Los siguientes comentarios se basan en el el visionado de las temporadas completas y pueden contener información relevante de sus argumentos.
City on a hill - Temp. 2 ****Showtime, 29 de marzo-17 de mayoCreada por Chuck MacLeanDirigida por Kevin Bacon, Ed Bianchi, Hagan Ben-Asher, Benny Boom, Christoph Schrewe, Clark JohnsonAlgo oculta entre las numerosas series que forman la agenda mensual, City on a hill (Showtime, 2019) ha conseguido consolidarse en su segunda temporada como reflejo de la proliferación de las drogas en una ciudad menos retratada en el género policíaco, como es Boston. El creador, Chuck MacLean, es originario de esta ciudad y ofrece un perfil violento y racista en la década de los noventa, pero que de alguna manera también refleja una realidad que nos suena muy actual. El Boston de City on a hill toma el mismo protagonismo que el Baltimore de The wire (2002-2008), y es evidente la influencia del clásico de David Simon, aunque resulte menos profunda en su propuesta. Porque el enfoque principal está en la relación entre el fiscal DeCourcy Ward y el policía racista Jackie Rohr, una especie de dinosaurio que trata de sobrevivir frente a una supuesta nueva forma de hacer las cosas. La idea original de la serie era, sin embargo, de Ben Affleck, que ejerce como productor ejecutivo junto a Matt Damon y con la participación también de James Mangold. El episodio de inicio, que dirige Kevin Bacon, muestra ya los principales elementos de esta nueva temporada, que amplía su perspectiva hacia otros personajes, y sobre todo reflexiona más sólidamente en torno al racismo. Podríamos colocar a esta temporada la etiqueta de #Blacklivesmatter, en relación a su enfoque, que pasa de la descripción de unos personajes principalmente blancos, emigrantes irlandese, a una incursión directa en los barrios negros. Aunque se mantiene alguna subtrama que tiene relación con el terrorismo del IRA, apoyado desde algunos sectores. La historia se traslada ahora a un proyecto de vivienda comunitaria en Roxbury, liderada por Grace Campbell, una madre que sin embargo sufre la implicación de sus hijos con el mundo de las drogas. Esta temporada es más contundente en su forma de llevar al fiscal DeCourcy hasta el límite, poniendo a prueba la legalidad, e introduce elementos interesantes como el clasismo dentro de las comunidades negras, enfrentando a los negros de clase alta que representan DeCourcy y Siobhan con la madre de los hermanos Campbell. El personaje de Jackie Rohr, sin embargo, sigue siendo uno de los elementos más interesantes de la serie, en su deshonestidad y su personalidad traidora, aunque también hay un intento por suavizar su relación con la familia, especialmente con su esposa Jenny. Pero queda algo más desdibujada la subtrama protagonizada por Cathy Ryan y Jimmy Ryan, que parece demasiado independiente. La segunda temporada de City on a hill consolida bien una serie cuya continuidad está en duda, especialmente después de que Chuck MacLean fuera "degradado" al comienzo de la producción, con prohibición de asistir al rodaje, y manteniéndose solo como guionista. La decisión vino después de unas acusaciones de conducta inapropiada durante la primera temporada, que fue investigada por ABC, propietaria de Showtime.
Merlí. Sapere Aude - Temp. 2 ****Movistar+, 2 de abril-7 de mayoEscrita por Héctor LozanoDirigida por Menna FitéEn las entrevistas que concedió Héctor Lozano a finales del año pasado no descartaba la posibilidad de que Merlí. Sapere Aude (Movistar+, 2019-2021) tuviera una tercera temporada, pero meses después se confirmó que ésta sería la tconclusión de la serie. No hay una información clara de por qué se ha producido este cambio pero, al contrario que con Merlí (TV3, 2015-2018), queda una sensación de historia incompleta, de final precipitado (pasa del curso de primero a la graduación). Que la serie Merlí tuviera un spin-off protagonizado por el personaje de Pol Rubio era una evolución que se podía entender, aunque en realidad ya conociéramos su vida adulta. Merlí. Sapere Aude se convierte en un proceso de formación de un círculo perfecto, en el que el alumno aventajado del profesor Merlí Bergeron sigue los pasos de su maestro.
