Mañana es el gran día. Se acabó el paripé. Se producirá lo que todos sabíamos. La lideresa será oficialmente candidata. Y se presentará acompañada de los grandes popes socialistas. En el acto de presentación Felipe se sentará a la derecha de Susana y Guerra a la izquierda. Ha vuelto el siglo XX.
Tres eran tres los candidatos del PSOE, pero permítanme que les diga que en realidad son dos. Patxi López, el pequeño gran lendahakari, el mismo que gobernó Euskadi a pachas con el Partido Popular, justo ese que presidió la mesa del Congreso gracias al Partido Popular, quien se apeó del tranvía de Pedro Sánchez en cuanto vio que no iba de ganador, el que votó –a pesar de lo que había dicho— para que Rajoy fuera presidente, ese mismo, no es un verdadero candidato. Juega, como siempre ha hecho, a favor de corriente, junto a los que cree que ganarán. Es, simplemente un caballo de Troya que Susana y Felipe han puesto a cabalgar a sabiendas de que no llegará a la meta y que se entregará en manos de la lideresa andaluza por un plato de lentejas, o sea, por un carguillo. Esa es su misión: quitar votos a Sánchez y entregarlos en bandeja de plata a Salomé. En realidad son dos los candidatos.
Y, miren ustedes, no puedo ser neutral. Siendo verdad que Sánchez no es un izquierdista como aparenta, y que habiendo tenido la posibilidad de gobernar desde la izquierda prefirió a Ciudadanos –lo que dice mucho de su ideología--, no cabe duda de que por el bien de la izquierda, Susana Díaz es un peligro mucho mayor. Su ambición de poder desmedida y su odio a Izquierda Unida y a Podemos, así como su transigencia con Ciudadanos y el PP habla claro al respecto. Ella tiene la máxima responsabilidad, desde la sombra, de que hoy Rajoy sea presidente del gobierno. Y está tan contenta. Todo menos apoyar a Unidos Podemos.
Susana Díaz es la candidata de la vieja guardia: González, Guerra, Corcuera. Esta lideresa es también la preferida por los poderosos del partido, casi todos los barones están con ella. Por el contrario, Sánchez es el personaje odiado por la gestora, ese engendro --liderado por el hombre más triste de la política española: Javier Fernández--, que se cargó lo que habían votado las bases. Es un político al que apoyan muchos socialistas de base y pocos de la élite. Un hombre que mantuvo el no a Rajoy, a pesar de que le costó su cargo.
En definitiva, es la lucha de David contra Goliat, Sánchez contra Díaz, mientras que López sigue jugando a quitarle la onda a David. Todo el aparato del PSOE está luchando contra Sánchez. Tanto que le están poniendo pegas en todo, le marcan muy de cerca, de hecho le han prohibido que se financie con un crowdfunding y han colocado al frente del proceso de las primarias a Mario Jiménez, el portavoz de la gestora que es a la vez el portavoz del gobierno andaluz. ¡Olé con la neutralidad! ¡Viva la democracia! Ahora resulta que el número dos de Andalucía –casualmente gobernada por Díaz— va a ser quien dirija el proceso donde su ‘ama’ es una candidata. O sea juez y parte. ¡Qué bonito!
A pesar de los cambios y errores que cometió Pedro Sánchez debería ganar por el bien de la izquierda. De ganar Susana Díaz estaremos condenados a perpetuar la Gran Coalición. Ya ha manifestado su aversión a la izquierda verdadera y ha defendido su apoyo a Rajoy para gobernar y para pactar en el Congreso. Todo por la estabilidad y el bipartidismo.
Mañana la ‘gran esperanza blanca’, después de amagar durante meses, se proclamará candidata del PSOE y los barones y la vieja guardia lucharán junto a ella para que en este país se perpetúen las políticas liberales que nos han llevado hasta donde estamos. Esperemos que, por una vez, las bases socialistas puedan darle la vuelta a la tortilla, a pesar de que Susana tiene todo el poder de su parte. Este país necesita un PSOE de izquierdas y de una cosa estoy seguro: Susana Díaz no está por esa labor.Salud y República