
—¿Por qué tanta hostilidad? —quiso saber.—Pues… así son las cosas por aquí… mentiras… hipocresía… amargura… no nos fiamos de los demás… nos deprimimos… le echamos la culpa al clima… reservamos paquetes turísticos a destinos con buen tiempo… volvemos a casa… no es el clima… somos nosotros.—La literatura no es suficiente, entonces —replica. —Ojalá lo fuera… pero no… a veces siento que me asfixio… me asfixio —y se llevó la mano a la garganta para contener los jadeos.
Con más de veinte libros a sus espaldas, Edna O’Brien (Tuamgraney, Irlanda, 1930) está considerada una voz fundamental de la literatura irlandesa del siglo XX. Se crió en una pequeña localidad rural, bajo la autoridad de un padre con problemas con el alcohol y una madre católica ferviente; un ambiente poco receptivo para la creación literaria. Presionada por su familia, estudió Farmacia, y en su juventud se trasladó a Londres, donde todavía reside, ya que siempre ha mantenido una relación complicada con su origen. Estas vivencias inspiraron su debut, Las chicas de campo (1960), que causó revuelo en su pueblo —se quemaron ejemplares— por la franqueza con la que narra la búsqueda de independencia de dos jóvenes amigas y su burla de la moral cristiana en el marco de la sociedad irlandesa de la época. Sus dos obras siguientes, La chica de ojos verdes (1962) y Chicas felizmente casadas (1964), que completan la trilogía, vuelven a manifestar su interés por los conflictos sociales y, en particular, por los que atañen a las mujeres, como el matrimonio y la maternidad.


Edna O'Brien