Pero, al margen del rodaje en medio de la pandemia, esta segunda temporada se ha encontrado con algunos problemas añadidos, especialmente la ausencia de Bruno, el personaje al que siempre ha estado unido Pol, por decisión del actor David Solans de cambiar de registro y su incorporación al reparto de la serie Los herederos de la tierra (Atresmedia-Netflix, 2021), continuación de La Catedral del Mar (Atresmedia-Netflix, 2018). Esta ausencia no ha perjudicado estrictamente a la serie, pero sí ha dejado algunos cabos sueltos en el desarrollo del personaje principal, enfrentado a un momento que marcará el resto de su vida, y al que incorpora ya con una comodidad extraordinaria Carlos Cuevas, al que pronto veremos en Leonardo (TVE, 2021-), adaptación de la vida de Leonardo da Vinci.Pero, en una escritura de calidad como la que tiene Héctor Lozano, determinados vacíos son solventados con inteligencia, y de alguna manera la ausencia de Bruno también permite que veamos a un Pol Rubio menos condicionado por su relación, y más abierto a nuevos descubrimientos. Respecto a la primera temporada, los personajes evolucionan con mayor precisión, y es frustrante no poder seguir conociéndolos, porque ahora es cuando consiguen una mayor empatía, empezando por la profesora María Bolaño (María Pujalte), que consigue desligarse de la sombra de Merlí que parecía atenazar al personaje.
Merlí. Sapere Aude supone la evolución final hacia la madurez, la asunción definitiva de la identidad propia, la constatación de que la vida sigue dando golpes con el paso de los años, y de que hay que tomar una decisión crucial: "¿vivir o existir?". Pol se convierte en el Apolo de Satanassa, es acogido bajo las alas de Dino, ese personaje liberador que nos recuerda a Dante, que el mismo Eusebio Poncela interpretó en Martín (Hache) (Adolfo Aristarain, 1997), y se refleja en la canción "Yo no soy esa", que cantaba Mari Trini: "Yo no soy esa, que tú te imaginas". Por el camino, es cierto que esta segunda temporada se aleja de esa conexión con la clase media, y se pierde en una especie de hedonismo entre fiestas suntuosas y debates en Paraninfos que no encajan tanto, o al menos, tienen menos interés en una serie que gana mucho más en su perfil proletario. Y aunque parece que Héctor Lozano ya ha dejado a un lado a su personaje más logrado, la sombra de Merlí sigue viva con el estreno hace unas semanas de la adaptación francesa, La faute à Rousseau (France 2, 2021-).
Exit - Temp. 2 ****NRK, 5 de abrilCreada por Lars Gautneb, Petter Testmann-KochDirigida por Øystein KarlsenUno de los estrenos más celebrados de la televisión noruega hace dos años fue Exit (NRK, 2019-), una serie protagonizada por un grupo de cuatro amigos inversionistas cuya cuenta bancaria es tan abultada como su falta de moralidad. Un entorno eminentemente masculino, que sostiene sus juergas llenas de drogas, de sexo y de humillaciones en la condición de superioridad que les dan las cifras millonarias que ganan cada día. Lo más curioso es que los creadores afirman que muchas de las historias que se cuentan están basadas en entrevistas reales del entorno financiero de Oslo, tomando como punto de partida un reportaje que publicó el periódico económico Dagens Næringsliv (DN). Lo más controvertido de la primera temporada, que en España estrenó Filmin, era que se reconocía a algunos personajes conocidos de las altas finanzas noruegas en el retrato que hacían los cuatro actores, lo que provocó que algunos de ellos acusaran a la serie de manipuladora, y que la premisa de que "el 70% de lo que se cuenta es verdad y el 30% es ficción" no se correspondía con la realidad. Tras una primera temporada que consiguió muy buenas cifras de audiencia, con más de 700.000 espectadores, el estreno de esta segunda temporada ha batido todos los récords, consiguiendo una audiencia máxima de 1,16 millones de espectadores (Noruega tiene 5 millones de habitantes). El espectacular arranque está protagonizado de nuevo por este grupo de amigos que se desatan en orgías y bacanales cada vez que pueden, que utilizan información privilegiada, que blanquean dinero en cuentas offshore y que solventan los problemas legales a golpe de talonario. Digamos que refleja la imagen de Noruega como un país solvente económicamente, pero desde el punto de vista más oscuro: "Soy un hombre blanco rico en la época más rica de uno de los países más ricos del mundo", sostiene Henrik (Tobias Santelmann), amparándose en la doble moral de figuras históricas como Thomas Jefferson, el presidente que escribió que todos los hombres son iguales mientras tuvo varios hijos secretos con una esclava. Una de las debilidades de la serie es que nunca ha sabido muy bien qué hacer con las mujeres. Si en la primera temporada tenían un papel secundario que las trataba con el mismo machismo que los personajes, en esta segunda toman mayor protagonismo, especialmente Hermine (Agnes Kittelsen), pero su perfil sigue siendo plano, como una contraposición fácil de las actitudes de sus maridos (o ex-maridos). Ellas son sufridoras, decentes, buenas madres... falta un contrapunto que realmente esté a la altura amoral de los protagonistas masculinos, en su condición de auténtica depredadora. La serie gana interés cuando no intenta ser moralista, especialmente en los momentos más surrealistas protagonizados por William (Pål Sverre Hagen), con divertidas referencias a El cazador (Michael Cimino, 1978) o El resplandor (Stanley Kubrick, 1980). Este humor irónico es el que mejor manejan los guionistas, sobre todo cuando rebasan lo políticamente correcto, como cuando Adam (Simon J. Berger) dice en una discusión: "¡Al diablo con tu puto barco italiano! Sin ese pais de mierda Europa no habría tenido coronavirus". Aún no se ha decidido si habrá una tercera temporada de Exit (NRK, 2019), pero parece claro que tiene el respaldo de crítica y público.
