Al apoyar a Zapatero en estos momentos críticos, precisamente cuando España necesita que alguien valiente le diga al presidente que se marche, Felipe González Márquez ha vuelto a traicionar a España con un nuevo error político y moral, que se agrega a los que cometió como presidente del gobierno, cuando dejó el país medio arruinado, con la tasa de paro más alta de su historia, plagado de corrupción y practicando el terrorismo de Estado.
Muchos españoles habíamos puesto la esperanza en que Felipe, desde su responsabilidad histórica de expresidente de la nación, se atrevería a hablarle claro a Zapatero y pedirle que convoque elecciones, como conviene al país y como reclama ya más del 60 por ciento de la población, según las encuestas, pero, una vez más, se impuso el falso sentido de la "lealtad" y Felipe prefirió traicionar a España antes que perjudicar a su partido.
En los pasillos de Bruselas dicen que Felipe González se comporta ya como un multimillonario, no como un político. A la vista de lo que acaba de hacer en España, es probable que sea así.
En sus conversaciones privadas, Felipe González es muy crítico con Zapatero, al que detesta. En algunas apariciones públicas, le ha lanzado puyas y críticas más o menos hirientes, como aquella de que "Rectificar es de sabios, pero hacerlo a diario es de necios", o aquella que le lanzó a la cara recientemente, cuando le´dijo que "los socialistas estamos deprimidos", o la más todavía reciente de que a Zapatero "le ha golpeado la realidad de la crisis" y que "eso se le nota". Sin embargo, a la hora de la verdad, en lugar de ser consecuente con su criterio, Felipe apoya al agonizante líder socialista español que está llevando a su país hasta el abismo de la pobreza, el descrédito y la derrota.
Felipe no es tonto y sabe que el problema principal de España es Zapatero, un insensato al frente de un país secuestrado, que ha mentido demasiado, que ha perdido la confianza de los españoles y en el que ya ni siquiera creen los mercados, ni sus colegas que gobiernan los grandes países occidentales. Pero Felipe silencia sus criterios y no actúa de acuerdo con esa verdad dramática de que Zapatero es un estorbo para todos y una ruina viviente para España, demostrando así que antepone sus propios intereses de millonario internacionalmente influyente a los intereses de su propio país.
Otra desgracia para España.