Con todos esos gatos colgando, esa piel, ese peinado y esos desmayos, Lil Dagover (la actriz absoluta del film) bien podría haber sido “Blancanieves”, pero no ella es “La bella Durmiente” y se pasa el 80% del film en estado de ensoñación.No tiene nombre y muy poco sabemos de su pasado, apenas que tiene un novio que ha desaparecido en compañía de un desconocido alto y vestido de negro que (descubre) vive en las inmediaciones de un cementerio, rodeado de un muro sin puertas ni ventanas. Esa infidencia sirve, sin embargo, para que adivinemos su futuro.Desvanecida a los pies del impenetrable paredón, después de haber visto una procesión de fantasma, un farmacéutico intenta ayudarla y mientras le prepara un té, ella aprovecha para llevarse veneno a los labios y entra, otra vez, en trance somnoliento.Con la certeza de que el extraño es la Muerte o el Destino, intenta convencerlo (con ojos parpadeantes, manos en oración y una frase afanada) de que “el amor es tan fuerte como la muerte”. El Destino, que ya está un poco falto de vitaminas y es bonachón, la mira con condescendencia y le da una tregua: si logra mantener encendidas tres velas, que son tres vidas, le devolverá a su prometido.Así que por un limpio ardil de montaje, el relato pasa del plano de una vela a Arabia, a Venecia y a China, donde los amantes (como trasmigrando por almas) son una y otra vez separados por algún tirano celoso, codicioso y ayudado por la Muerte; la muchacha intenta desbaratar los designios de la Providencia y falla siempre. Las tres luces se apagan y la chica, porfiada, le regatea una última oportunidad: debe entregarle una vida a cambio de la que ella quiere. El farmacéutico (que le había confesado estar cansado de vivir), un pordiosero y los enfermos del hospital - ¿cuyas existencias parecen valer menos?- la sacan zumbando al son de los versos: Ni un día, ni una hora, ni un respiro… y cuando por fin tiene en sus manos la vida de un niño a punto de ser abrasado por un incendio, la muchacha no puede con su moral y en lugar de entregárselo al Destino, lo devuelve a su madre (como si no fuera lo mismo). Lil se desvanece por última vez, uniendo su alma a la de su amado en ascenso por colinas floridas.