Revista Cultura y Ocio

Las sangres - Audrée Wilhelmy

Publicado el 22 julio 2019 por Elpajaroverde
Su piel es roja, brillante, casi podríamos reflejarnos en ella. Su aroma nos alcanza desde la distancia y nos embriaga. Nuestro circuito del placer se pone en marcha desde el primer mordisco, desde ese crujido producido por la presión de nuestros incisivos sobre esa superficie que custodia el objeto de nuestro deseo. Su néctar, mezcla perfecta de dulzor y acidez, se encarga del resto al explosionar en nuestra boca e invadir nuestras papilas gustativas. Hay en cambio una señal de alerta antes de que el  afrodisíaco líquido traspase la frontera de ese punto de no retorno que es nuestra garganta, algo que sabíamos ya antes incluso de tomar el fruto del que procede en nuestra mano. Hay algo en ese jugo, algo ponzoñoso, indigesto, ulceroso, podrido; algo que sin embargo es parte irrenunciable del placer que nos provoca. Algo así como el tener una herida y no poder evitar deleitarnos en hurgar en ella con nuestro dedo una y otra vez hasta convertirla en incurable o incluso tal vez en mortal.
«Gozo porque me encuentro hermosa a los ojos del hombre imaginario, y gozo, sobre todo, porque sé que lo que me hace verdaderamente deseable es el sufrimiento de cada uno de los miembros de mi cuerpo, cuando los músculos se tensan y este queda dibujado por el esfuerzo. Gozo cuando me imagino que el hombre que me mira y disfruta conmigo, mientras a mí me duele, no está sufriendo».
Las sangres - Audrée WilhelmyNo hay manzanas en esta historia porque este cuento no es el de Blancanieves. Sí disfrutamos de un decorado de cuento (preludiado magníficamente por la ilustración de portada de Zachari Logan) con esa escenografía tan deliciosa escogida por Audrée Wilhelmy. Su prosa es refinada como lo son los modales del joven Fèlèor a los ojos de la no menos joven Mecredi. Ah, perdón, que ya estoy presentando a los personajes, que lo suyo hubiera sido comenzar por Érase una vez... Pues eso, érase una vez una versión inclasificable del mítico cuento recopilado y adaptado por Charles Perrault Barba Azul.
Tenemos a Fèlèor, el temible Barba Azul. Y tenemos a sus siete mujeres, muertas a las manos de su fiero marido, «unos cuerpos que de verdad le pertenecen porque estamos de acuerdo con que los trate de esa manera». Vamos, que las cónyuges femeninas saben a lo que van: lo desean, lo incitan, lo piden y lo consienten.
«Querría que mi diario explicara que la decisión de morir por el placer de un hombre es algo que viene de lejos, que se remonta a antes de este hombre en cuestión e incluso a antes de los demás. Es importante el hecho de que ese sea el único final que pueda producirse».
Cada una de las mujeres escribe un diario íntimo en el que narra sus experiencias. Cada uno de los diarios se complementa con una apostilla del propio Barba Azul. Así, conocemos las motivaciones de cada una de esas mujeres. Así, asistimos también a la evolución del propio Fèlèor.
Disfruto de Mecredi, la ya mencionada primera mujer y mi favorita junto con Abigäelle (aunque quizá sea Phélie quien nos ofrezca mejores reflexiones), porque su historia es puro cuento. «No es una pesadilla, es una historia que me cuento a mí misma estando totalmente despierta. Es un relato que yo elijo, que quiero y que me gusta». Mecredi tiene el peligro de la inocencia y cuando conoce a Féléor él es otro joven torpe e inocente cuyo rasgo más destacado es que gusta de comer carne cruda. Ella inventa el cuento del que quiere ser protagonista. A él le entran «ganas de convertirme en aquel hombre imaginado por ella». 
Sí, la inocencia es peligrosa; no medimos el alcance de su juego. Féléor se convertirá en ese hombre; sus primeras mujeres le abrirán el camino para ello. Luego se pierde la inocencia. Continúa el juego, con las reglas por entonces ya bien establecidas «pero no dejará de ser un teatro, porque es jugar a la muerte violenta sin que esta lo sea de verdad. Es una muerte elegida y representada. Por muy dura que sea, no es un verdadero asesinato». Pero la muerte es dura y leemos acciones duras en este libro por más que se nos representen de forma exquisita y que la creciente y elegante depravación alcance cotas de arte. Ello convierte esta lectura, que se me antoja novela experimental tanto por forma y contenido como por origen (fue escrita por la autora como parte del trabajo final de una tesis doctoral), en una narración sumamente controvertida y altamente arriesgada.
Hay un punto en el que dejo de jugar como lectora y casi de disfrutar. El cuento es real. En una relación sexual todo debería ser válido mientras sea consensuado y consentido. El consenso y el consentimiento del Barba Azul de Audrée Wilhelmy y sus esposas traspasa los límites que la mayoría de nosotros admitiríamos. Las sangres es tan fascinante como incómodo. Las sangres es literatura y por tanto puro cuento. Por eso Wilhelmy y sus personajes juegan sin límites y con sus propias reglas.
«Más tarde me casé con él, precisamente porque un día podré pedirle que me mate y, ese día, aceptará. Eso me resulta atractivo en un hombre, esa contención del deseo hasta que la mujer acepte satisfacerlo. [...] Me gusta saber que controlo el suyo. Podría tenerlo esperando así, lo mismo seis días que seis años. [...] Para él es peor esperar sin hacer nada. A mí, sin embargo, me da un poder muy grande. Él me estrangula en la cama y, sin embargo, soy yo la que lo domina. [...] Porque no me matará sin que yo se lo pida».
Los cuentos existen porque están escritos, porque permanecen. Las siete mujeres escriben en sus diarios. Féléor les pide que escriban. Él también escribe. Así se crea el mito, se le da vida y se le perpetúa. Las mujeres de Barba Azul se sienten vivas cuando él las mira. Sentirse deseadas por él enciende su deseo. Su sacrificio es su poder. Su muerte pactada es su paso a la eternidad.
«Sin embargo, cuando él me mate, ninguna mujer, ni rica, ni pobre, ni bella, ni perfecta, podrá medirse conmigo. Ni siquiera tú a quien estoy escribiendo. Seré la única que ocupe sus sueños. Nadie lo logrará como yo».
Lo escrito es cuento. El cuento es fantasía. Las fantasías sexuales carecen de límites porque ello permite poner límite a su plena realización. Barba Azul «se ha convertido en todo a la vez: la autoridad, el amigo, el cuerpo, el deseo, la violencia, el peligro, la libertad también, sobre todo la libertad». Su manojo de llaves abre nuestros cuartos más secretos y oscuros.
«Murió de imaginación, y a mí va a ocurrirme precisamente lo mismo [...]. Moriré como ella, con la mente incendiada por haber inventado demasiado, querido demasiado».

Las sangres - Audrée Wilhelmy

Grabado de Barbe Blue, publicado por primera vez en Les Contes de Perrault (Paris, Jules Hetzel, 1862), ilustrado por Gustave Doré

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Ah, perdón, que tal vez debería terminar con un y murieron felices y degustaron crudas perdices.
Ficha del libro:
Título: Las sangres
Autora: Audrée Wilhelmy
Traductora: Luisa Lucuix
Editorial: Hoja de Lata
Año de publicación: 2018
Nº de páginas: 192
ISBN: 978-84-16537-39-6
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