Se conoce de Toledo su caracter mágico, su laberinto de callejuelas, la Catedral Primada, el Alcazar... pero pocas veces se recuerdan sus murallas. Murallas romanas, visigodas, árabes y cristianas. Con algunos trozos muy bien conservados y con hermosas puertas y torreones, cada uno con sus historias y sus leyendas.
La muralla de Toledo existía ya en la época romana y fue reconstruida por el rey visigodo Wamba sobre el año 674, aunque la actual es básicamente de origen árabe con algunos restos de la romana.
La finalización de la obra se debe al rey Alfonso VI, que tras reconquistar la ciudad en el año 1085, terminó esta muralla que hoy podemos ver.
Desde la Puerta de Bisagra hacia el este hay un bonito trozo de muralla con una torre cuadrada y varios torreones circulares. Son las llamadas Torres de la Reina, en recuerdo de Berenguela de Barcelona, esposa de Alfonso VII.
Son una sucesión de cubos y torres, tanto cuadrados como semicilíndricos, que se sitúan entre la Puerta de Bisagra y la denominada Torre de la Almofala y que delimitaban el antiguamente conocido como arrabal de San Isidoro.
Corría el año 1139 cuando el rey Alfonso VII
El Emperador armó un gran ejército desde Toledo para conquistar la fortaleza de Oreja o Aurelia, cerca de Aranjuez y único bastión musulman resistente en la frontera del Tajo y de gran importancia estratégica. Tan grande fue la preparación del ejército que quedó la ciudad de Toledo ciertamente desprotegida.
Enterados los gobernadores almorávides de Cordoba, Sevilla y Valencia, mandaron un importante ejército en auxilio de Oreja y, en una inteligente maniobra de disuasión, cercaron la ciudad de Toledo que había quedado al mando de la reina Berenguela.
Cuenta la leyenda que la reina, que contaba solo 23 años, apareció en lo alto de las murallas (en la que hoy se llama Torre de la Reina) para dirigirse a los caudillos musulmanes y reprocharles su cobardía al atacar de ese modo a una ciudad defendida por mujeres. Debió de pegarles tal bronca que los sarracenos, avergonzados, se retiraron.
Otra versión cuenta que envió un mensajero al campamento enemigo con una carta en la que les transmitía estas mismas palabras recogidas en la crónica de Alfonso VII: “¿No conocéis que es mengua de caballeros y capitanes esforzados acometer a una mujer indefensa cuando tan cerca os espera el Emperador? Si queréis pelear, id a Aurelia y allí podréis acreditar que sois valientes, como aquí dejaréis demostrado que sois hombres de honor si os retiráis”.
Sea como fuere, logró su objetivo: los emires musulmanes, con gran caballerosidad, reconocieron la justicia de las quejas de Berenguela y ordenaron la retirada. Tras 6 meses de asedio, la fortaleza de Oreja fue rendida por el hambre y el dominio castellano del valle del Tajo fue completo.
Pocos años despues, en 1143, tras la batalla de Almodovar del Campo, los castellanos tomaron prisioneros y decapitaron a los emires de Sevilla y Córdoba. El teniente de alcalde de Toledo ordenó que sus cabezas fueran expuestas en la muralla, pero la reina Berenguela se horrorizó ante la visión de tan sanguinarios trofeos, los hizo quitar de inmediato y ordenó que las cabezas fueran embalsamadas, metidas en cofres de oro y colocadas en sendos carros mortuorios que debían transportarlas hasta las viudas de las víctimas.
Una reina con carácter que participó activamente en la política del reino. Falleció con 33 años y está enterrada en la Catedral de Santiago de Compostela.
Sirva este artículo de modesto homenaje a todas esas mujeres fuertes y valerosas que nos hacen cada día la vida un poco menos dura.
Fuente: http://mtogetafe.blogspot.com.es/2012/02/una-reina-con-caracter.html
Revista Cultura y Ocio
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