
Las vacaciones son ese momento del año tan relajante que queremos huir de casa. Ese día en el que pensamos que estamos mejor en cualquier otra parte del mundo, que en el nuestro habitual. Y nos pasamos días y más días buscando lugares para así desestresarnos y olvidarnos de todo; que, ojo, podemos acabar en una tienda de campaña en mitad de un monte, convencidos de que es muchísimo mejor que la comodidad de nuestro sofá favorito junto a la ventana. ¿Y el dolor de espalda por las piedras del suelo? Un masaje.
Hacemos la maleta, preparamos las cosas, metemos los libros y cargamos el lector. Empieza el viaje. "Bienvenido a la compañía xxxxx y gracias por elegirnos para realizar su vuelo. apaguen los aparatos electrónicos...." Que digo yo que si el equipaje de mano se mide y pesa, el libro debería de quedar exento. ¡Anda que no pesa la cultura como para que ahora me digan que tengo que apagar el lector! Total que el vuelo es largo y por fin puedes empezar a leer. Empecemos, situémonos, viajamos a un país determinado y aún nos abemos la época. El protagonista, un hombre de mediana edad, con un vaso en la mano, se acerca y nos dice "¿Desean tomar algo? Tenemos a su disposición un menú con patatas y cacahuetes?"... Ah, no, no ha sido el protagonista. Ese nos mira perplejos dudando si acercarse o salir corriendo. Sigamos, bueno, sigamos en cuanto me dejen de dar pataditas en el asiento, que no sé si leo novela negra o estoy sintiendo que va a salir uno de los gusanos de Dune.
Ahora, bien... el protagonista deja el vaso porque le suena el móvil y es que, parece ser que han encontrado un cuerpo y es algo terrible y espantoso. Sobrecogedor lo que oye al teléfono... "Pueden adquirir un cupón para el sorteo de un twingo.." Y el prota levanta la vista, traspasando esa línea invisible que separa ambos universos y te dice: "¿Se puede saber qué narices pasa?" Así que te disculpas ante la atónita mirada de tu compañero de viaje, que lleva rato mirando de reojo tu extraño parloteo con un aparato en el que, a todas luces, no estás haciendo una llamada, y decides darle una última oportunidad. Tu protagonista camina, con la consabida gabardina y mirando de vez en cuando sobre su hombro... creo que pretende no perderte de vista, no sea que vayas a volver a hacer algo inoportuno mientras te narra su triste historia. Llega a la escena del crimen y... se oye un pitido mientras por los altavoces dicen: "Nos estamos acercando al aeropuerto de..... la temperatura exterior es de.... grados y son las..... de la mañana. Apaguen los aparatos electró..." y no puedes oír más, en ese momento lo único que has escuchado ha sido la amarga risa de un protagonista, que da la vuelta a la esquina para desaparecer, moviendo la cabeza decepcionado por la compañía que le ha tocado soportar.
Y más o menos así empiezo yo mis vacaciones. Supongo que como muchos de vosotros. Luego haré visitas, compraré libros, pagaré el recargo por peso en el aeropuerto... Esas cosas tan normales que todos hacemos en estos casos. El 18 regreso, pero mientras tanto, seguiré dando la lata en twitter y en Instagram
Disfrutad de las vacaciones.
