Uno de los fenómenos más conocidos de la conquista del Lejano Oeste fue la aparición de poblaciones que, con el continuo flujo de emigrantes, experimentaron un rápido crecimiento en pocos años y que, junto a los ciudadanos pacíficos, acogían a todo tipo de aventureros, delincuentes y desesperados.
Esta población flotante de dudosa honorabilidad era la causante de un clima de violencia e inseguridad al que pronto hicieron frente los ciudadanos con sus agentes del orden y un frecuente uso de la horca.
El origen de Las Vegas
La ciudad de Las Vegas, hoy día considerada la capital mundial del juego, es un ejemplo paradigmático de esta clase de poblaciones. Fundada en 1835 como un pequeño asentamiento mexicano junto a la ruta de Santa Fe, recibió pronto el impacto de los ejércitos conquistadores, las guerras indias y las oleadas de emigrantes del este, de lengua y costumbres distintas.
A diferencia de otras célebres poblaciones fronterizas del Oeste, en las que la violencia dominó solo durante breves periodos, Las Vegas experimentó la violencia de la frontera a lo largo de más de medio siglo, con lo que se ganó la reputación de ser lo más salvaje del Salvaje Oeste.
Resulta extraño que casi todos los historiadores del Oeste americano pasaron por alto un lugar como Las Vegas, un pueblo tan violento, en el que se produjeron tiroteos sangrientos y ahorcamientos como para hacer que Tombstone y Dodge City parecieran colonias de hermanamiento.
Asesinos y bandidos en Lejano Oeste
La llegada del ferrocarril a Las Vegas en 1879 trajo a la ciudad una hondonada de asesinos, ladrones, bandidos, estafadores, tahúres y vagabundos, acompañados por la colección habitual de mujeres de salas de baile y de vida alegre.
Durante más de un año desde la llegada del ferrocarril, Las Vegas fue el pueblo más violento de la región. El periódico Daily Optic recaba la muerte de 29 hombres, asesinados sin más o de un tiro en defensa propia o ahorcados por el bien organizado Comité de Vigilancia.
Billy el Niño, Wyatt Earp, Doc Holliday y Jesse James se cuentan entre algunos de los personajes más legendarios de la frontera del Oeste que entraban y salían de Las Vegas cuando era un pueblo de final de trayecto.
Sheriffs y cárceles
Muchas ciudades tuvieron que crear leyes o normas de convivencia que pretendían evitar los enfrentamientos entre la población, sobre todo los ocurridos en el interior del saloon. Con el crecimiento de las ciudades crecieron los conflictos y hubo poblaciones que tuvieron que instalar cárceles, oficinas del sheriff y nombrar a agentes de la ley.
En el pueblo de Abilene hubo tantas disputas que Joseph McCoy, ya como alcalde, tuvo que recurrir a las habilidades del famoso marshall Wild Bill Hickok. El sueldo mensual de Hickok era de ciento cincuenta dólares.
John Wesley Hardin, un legendario forajido acusado de matar a unas cuarenta personas, visitó el pueblo y dijo: "He visto muchas ciudades promiscuas, pero creo que Abilene les da una paliza a todas. El poblado estaba repleto de hombres y mujeres duchos en el juego, apostadores, cowboys, delincuentes, gente de toda calaña. Bien equipado de bares, hoteles, barberías, y casas de apuestas, todo a disposición".
El pueblo estuvo tan sometido a la corrupción que Abilene votó para que la actividad ganadera no continuara obligando a que los cowboys abandonaran la ciudad.
La violencia en las ciudades no solamente se producía entre los cowboys, sino también entre leñadores, mineros o jornaleros. Por ejemplo, en la ciudad de Bodie (California), en plena Fiebre del Oro, encontramos índices de homicidios de 116 por cada 100.000 habitantes. En Benton, Wyoming, 24.000 (es decir, casi uno de cada cuatro). Como si estuvieran en plena guerra.
Una época, el Oeste americano, fascinante, de la que que el viajero interesado por la historia podrá empaparse si lee el nuevo libro de Javier Ramos. Mitos, leyendas y tesoros del Salvaje Oeste (Modus Operandi) nos sumerge en el apasionante mundo de estas tierras, inicialmente ignotas y lejanas habitadas por tribus indígenas, hacia las que partieron intrépidos exploradores y personajes con un pasado oscuro.
Soy periodista y experto universitario en protocolo. He trabajado en diferentes medios de comunicación como 20 minutos, Las Provincias o Diario 16. Ahora ejerzo labores de community manager, colaboro en blogs y publicaciones digitales. Autor del libro 'Eso no estaba en mi libro de Historia de Roma'.