Podemos decir que por el Parque del Retiro pasa mucha gente pero el Retiro no siempre pasa por estos visitantes. Solo así se explica que haya lugares de este vergel que, a pesar de llevar años en él, siguen siendo unos completos desconocidos para mucha gente. Por ello hoy os quiero hablar de uno de los elementos más sorprendentes del Retiro y lo hago con un doble motivo, el primero darlo a conocer, y el segundo, como mensaje de auxilio para su correcta conservación.
Neoclásico, barroco, art decó, incluso si buscamos bien, un poquito de gótico. Paseando por las calles de Madrid es posible encontrarse con ejemplos de casi todos los estilos arquitectónicos, aunque el que más escasea es el románico, corriente de la que es imposible encontrar nada en la capital, o eso parece. Y es que el secreto de Madrid que nos ocupa nos demuestra que esto no es cierto y que, aunque escondido y oculto dentro del Retiro, en Madrid también se puede apreciar algo de románico, en concreto con estas ruinas de San Pelayo y San Isidoro.
Resulta que si accedemos al Retiro por el lado de O´Donell, muy próxima a la montaña artificial y a la casita del Pescador descubrimos unas ruinas con mucha más historia de lo que pudiese parecer. Éstas, pertenecieron a la Ermita de San Pelayo y San Isidoro, un templo de una sola nave y de estilo románico cuya existencia está documentada, al menos, desde 1250 y que fue llamada así porque en ella reposó el cadáver de este santo en su traslado de Sevilla a León. Lo sorprendente de estos restos es que la ermita estaba ubicada originalmente en ¡Ávila! La pregunta viene sola ¿Y cómo terminó en un parque de Madrid?
La ermita estaba ubicada extramuros en Ávila pero fue perdiendo relevancia y feligreses hasta que en el año 1876 durante una de las desamortizaciones de los vienes de la iglesia, un particular los adquiere. Éste, a su vez, se cansó pronto de los restos y lo vende, en 1893 a la Real Academia de Historia por una cifra nada despreciable para la época, 18.000 pesetas. ¿Su nueva ubicación entonces? Los jardines del Museo Arqueológico Nacional. Pero su periplo por Madrid todavía no había terminado.
Poquito después, en 1896, es Cánovas del Castillo quien muestra un gran interés por estos restos y logra que las ruinas le sean cedidas al Ayuntamiento de Madrid quien, en marzo del mismo año, las ubica en el Parque del Retiro y es desde entonces, cuando esta puerta y este fragmento de ábside empiezan su idilio con el pulmón madrileño.
Ahora que ya os he contado la historia de este sorprendente y singular elemento, viene el segundo objetivo de mi post, el de llamada de auxilio. Lo cierto es que me ha sorprendido, para mal, ver en mis últimas visitas al parque como estas ruinas son utilizadas por niños como una zona de juegos. Trepan por sus centenarios sillares como si fuesen las escaleras de un tobogán, con el enorme riesgo que esta práctica lleva, tanto para los niños como para los restos. Creo que se deberían de tomar medidas antes de que suceda un desgracia, y que, además, estas históricas piezas deberían de recibir otro tratamiento y respeto.