El Oficio de Tinieblas (se conocía como "Las Tinieblas") se hacía al anochecer del Miércoles Santo, se cantaba en latín por el cura, el sacristán y un grupo de mozos.
El momento cumbre llegaba con el canto del Miserere con un coro junto al sacerdote al lado del altar y otro en la sacristía entonando a gritos desgarradores los versículos. Algunos mozos desde la sacristía abrían y cerraban la puerta entre cada versículo para darle aún más dramatismo a la escena provocando un ambiente inquietante. Aquí era cuando los rapaces pasaban, digamos, miedo.

Y ahora entra en juego la misión de la Vela María, curioso rito contra el Diantre, Demontre o Diablo.
En los Oficios del Jueves Santo, al tocar las campanas como señal de duelo por la muerte de Cristo, a partir del Gloria quedaban "cotas las campanas" enmudecen hasta el Sábado Santo en la Vigilia Pascual, se convocaba a los fieles a través de carracas y matracos tocados por los monaguillos calle a calle.

A partir de ese momento se cerraban a cal y canto las puertas de la Iglesia, para encerrar los espíritus malignos, porque se decía que los diablos que quedaban fuera eran los que hacían daño y para ello, durante la conmemoración de la Santa Cena colocaban la Vela María de nuevo bajo el altar para "cortarle la marcha al enemigo", se decía.
ambién en algunos pueblos las tormentas eran conjuradas al escuchar el primer trueno con la vela que había ardido ante el Señor durante el Jueves Santo, si, nuestra Vela María. La costumbre de prender la vela en días de tormenta persiste todavía en muchos hogares alistanos.
