La fría mañana del lunes 11 de noviembre de 1918 el frente de combate iba a quedar en silencio. En la madrugada previa Alemania y las potencias aliadas (Francia, Reino Unido y Estados Unidos) llegaban a un acuerdo para un armisticio que pusiera fin a la Gran Guerra.
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El acuerdo iba a entrar en vigor a las 11 de la mañana, y en él se iba a declarar vencedores a los países aliados, culpabilizando a Alemania del conflicto, e incluso incluyendo un reparto de los territorios en dicho acuerdo.
Las últimas horas de la Primera Guerra Mundial
Todo ello hace aún más incomprensible lo sucedido en las horas previas a la llegada del alto el fuego, en las que hubo miles de víctimas, sin que su muerte pudiera hacer variar el signo de la guerra.
A continuación expondremos lo absurdo de esas últimas horas de la Gran Guerra, plasmándolo en la muerte de tres soldados en los minutos previos a la entrada en vigor del alto el fuego oficial, siendo cada una de sus muertes más absurda y evitable que la anterior.
George Edwin Ellison
George Edwin Ellison tuvo un final trágico e irónico, puesto que iba a perder la vida en el mismo lugar donde había tenido la primera derrota británica en el conflicto –encontrándose nuestro protagonista en el ejército derrotado-. Además sería la última baja de guerra británica. Su muerte se produjo apenas noventa minutos antes de la entrada en vigor del armisticio.
Como hemos señalado, Ellison se encontraba presente en el continente europeo desde la primera batalla del Ejército Británico en la guerra -Batalla de Mons, 23 de agosto de 1914-. consiguiendo sobrevivir a varias batallas relevantes en la guerra, como las de Ypres, Amentières, Loos, Lens o Cambrai.
Sin embargo, en las últimas horas de la guerra iba a caer abatido por un disparo enemigo, durante un último y absurdo ataque ordenado por sus superiores –ávidos de gloria personal por conseguir reunir méritos de guerra-, en las afueras de la localidad belga de Mons. Una bala perdida alemana iba a acabar con su vida, cuando contaba con 40 años.
La ironía de su muerte se iba a encontrar en que precisamente fue en Mons donde el ejército británico iba a sufrir su primera derrota en la guerra, y por ese motivo, los generales británicos iban a tener la absurda idea, cuatro años después, de iniciar una ofensiva que les llevara a hacerse con el control de la localidad antes que el alto al fuego entrase en vigor.
George Lawrence Price
En la misma madrugada que se alcanzó el acuerdo de armisticio, la compañía en la que se encontraba enrolado el canadiense Price iba a recibir la orden de avanzar desde Frameries (al sur de Mons) hasta Havre, asegurando los puentes en el Canal du Centre. En pocas horas su batallón llegó a la posición requerida.
Price y un compañero, llevaron una patrulla a través del puente para registrar las casas del otro lado del canal, descubriendo que había soldados alemanes montando ametralladoras en ellas. Tras ser descubiertos, los alemanes fueron retirándose, cubriendo su retirada con fuego de francotiradores alemanes.
Uno de esos disparos iba a alcanzar en el pecho a George Price, provocando su muerte en aquel mismo instante, a las 10:58 horas. Iba a ser el último soldado del Imperio Británico caído durante la Primera Guerra Mundial en el Frente Occidental.
Henry Gunther, la última víctima de la guerra
La última víctima oficial de la Primera Guerra Mundial iba a ser el estadounidense Henry Gunther, quien perdió la vida de manera temeraria y estúpida cuando apenas quedaba un minuto para la entrada en vigor del alto el fuego.
Debido a un hecho desafortunado, durante el conflicto, iba a ser degradado de sargento a soldado raso, como consecuencia del contenido de una carta que envió a algún familiar o amigo. Dicha carta iba a ser interceptada por la censura militar, ya que en ella criticaba las condiciones en las que se encontraban las tropas en las trincheras y aconsejaba evitar enrolarse en las filas del ejército.
Precisamente iba a ser esta degradación la que iba a pesar mucho más que la razón en la última mañana del conflicto. Aquella mañana el soldado se alzó contra las órdenes de su sargento, cargando con su bayoneta para intentar tomar una trinchera enemiga, para así hacer méritos y recuperar el rango de sargento. Ni sus compañeros ni los alemanes –estaban dejando pasar las horas para entregarse sin que hubiese más víctimas- consiguieron detener al estadounidense en su estúpida acción.
Finalmente sería abatido por fuego alemán cuando apenas quedaba un minuto para que concluyese la guerra. Su muerte iba a ser registrada como la del último soldado caído en la Gran Guerra. De forma póstuma, el Ejército le restauró el grado de sargento.
Conclusión
Las cifras y la violencia de la Primera Guerra Mundial no iban a admitir comparación con ningún otro conflicto bélico sucedido hasta ese momento en la historia de la humanidad. A su conclusión iba a haber un rastro de más de diez millones de víctimas mortales y una zona –el centro del continente europeo- totalmente destruido a nivel industrial y agrícola.
A pesar del tiempo transcurrido, resulta incomprensible e inexplicable lo sucedido en las últimas horas de la guerra. Seis horas -las que separaron el acuerdo de la entrada en vigor del armisticio- que suponen un absurdo que queda plasmado con las tres citadas muertes, aunque se dieron varios millares más de muertes de gente que jamás pudo retornar a su hogar.
Autor: David Rodríguez para revistadehistoria.es
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Bibliografía:
ARTOLA, Ricardo (2014): La Primera Guerra Mundial. De Lieja a Versalles, Madrid, Alianza Editorial S.A.
HART, Peter (2015): The Great War: A Combat History of the First World War, Oxford University Press.
JAROSLAV HASEK, Schwejk (2008): Las aventuras del valeroso soldado, Barcelona, Galaxia Guttemberg.
OVERY, Richard (2014): Primera Guerra Mundial: la Guía visual definitiva, Madrid, Akal.
PERSICO, Joseph E. (2004): Eleventh Month, Eleventh day, Eleventh hour. Armistice Day, 1918. World War I and Its Violent Climax, Random House.
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