Revista Opinión

Las Valquirias de Ciudadanos

Publicado el 21 febrero 2021 por Manuelsegura @manuelsegura
  • Las Valquirias de Ciudadanos

Escuché a la hora del desayuno, en una tertulia radiofónica, decir a Juan Ramón Calero que es la mediocridad la que flota en la política actual mientras la gente de peso se hunde. Él pudo vivirlo en sus propias carnes, a comienzo de los noventa, cuando lo descabalgaron de la presidencia regional del PP. Si no hubiera sido así, es muy probable que desde la Región lo hubiésemos visto sentado en el Consejo de Ministros en su calidad de prominente barón del partido.

Estos días, el Gobierno regional vive momentos de zozobra a raíz de la situación de esquizofrenia de uno de sus socios. Ciudadanos ha optado por darse un tiro en el pie como paso definitivo a su extinción. Tras los humillantes resultados en Cataluña, un sainete bastante parecido al desplome que experimentó en las últimas elecciones generales, en la comunidad murciana llevan camino de repetir la hazaña.

La jurista Beatriz Ballesteros ha sido la última en abandonar un barco que ya tiene demasiadas vías de escape. Hay quien entiende la política como un modus vivendi, pero hay también quien tiene la autoridad moral que le confiere su autonomía profesional para dar un portazo cuando los cimientos de su dignidad y su prestigio se tambalean y ponen en tela de juicio. Posiblemente la que fuera consejera de Transparencia hizo aquello que José María García relataba que le pasó cuando barruntó que sus horas en la cadena SER estaban contadas: “Me fui cinco minutos antes de que me echaran”, declaró entonces Butanito.

Parece que la actual lideresa autonómica de Ciudadanos, Ana Martínez Vidal, se levanta cada mañana con la idea fija de hacer un triple salto mortal, más complicado aún, para poner en un nuevo brete a los suyos y a sus socios del Ejecutivo. Es capaz de hablar por los demás y en estos días lo ha llegado a hacer hasta en nombre del presidente López Miras, exigiendo -más que anunciando- una urgente remodelación del Gobierno. Está claro que el PP se verá prisionero, durante lo que resta hasta las próximas autonómicas, de los caprichos de Ciudadanos para, por ejemplo, sacar adelante los Presupuestos de la Comunidad Autónoma para 2021 o la Ley del Estatuto del Presidente. Por mucho que se lamenten y rasguen las vestiduras desde González Adalid mientras López Miras se regocija contemplativo desde la barrera, esperando a que le pasen al despacho, entre el correo, el certificado de defunción de la formación naranja. Pero de ahí a tener que soportar episodios como los de esta semana, se me antoja que hay que apelar a los principios de dignidad y decoro.

Además, en otro hecho insólito por el que suplanta al presidente, Martínez Vidal ha sido la encargada de anunciar al sustituto de Ballesteros, que no es otro que un hombre de su absoluta confianza y mano derecha en su consejería: José Gabriel Sánchez Torregrosa. Ya advirtió que los experimentos con personalidades independientes habían tocado fondo y que ahora, como si fuera Julie Andrews en Mary Poppins, anuncia que llega “el ADN de Ciudadanos”. Y lo de la exconsejera ha podido ser un claro ejemplo.

En el otro lado del tablero se sitúa la vicepresidenta virtual de este Gobierno, Isabel Franco. Nunca un cargo tuvo tanta pomposidad en su denominación y tan poco contenido en su trasfondo político. Martínez Vidal sueña y ambiciona con ostentarlo, imagino que dándole una vuelta de tuerca. Franco pasa por ser una consejera más, con el mismo rango que sus compañeros de gabinete, aunque es cierto que está instalada en un consistente departamento con las sensibilidades sociales a flor de piel. Cuando el viernes, en una entrevista en la radio autonómica, le preguntaron si pensaba seguir el mismo camino que su excompañera Ballesteros, contuvo la respiración, se produjo un silencio y expresó un prolongado: “Nooooo…”. Esa comparecencia, que la titular de Política Social preparó a conciencia, meditando muy mucho lo que iba a decir de su compañera y sin embargo enemiga Martínez Vidal, que ya ejerce de vicepresidenta de facto, levantó aún más polvareda por la redifusión que, a modo de altavoz, dieron otros medios a sus palabras. Denunció “graves errores” y la “humillación” a la que, según su propia expresión, se había visto sometida la titular de Transparencia, circunstancia por la que el jueves Franco protagonizó una escena muy a lo María Guerrero durante el Consejo de Gobierno, abandonando la sala entre sollozos.

Ha terciado también en este embrollo el senador Miguel Sánchez, ese llanero motorizado en la Cámara Alta a la que llegó sin la aclamación de los que ahora mandan aquí en su partido. Como el capitán Willard, en Apocalypse Now, se adentra en la jungla de este su Vietnam particular para localizar al coronel Kurtz. Hay quien critica a Sánchez por haber aceptado el sillón senatorial del cementerio de elefantes de la plaza de la Marina Española, obviando que de ser un tipo acomodaticio dejaría pasar esta legislatura cobrando la guita y contemplando a sus antiguos soldados cómo se autodestruyen mientras consumen psicotrópicos o por sus propias frustraciones. Sin embargo, prefiere estar en la pomada y mojarse con sus ácidos tuits. Habrá que confiar en que no le ocurra lo que a Willard y acabe atrapado por una especie de síndrome de Estocolmo. Lo cierto es que a esta disparatada película de Ciudadanos en la Región solo faltaría incorporarle, como banda sonora de la misma, la Cabalgata de las Valquirias de Richard Wagner, como hizo Coppola. Sería lo suyo.

[eldiario.esMurcia 21-2-2021]


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