Ya en las ruinas de Moray pagamos la entrada (10 soles, estudiantes 5). Yo no podía más de la emoción debido a que siempre había soñado conocer este lugar y ahora estaba a minutos de verlo. En una pequeña explanada se estacionó el carro. Luego bajas, caminas un poco y de súbito la tierra parece hundirse y ante tus ojos aparece, sorpresiva como un navajazo, la imagen de los andenes circulares. 150 metros de profundidad y belleza.
Luego de visitar las sorprendentes salineras de Maras era hora de continuar hacia las "ruinas circulares"...
Llegar a MORAY es un poco más complicado ya que los colectivos que salen desde el “ramal” sólo llegan hasta la plaza de MARAS y van a MORAY haciendo un servicio particular o por alguna razón importante. Intentamos encontrar de nuevo alguien que nos jale pero nadie iba hacia allí por lo que decidimos negociar el precio con un taxista. Eduardo nos propuso 30 soles, al final acordamos 25. Nos llevaba hasta las mismas andenerías y nos esperaba por una hora para traernos de vuelta hasta la plaza de MARAS. Otro modo de llegar es caminar para empalmar ambos pueblos unidos por una pista afirmada de 9 kilómetros que se abre en medio de paisajes cuya belleza apenas es concebible. Algunos jóvenes del pueblo se prestan para guiar a la gente a cambio de un pago.
Un paisaje único cuyo particular diseño, adaptada a las pendientes naturales de los cerros, no hace sino más que confirmar la sapiencia del hombre andino: haciendo las cosas en perfecta armonía con la naturaleza. Por momentos uno cree que está caminando en medio de un anfiteatro griego.
MORAY fue en realidad un laboratorio; un centro donde se experimentaba con distintos cultivos, de ese modo se sabía sus reacciones a diferentes altitudes y climas. Las graduaciones de sol, sombra y la elevación entra las terrazas crean dramáticas diferencias de temperatura: se sabe que entre el primer y último nivel se pueden notar diferencias de temperatura que varían en 15º C. Lamentablemente el sistema ya no funciona completamente puesto que las aguas han sido desviadas.
Regresamos a MARAS. Desde aquí se debe tomar de nuevo un “colectivo” que te lleve hasta el “Ramal” por 1 SOL para allí tomar uno de los buses que regresan al Cuzco y que normalmente lo hacen repletos de gente. Lo recomendable es tomar uno de los buses que hacen el camino contrario, es decir los que vienen de Cuzco y van hacia Urubamba y en este pueblo tomar uno vacío. Afortunadamente ese día había feria en Urubamba (días miércoles y viernes) así que el mismo Eduardo nos llevó hasta Urubamba (2 soles por persona) a una velocidad que ya quisiera Meteoro tener.
A medio camino entre una cadena de pueblos conocidos del lugar, Urubamba emerge como un sitio ideal para ser el centro de operaciones desde donde salir a explorar los muchos interesantes lugares que se guarecen en el valle. Hay muchos cafés y restaurantes y mucha vida en sus calles. En uno de los bares del pueblo Ariel, Paola y yo nos tomamos unas cervezas para celebrar la amistad y gastar las últimas horas de la tarde.
Urubamba tiene un buen terminal de buses donde compré un ticket (3.50 soles) que me llevó de regreso a Cuzco. De nuevo allí, con cierta ebriedad, con cierta ingravidez en el andar, pero feliz, extrañamente feliz; respondiendo saludos, sonriendo si alguien me sonreía. Me había desempolvado de la tristeza y la melancolía. El poder regenerador de un viaje no tiene pierde.
Pablo.
Nota: los precios son del 2008.