Revista Educación

Las señorías de La Manada

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Las señorías de La Manada

Tras el impacto inicial, llegó la incredulidad y, a medida que este país reaccionaba casi al unísono, la rabia. Pasadas las primeras 48 horas, una idea me rondó la cabeza: ¿cómo dormirán los magistrados que se hicieron cargo del denominado juicio de La Manada al ver cómo miles de ciudadanos se echaban a la calle indignados? ¿por qué la justicia, aplicando lo que supuestamente dicta el Código Penal, ha quedado tan lejos del clamor popular de unos hechos probados descritos perfectamente y que poco margen tienen a la interpretación? ¿y por qué este tipo de sentencias nunca caen del lado de las mujeres víctimas, agredidas, violadas, ultrajadas, robadas, destrozadas...?

No quiero perder un minuto en citar a ese miembro del jurado con tan aberrante voto particular, no creo que nos merezcamos un representante de la ley de ese calibre, quiero pensar que no ha abandonado la caverna machista. Me quiero referir a los otros dos jueces, autores conjuntamente de los más de 300 folios de la sentencia: Francisco Cobos y Raquel Fernandino. Aún creyendo a la víctima, a la hora de la verdad, su fallo se convierte en una nueva humillación, porque quedarse a medias, no reconocer y juzgar como tal una agresión sexual tan evidente, que es sinónimo de violación, es casi decir "sí, vale, se pasaron tres pueblos, pero el castigo que aplicaremos lo juzgaremos como un abuso ". Un abuso, dicen, un abuso es que sin tu permiso te toquen el culo por la calle.

Tengo una inconmensurable curiosidad por saber qué piensan Cobos y Fernandino de cómo ha indignado su sentencia. ¿Habrán dudado al conocer opiniones también de colegas de profesión, alucinados con este resultado? ¿sentirán algún tipo de empatía con lo que vivió esta chica? ¿habrán tratado de ponerse en su piel mientras elaboraban el fallo? ¿tienen hijas, por casualidad?

Sí, claro, la justicia no es un sentimiento, una sensación, es la aplicación de la ley. Pero esa ley, entiendo yo, debe ir al compás del avance de una sociedad que hace ya mucho tiempo ha empezado a hartarse de la violencia contra las mujeres. ¿Cuándo podremos sentir que hechos tan deleznables se juzgan y se castigan como deben? Porque no olvidemos que las víctimas de esta violencia lo son por el mero hecho de ser mujeres.

No recuerdo haber estado nunca tan pendiente de la lectura de una sentencia judicial como la del pasado jueves. La escuché en directo por la radio mientras regresaba de una jornada en Puerto de la Cruz. Iba sola en el coche por la autopista y no entendí de entrada los detalles, pensé bote pronto que de los 9 a los 22 años de prisión iba un gran y sospechoso trecho.

Ahora solo queda que los mecanismos judiciales de instancias superiores permitan arreglar este despropósito y empecemos a adaptar nuestras leyes para que en asuntos de igualdad dejemos de una vez este terrible patriarcado. Y ya, de paso, si logramos adaptar el lenguaje judicial al siglo XXI, nos haremos un favor para acortar las distancias con la ciudadanía.


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