Mare of Easttown *****HBO, 19 de abril-30 de mayoCreada por Brad IngelsbyDirigida por Craig ZobelHabitualmente, las buenas series de género thriller construyen un entorno dramático complejo que rodea a los protagonistas, alimentando el interés de la historia alrededor de la investigación principal. En esta serie, sin embargo, el eje principal es el arco dramático de los personajes, mientras la trama policíaca establece su relevancia como soporte de las relaciones entre los habitantes de Easttown, una pequeña población de Pensilvania. Porque la columna vertebral narrativa no se encuentra tanto en las desapariciones o asesinatos, sino en la forma en que trata a los familiares de las víctimas como víctimas también, como en el caso de Dawn Bailey, la madre que mantiene la esperanza de encontrar a su hija desaparecida. Pero sobre todo es una revelación del duelo que no termina de afrontar Mare (Kate Winslet) a pesar de que han pasado dos años desde que su hijo se suicidó. La forma en que el personaje elude enfrentarse a ello, marcado por un sentimiento de culpa, centrándose en su trabajo pero también aislándose emocionalmente, es lo que compone un personaje complejo, interpretado con cientos de matices por Kate Winslet. De la misma forma que este intento de elusión del dolor se enfoca en dedicar tiempo a las investigaciones, la resolución de los casos va construyendo también un camino para afrontar el duelo. Porque en este caso el thriller sirve para nutrir el drama.
Esta construcción de la comunidad alrededor de una investigación policial recuerda a otras producciones de calidad, y de hecho el creador Brad Ingelsby alude a influencias como Broadchurch (ITV, 2013-2017). La historia se compone a través de numerosos frentes abiertos, de relaciones entre personajes que, en un entorno comunitario pequeño, se conocen mutuamente, de subtramas que establecen el carácter de sus protagonistas, y que van construyendo una estructura narrativa sólida. Hay, por supuesto, pistas falsas, sospechosos que surgen para ir enturbiando cada vez más la trama principal, e incluso la elección de algunos actores parece querer crear cierta confusión en el espectador, como el personaje de Richard Ryan (Guy Pearce) que entra en la vida de Mare. Pero estos elementos, que son propios del género, están utilizados de forma inteligente. Es realmente admirable cómo Brad Ingeslby consigue rodear a Mare de una serie de personajes que nutren su personalidad, y de hecho su propio carácter se sostiene en ese duelo inacabado por la muerte de su hijo, pero también en la relación de amistad que mantiene con Lori (Julianne Nicholson) que es con la que comienza la serie y también prácticamente con la que concluye. El director Craig Zobel, que el año pasado estrenó esa curiosa película de terror irónico que fue La caza (Craig Zobel, 2020) consigue mezclar tensión y drama en uno de los trabajos de dirección más solventes que se han visto este año. Y, frente a otros thrillers insatisfactorios que hemos visto recientemente como The undoing (HBO, 2020) y Your honor (Showtime, 2020), que contaban también con elementos de composición de personajes interpretados por grandes actores, Mare of Easttown (HBO, 2021) tiene un final perfecto, cierra las diferentes tramas con precisión, responde a todas las preguntas y, además, consigue una conclusión inesperada. La conclusión del thriller, como decíamos, alimenta el drama porque concluye necesariamente esta historia sobre la maternidad (es una serie que solo se entiende a través de las relaciones entre las madres con sus hijos), sobre los sacrificios y las decisiones difíciles. No se le puede pedir más a la que es una de las series más sólidas de este año, que contiene el plano final más poético y conmovedor que hemos visto en mucho tiempo. 

