Por Eli Gómez Alcorta y Aníbal Hnatiuk
El instructivo describe condiciones físicas, características intelectuales o actitudinales que deben ser interpretados para la detección de estos agentes. De su rica lectura, en esta ocasión, sólo nos detendremos en las actitudes que se destacan de interés para las mujeres y en las relaciones hombre-mujer. [1]
El “Proceso de Reorganización Nacional”, en definitiva, implicó la búsqueda de un rediseño social, político y económico que por la potencia y la firmeza de las fuerzas emancipadoras de esa época se llevó adelante mediante el secuestro, desaparición, tortura, violación y posterior aniquilamiento de una parte de la población que luchaba por esas transformaciones. Aquel plan sistemático de represión ilegal garantizó la destrucción del igualitarismo simbólico que se había instalado en nuestra sociedad.
El modo de desarticular ese igualitarismo fue a través de la difusión del terror en la sociedad, a través de las privaciones de libertad, de las desapariciones forzadas de personas; no sólo encontrando un espacio en lo material sino también en lo simbólico e ideológico.
El igualitarismo estaba encarnado en una militancia política, sindical y social. A ese fin los genocidas debieron previamente construir una otredad negativa, ni más ni menos que delinear las características que debían portar aquellos que serían los enemigos: los subversivos.
El concepto de sociedad de normalización aportado por Foucault resulta interesante en este punto; tanto la noción de normalización disciplinaria como la de normalización estadística harán que la sociedad cuente con sujetos normalizados y con los que escapan a aquella normalización. Así, las personas que por razones políticas, sociales o culturales no lograban ser aprehendidas por los conceptos de “Dios, patria, propiedad y familia” resultaban enemigas del orden vigente.
Esta construcción de la negatividad de ciertos grupos se vincula además con su potencial de subvertir un determinado orden social, en el que grupos de personas con carácter autónomo, crítico y solidario entablaban relaciones sociales y proponían cambios sociales que resultaban intolerables para los genocidas.
Roberto Viola expresó en el diario La Nación del 20 de abril de 1977: “La subversión es toda acción clandestina o abierta, insidiosa o violenta, que busca la alteración o la destrucción de los criterios morales y la forma de vida de un pueblo, con la finalidad de tomar el poder e imponer desde él una nueva forma basada en una escala de valores diferentes. Es una forma de reacción de esencia político-ideológica dirigida a vulnerar el orden político administrativo existente, que se apoya en la explotación de insatisfacciones, reales o figuradas, de orden político, social o económico”.
En similar sentido, el dictador Jorge Videla expresó en la revista Gente del 15 de abril de 1976 que “un terrorista no es solamente alguien con un revólver o con una bomba, sino también cualquiera que difunde ideas que son contrarias a la civilización occidental y cristiana (…) La subversión no es sólo lo que se ve en la calle. Es también la pelea entre hijos y padres, entre padres y abuelos. No es solamente matar militares. Es también todo tipo de enfrentamiento social”.
La normalización requerida para cierta mujeres militantes –subversivas– estaba basada en esas características tan bien descriptas en el instructivo: intervenir activamente en conversaciones políticas, opinar y debatir con varones, atacar actos de machismos, la pérdida de la feminidad, hablar de igual a igual a su pareja, unirse en concubinato, etc.
Como explica Pilar Calveiro, a las cualidades asignadas a los guerrilleros como personas despojadas de pautas morales y familiares, en los casos de las mujeres se adicionaban otras características que violaban el rol determinado culturalmente, concibiéndoselas con una enorme liberalidad sexual, malas amas de casa, malas madres, esposas y, sobre todo, crueles.[2] Son numerosos los relatos de las compañeras sobrevivientes que manifiestan el ensañamiento hacia ellas en sus cautiverios y las referencias de los represores en este sentido.
“Las mujeres víctimas de la represión ilegal, según la concepción de los represores habrían configurado un tipo de mujer doblemente transgresora, ya que por un lado cuestionaba los valores sociales y políticos tradicionalmente constituidos, y por el otro rompían las normas que según el imaginario social rigen la condición femenina: las mujeres en sus condiciones de madres y esposas desarrollan su existencia en el ámbito de los privado/doméstico, quedando reservado el espacio público/político para los varones. Por eso fueron ‘doblemente castigadas’”.[3]
No es casual que la prepotencia de la lucha por la subversión del orden injusto, inequitativo, que discrimina y mata a las mujeres y los cuerpos femeneizados, haya sido fuente inagotable de transformaciones sociales, políticas y culturales desde el 10 de diciembre de 1983 a esta época. Tampoco lo es que el 13 de diciembre de 1983, primer día hábil democrático, se presentara en el Congreso Nacional el proyecto de ley que equiparaba a les hijes matrimoniales y extramatrimoniales, junto a la ratificación de la Convención contra todas las formas de discriminación contra de la Mujer, de Naciones Unidas. Ni que Augusto Conte haya sido uno de los diputados que acompañó los proyectos de ampliación de derechos de las mujeres. Ni que pronto se sancionaran las leyes de patria potestad y de divorcio, que Lita Boitano haya estado el 8 de marzo de 1984 marchando, que muchas compañeras sobrevivientes y exiliadas sean hoy grandes referentes del feminismo, que en 1986 comenzarán a rodar hasta nuestros días los Encuentros (Pluri)Nacionales de Mujeres, ni que las Madres y las Abuelas sean faro de las luchas y resistencias hace más de cuarenta años, como tampoco que el pañuelo blanco y el verde se crucen en las plazas y los corazones.
