Revista Comunicación
El padre Naranjo era un profesor de religión -cuando la
religión era obligatoria en la enseñanza de este país- que tenía la osadía de
contar a sus alumnos el manido chiste de las dos Españas -y había que tener un
par para contarlo en público- con Franco todavía vivo. Ya saben, aquel de España es una, grande y libre.
El páter solía decir que la gilipollez es universal, como la
filosofía y otras ciencias, y que es demasiado frecuente toparse con la primera
disfrazada de la segunda. Por desgracia para el género humano.
Ferviente creyente como era, al padre Naranjo le hubiera
sonrojado sobremanera que el pasado jueves 7 de junio, día del Corpus por más
señas en la mariana ciudad de Sevilla, la gilipollez se entronara por sí sola
al rango de titular. Las tribulaciones debieron no pasar muy buena noche.
Jueves de iluminaciones etéreas y deslumbramientos divinos,
el último día del Corpus en Sevilla amaneció bien temprano con el
anuncio de la sorprendente visita de un ser del más allá a una ciudad
todavía aletargada por las penurias con que cada mañana la despiertan esos
agoreros de la catástrofe en que se han convertido los medios.
La cosa prometía pues no era descartable contemplar el
admirable espectáculo de un sin fin de cuerpos levitando asaetados por el rigor
místico atravesando las calles de Sevilla sofocadas por el abrazo de la
canícula. Un entretenimiento nada despreciable dada la apatía y el aburrimiento
mayúsculo que suelen ahogar a los hijos de Híspalis durante la antesala del
verano.
La ministra de Trabajo, Fátima Báñez, ya había dejado el
listón bien alto encomendándose
al Virgen del Rocío para que nos saque de la crisis. Pero nuestro Alcalde,
Juan Ignacio Zoido, -hombre de osadía donde los haya- no quiso ser menos y,
tras el pateo correspondiente acompañando a la procesión tradicional del primer
jueves de junio por las calles de la ciudad, unificó
a todos los sevillanos bajo el amplio manto de la creencia en Cristo. Y
para más inri lo hizo a voz en grito a través de la red social de Twitter, aunque a día de hoy tan histórico
tuit ha desaparecido como por ensalmo de su time line (lástima la fea costumbre
de no hacer determinadas capturas de pantalla).
Esto no fue óbice para que, a renglón seguido y volviendo a
hacer uso de esa facilidad suya de generalizar para hacer único lo
intrínsecamente diferente, lanzara otro mensaje universal a las tórridas
tierras tuiteras advirtiendo del “orgullo”
de los sevillanos de “aquello que le sirve a Sevilla para destacar en el mundo,
como es el Corpus”. Don Antonio Machado y otros ilustres hijos hispalenses mediante,
por supuesto.
Muy mal deben andar las cosas por estas tierras de España
cuando a sus gobernantes, responsables primeros de sacarnos del atolladero
donde nos ha metido esta monumental crisis, no se les ocurre otra cosa que
encomendarse a seres del más allá, cuya existencia radica en la mera
apreciación subjetiva de un indeterminado número de personas. Apañados vamos si
el nivel de competencia se ha de medir por semejante rasero.
Pero además que el Alcalde de la ciudad se permita el lujo
de otorgar títulos nobiliarios de sevillanía en función de determinada creencia
religiosa, amén de una discriminación rampante y una falta de respeto a la
Constitución española, me parece de tan poca sensibilidad y de tal
distanciamiento de la realidad de la ciudad, que hacen poner en duda que quien
la ejerce sea capaz de llegar a ser ese alcalde “para todos los ciudadanos” que
tanto se desgañitó en prometer durante la campaña electoral.
De seguro que, de haberlo oído, mi amigo el padre Naranjo se
hubiera visto obligado de nuevo a contar aquel manido chiste.