Pero cuando mejor funciona Palomares. Días de playa y plutonio es en la mezcla de humor y ritmo de thriller, que se representa de forma espléndida en el mejor episodio de la serie, "Bienvenido, Mr. Fraga" (S1E3), que muestra con ironía la famosa visita del Ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga y del Embajador de Estados Unidos, Angier Biddle Duke. Es un episodio que tiene un ritmo perfecto, que de alguna manera solventa algunos desequilibrios del resto de episodios, y que sabe crear una expectación teñida de ironía en el momento del intento de rescate de la bomba. La serie es una producción de 93 metros, la productora fundada por David Beriain y en la que trabajaba el cámara David Fraile, los dos periodistas españoles asesinados junto al conservacionista irlandés Rory Young en Burkina Faso el pasado 27 de abril. 


El primer trabajo de Barry Jenkins en formato de serie es una de las mejores propuestas que hemos visto este año. El director de Moonlight (2016) y El blues de Beale Street (2018) es ya una de las firmas más personales del panorama cinematográfico, y convierte a El ferrocarril subterráneo (Amazon, 2021) en el mejor ejemplo de la inexistencia de límites entre lo que se considera cine y lo que antes se llamaba televisión y ahora no se sabe cómo se llama. Porque los diez episodios de esta producción son auténtico cine. Al comienzo de la historia, el personaje protagonista, Cora (Thuso Mbedu) cae por un pozo, casi a la manera como Alicia caía en la madriguera hacia el país de las maravillas, donde descubre que la belleza del entorno esconde también personajes oscuros. Barry Jenkins refleja el calor y la luz de los paisajes sureños, pero teñidos por la opresión y el maltrato. Este viaje a través del ferrocarril subterráneo, que Colson Whitehead también hace físico en su novela, es un viaje de descubrimiento de muchas formas de esclavitud, y de muchas formas de liberación. La cámara de Barry Jenkins establece el ritmo desde el principio, se mueve lentamente, construye en trazos precisos las imágenes para ir conformando una representación apasionante de una historia que se siente más que se contempla. El viaje es físico, pero también psicológico, es una especie de realidad alternativa que proviene de la mente de la protagonista. Cuando el cuerpo es restringido, cuando la libertad de movimientos está prohibida, la única forma de escapar es a través de la imaginación. De forma que El ferrocarril subterráneo construye una especie de realismo mágico que se desplaza a través de los diferentes estados del Sur de los Estados Unidos, con el profundo sentimiento de racismo latente en el perseguidor, Arnold Ridgeway (Joel Edgerton), al que Jenkins también da la oportunidad de mostrar sus motivaciones en Chapter 4: The Great Spirit, uno de los mejores episodios de la serie. Pero cada incursión de Barry Jenkins en las historias que cuenta (prácticamente los capítulos son independientes entre sí) está narrada con una magia cinematográfica que pocos directores pueden conseguir en la actualidad. Incluso esa especie de respiro que supone Chapter 7: Fanny Briggs, que dura tan solo 20 minutos entre episodios de más de una hora, sirve como alivio antes de encarar la recta final, los últimos episodios que muestran más claramente el carácter psicológico de este viaje que también es físico. Chapter 10: Mabel es una obra maestra, la representación más brutal pero al mismo tiempo más hermosa de la vida de los esclavos que hemos visto en mucho tiempo. Le acompaña en este proceso la mejor partitura hasta la fecha de Nicholas Britell, habitual colaborador de Barry Jenkins, llena de experimentaciones sonoras, mezcladas con ese sonido contundente y tenso de la orquesta, que aporta una sensación de realismo mágico también en la música, y que se fusiona con un excelente tratamiento sonoro, en especial ese constante eco de las cigarras en los campos de algodón. The underground railroad reinterpreta ese concepto de cine que refleja el trauma de la esclavitud, y ya convertido en una especie de subgénero a través de series y películas, pero adquiriendo aquí una dimensión completamente diferente. 