Tampoco es casual y tiene su anclaje en nuestra historia que el feminismo popular sea un proyecto emancipador, antineoliberal, anticapitalista y anticolonial y que, finalmente, el movimiento de mujeres haya irrumpido en la política para transformar todo lo que deba ser transformado.
TRANSCRIPCIÓN DEL INSTRUCTIVO
Indicios para la detección de un agente subversivo
OBJETO:
Facilitar la detección del agente subversivo a través de la correcta interpretación de un conjunto (total o parcial) de indicios, reunidos en base a experiencias y de comprobada veracidad
CONDICIONES FÍSICAS Y TENDENCIAS.
- Edad entre 20 y 40 años
- Perfecto estado atlético; resistencia y destreza en los deportes
- Practica defensa personal y tiro al blanco
CARACTERÍSTICAS INTELECTUALES
- Estudios universitarios (completos o no)
- Amplio conocimiento histórico sobre origen y desarrollo del marxismo
- Profundo dominio doctrinario de la ideología marxista
- Perfecta claridad sobre los objetivos partidistas a lograr en lo político-económico-social
- Total subordinación a la lucha armada, de todo lo referente a sacrificio personal, familiar, económico y nacional
ACTITUDES DE INTERÉS
- Se hace conocer solo a través de su nombre de pila
- Utilizar un léxico característico: “represión”, “recuperación”, “expropiación”, “ajusticiamiento”, “pareja”, etc
- Muy tacaños, no gastan nada
- Buscan hacerse amigos relacionados con el periodismo o de acceso a servicios médicos
- Leer mucho, escribir mucho y en detalle
- Siempre atento a todo los que lo rodea; están en constante reconocimiento sobre personas o coches fijos o en movimiento
- Desaparecen sorpresivamente de lugares de reunión, trabajo, domicilio
- Crean polémica sobre cualquier tema
- Polemizan siempre ante un grupo de personas, cuanto más numerosas, mejor
- Conocen y desarrollan muy bien los temas de economía y política (distribución de la riqueza, estructura económica, terratenientes de la provincia de Buenos Aires, etc)
- Demuestran máxima sensibilidad por los problemas sociales de cualquier tipo
ACTITUDES DE INTERÉS EN MUJERES
- Intervienen activamente en las conversaciones del grupo, en especial sobre temas de política, economía, marxismo y subversión.
- Opina y discute con los varones y tiende a subordinarlos.
- Ataca violentamente todo acto de conducta de machismo surgido en los hombres del grupo
- Muy erótico, no tienen pudor, muy mal habladas. Total pérdida de la femineidad
ACTITUD HACIA LAS RELACIONES HOMBRE-MUJER
- Hablan siempre de “La pareja” nunca del “Matrimonio”
- El concubinato es la unión típica en el ámbito subversivo
- Las mujeres discuten de igual a igual con su pareja (temas ideológicos o subversivos)
- Se mantiene el matrimonio legalmente constituido, si ambos son guerrilleros
- Si un cónyugue (sic) es guerrillero, la unión legal se destruye
- Tendencia al matriarcado
[1] Este documento, leído cuatro décadas después de su confección, remite en algunos pasajes a una parodia de Diego Capusotto. “El Hippie es puto”, decía un presunto agente de la Policía Federal que trataba de enseñar a su público, posiblemente otros policías que están aprendiendo a identificar a este colectivo en particular. La escena, que tranquilamente podría transcurrir en los ’60 ó ’70, es posiblemente una de las mejores de las creadas por Pedro Saborido y Capusotto para el programa Peter Capusotto y sus videos. En otro pasaje, en un supuesto muy mal manejo del la perspectiva de género, ese mismo policía también decía, “la jipa también es puto”.
[2] Pilar Calveiro, Poder y Desaparición. Los campos de concentración en la Argentina, Buenos Aires, Colihue, 2001, pág. 94.
[3] Analía Aucia, Género, violencia sexual y contestos represivos, en Grietas en el Silencio. Una investigación sobre violencia sexual en el marco del Terrorismo de Estado, Aucia, Barrera, Berterame, Chiarotti, Paolini, Zurutuza, Rosario, Cladem, 2011, pág. 32.
Eli Gómez Alcorta y Aníbal Hnatiuk