de sus primeras novelas, y no considero ni por asomo que sean obras maestras. Pero mi aversión por este individuo radica en la clase de persona que el mismo dice ser; un tipejo que se regodea al decir, como dijo en una entrevista, que “el mal y el hijoputismo son absolutamente necesarios en el mundo”, y que “un hombre no es hombre si no ha sido un cabrón en algún momento de su vida dejado morir a un amigo para salvar el culo”. Esta es la clase de gente a la que detesto, gente que se enorgullece de ir con la bandera de la sinceridad siempre en alto, aunque sea solamente una farsa para venderse, y aunque con ello haga daño innecesariamente a otras personas. En fin, que luego pasa lo que pasa, y que todo lo que hemos aprendido desde pequemos desaparece de un plumazo, porque un idiota o una panda de ellos así lo han decidido.


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