La mayor amenaza que afronta España para su propia existencia es la de la ruptura de medio milenio de historia común con la proclamación de la independencia que proyecta la Generalidad presidida por Artur Mas, una situación que se debe en gran parte a las traiciones de José María Aznar, el primer ministro entre 1996 y 2004.
Aznar acaba de hacer unas declaraciones al diario ABC en las que muestra su decepción con Mariano Rajoy, al que ataca por todos los flancos, lo que señala que si tan mal lo hace el actual gobernante el primer error que debe afrontar es el suyo por nombrarlo heredero.
Parece cierto que los gobiernos del PP rescataron a España de las crisis económicas dejadas por los socialistas, tanto Aznar, tras Felipe González, como Rajoy, que parece librar el país de los enormes destrozos del también socialista Zapatero.
Pero debe recordarse que para acceder al poder en minoría en 1996 Aznar se entregó encadenado a la Generalidad de Jordi Pujol, que le exigió la destitución de Alejo Vidal-Quadras, presidente del PP catalán y un crítico del nacionalismo comparable al actual líder de Ciudadanos, Albert Rivera.
Así se inició la imparable decadencia del PP en Cataluña, por lo que aquella medida resultó una traición de Aznar a su propio partido, incluso al Estado, porque envalentonó a los nacionalistas cuyo objetivo final, estaba claro, era la independencia.
Tras decapitar a Vidal-Quadras Aznar le concedió al nacionalismo el control absoluto de la sanidad y de la educación, hasta entonces responsabilidad del Estado.
Y el nacionalismo comenzó a lavarle el cerebro, promoción tras promoción, a niños y jóvenes para hacerlos separatistas.
Todo gracias a este ser que se cree providencial y que dejó un deplorable balance de traiciones.
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SALAS