Revista España

Las tres vidas de la Gran Vía

Por Manugme81 @SecretosdeMadri

Tres vidas fusionadas en una misma calle, tres personalidades integradas en una misma identidad, esto es precisamente lo que sucede con la Gran Vía, la principal calle de Madrid, que a pesar de extenderse algo más de 1.300 metros que hoy entendemos como un único ente, pero tenéis que saber que en su concepción fue muy diferente. Un origen fragmentado, que con un poco de atención, aún se percibe si ambiente.

Como os he comentado en alguna ocasión, la idea de construir la hoy Gran Vía se tomó para oxigenar el centro de Madrid, atiborrado de calles angostas a las que no daba tregua el cada vez más denso tráfico de la capital. Los atascos eran constantes así que se tomó la decisión de derribar decenas de edificios para abrir una gran y amplia avenida. Las obras no empezaron hasta 1910 aunque el primer proyecto se había presentado mucho antes, en 1862.

Como os decía, la Gran Vía se concibió en un principio como tres calles con nombres y estilos diferentes, ¿lo sabíais? Aunque finalmente, en el año 1981, durante la alcaldía de Tierno Galván y dado de que todo el mundo se refería a esta calle como la Gran Vía, se pasó a su denominación "oficiosa" por la "oficial" y el rótulo de Gran Vía comenzó a adornar sus fachadas. Pero no corramos tanto, volvamos a los primeros meses de vida de esta calle y a sus primeros portales para conocer las que fueron, y en parte aún son, sus tres identidades.

El primer tramo, que arrancaba desde la Calle de Alcalá hasta la Red de San Luis, en la Calle Montera se llamó Avenida del Conde de Peñalver. Recibió este nombre por Nicolás de Peñalver y Zamora, político nacido en La Habana quien fue Alcalde de Madrid hasta en tres ocasiones y quien firmó el inicio de las obras de la hoy Gran Vía. En este primer tramo destaca la presencia de numerosos hoteles y priman los bellos edificios de corte francés. Sin duda alguna, este tramo inicial es el más calmado de todos, perfecto para pernoctar después de una larga caminata por Madrid.

El segundo tramo abarcaba las manzanas que van desde la citada Red de San Luis (donde hoy se ubica el McDonalds de la calle Montera) hasta la animada Plaza de Callao. Este fragmento se denominó Avenida de Pi y Margall por el también político Francisco de Pi y Margall, quien fuera Presidente de la Primera República. Si algo destaca este tramo es por su marcada vocación comercial y por su constante trasiego de gente. Las aceras de este tramo intermedio están repletas de personas con bolsas, que vienen y van, y aquí nos topamos, en el número 28 el que para mi es el rey de la Gran Vía, el Edificio Telefónica, que, curiosamente, se instala en el punto más alto de la Gran Vía.

Tenemos los hoteles, tenemos las tiendas, ¿y que nos falta? ¡El ocio y la diversión! De ello se ha encargado siempre el último tramo, el que arranca con su gran abanderado, el Edificio Carrión (o Capitol) y que se apaga al nacer la Plaza de España. Cines, teatros, musicales y enormes neones. Así fue siempre el día a día de este último fragmento, bautizado con el nombre de otro ilustre político, Avenida de Eduardo Dato, en honor al que fuese Presidente del Gobierno.

Conde de Peñalver, Avenida de Pi i Margall y Avenida de Eduardo Dato. Tres nombres y tres formas de entender la vida que no tardaron en fusionarse hasta dar con la principal calle de Madrid, la Gran Vía.

Las tres vidas de la Gran Vía

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