Domingo 17 de agosto
30 millas antes de llegar a Las Vegas, empiezan a verse sus edificios sobresaliendo de un inmenso desierto. Es la ciudad del pecado, Sin-City, donde todo está permitido y donde la doble moral más que evidente en EEUU se pierde. Aquí no hay moral que valga, cualquier lugar es bueno para fumar o beber, la prostitución se evidencia en cada esquina y cada hotel, hasta en los más lujosos, a pesar de estar prohibida por ley y la permisividad en el juego, hasta hace poco ilegal en la mayoría de los estados, es su principal fuente de ingresos.
A pesar de haber visto miles de películas de Las Vegas, uno no puede creerse todo lo que hay en esta ciudad si no la ha visto. Es un parque de atracciones gigante, donde los hoteles y casinos compiten en tamaño, extravagante arquitectura, servicios ofrecidos a sus clientes y espectáculos y atracciones. Cada hotel es un ciudad dentro de Las Vegas. Entrar en ellos es fácil, incluso los parkings son gratuitos aunque no seas cliente, la cuestión es facilitar el acceso a los potenciales jugadores. Salir no lo es tanto, no hay atajos como en el Ikea. Hay que pasar por el casino y las zonas de shopping, para ir al parking o a cualquiera de los espectáculos y atracciones que ofrecen.
Las Vegas Boulevard o Strip es la calle principal de la meca del juego. La mayoría de hoteles, casinos y centros comerciales están ubicados en esta inmensa calle que cruza la ciudad de punta a punta.
Viajamos con nuestra hija de ocho años, y el hotel de Las Vegas se lo dejamos elegir a ella. Así que, muy a nuestro pesar, nos hospedamos en el Circus Circus. Su parque de atracciones y su gran cantidad de chiringuitos de feria además de números circenses gratuitos lo hacen ideal para las familias. Pero no por acoger a niños, le iba a faltar un casino, de eso nada…
Nada más llegar y una vez se ha encontrado la habitación, hay que lograr salir de hotel que, como ya he dicho antes, no es tarea fácil. Aunque si no llegas a encontrarla, no morirías de hambre ni de aburrimiento. Restaurantes, buffets, hamburgueserias, pizzerías, tiendas,… de todo para que los huéspedes no sientan la necesidad de salir.
Para poder descansar un poco antes de salir, después de habernos levantado ese día a las 5.30 pm, comimos en un McDonald’s situado al lado del hotel y estuvimos en la piscina. ¡Ni una sombra! ¡Una calor! ¿Como es posible que no haya ni una sola sombrilla? Pues la respuesta es muy fácil. Si los clientes se quedan en la piscina, no juegan ni consumen. Todo, absolutamente todo, está estudiado.
Al atardecer salimos a cenar y nada más típico en Las Vegas que sus buffets. Todos los hoteles ofrecen uno, pero entre los más recomendados está el Buffet de Treasure Island que por unos 28$ (cena) puedes atiborrarte de platos de pasta y pizza, ensaladas, platos mejicanos, japoneses, chinos y lo más tradicional de la cocina estado unidense, ribs con salsa barbacoa y chicken wings, entre otros. Y de postre un amplio surtido de pasteles, helados, donuts y hasta nubes de algodón de azúcar. Vamos, para salir rodando.
Las Vegas hay que visitarla de noche, cuando las luces de neón, las hiperpantallas con anuncios que se meten en la retina de hasta los menos consumidores, las ruidosas Harleys y las interminables limusinas llenan sus calles. Cuando los extremos opuestos se unen, la opulencia de los que más tienen con los homeless que piden algo que comer, el gusto exquisito de las grandes marcas con lo más hortera y más kisch. Todo se mezcla.
En la zona centro del Strip se encuentran hoteles como el Venetian, el hotel más grande del mundo con más de 7000 habitaciones. Recrea la ciudad de Venecia con la Plaza San Marco y el Gran Canal recorrido por verdaderas góndolas. Para su construcción fueron necesarios más de 3000 toneladas de mármol importado de Italia. Todo un derroche con la intención de que el hotel sobreviva a Venecia cuando esta sea engullida por el agua.
El Caesars Palace, otro coloso del Strip, tiene en su interior hasta un Colisseum romano donde actúa desde hace varios años Celine Dion. Enormes columnas de mármol, gigantes estatuas y hasta la fontana di Trevi pueden verse en su fachada.
Lunes 18 de agosto
Día de shopping. Decenas de outlets proliferan por toda la ciudad. Grandes firmas con grandes descuentos. Un chollo para quien valore estas prendas, no es nuestro caso que en seguida acabamos saturados de tanta tienda. Aunque algún gasto hicimos, tengo que reconocerlo.
Al atardecer comimos antes de salir en el buffet de nuestro hotel, el Circus Circus, y es cuando entendimos el porqué de que haya algunos recomendados en las guías turísticas. No valía nada. Por suerte, para nuestro bolsillo, tampoco pagamos mucho, no más de 30$ los tres por tener un cupón descuento.
Y ¡llegó nuestro gran evento en Las Vegas! El espectáculo del Cirque du Soleil en el Mirage: LOVE. Con música de los Beatles y ambientado sus diferentes épocas, el show es, dicen, uno de los mejores de la compañía. Y lo cierto, es que es alucinante. Números de acróbatas, puntos cómicos y una puesta en escena un tanto onírica, mezclado con bailes urbanos hacen que el resultado supere las expectativas.
Esa noche no podía irme a dormir sin ver el Bellagio, escenario de uno de los robos más cinematográficos de los últimos años y de una de mis películas favoritas Ocean’s Eleven. Inspirado en una población a orillas del lago di Como, es uno de los más lujosos de la ciudad. Su espectáculo de luz y agua en su gran lago exterior es uno de los favoritos de los visitantes, además de gratuito.
Frente al Bellagio, el hotel Paris-Las Vegas, donde no podía faltar el arco del Triunfo, la estación de Orsay y, claro está, la torre Eiffel.
Martes 19 de agosto
Levantarse tarde en Las Vegas es la norma general, en la ciudad del pecado se vive de noche y se descansa durante el día. Además la sofocante calor en verano te obliga a esta tónica.
Para integrarnos en la ciudad hicimos lo debido, dormir hasta tarde y aprovechar la mañana para descansar, escribir e ir con Ariadna al Adventuredome, el parque de temático del Circus Circus para que saciase sus ganas de atracciones.
Era nuestro último día en Las Vegas y nos quedaba una cosa pendiente: la foto delante del cartel de entrada situado justo delante del Mandalay Bay.
Y a seguir viendo hoteles.
El Luxor, con 4400 habitaciones, es la reproducción a tamaño real de la pirámide de Gizeh de Egipto. Vigilando la entrada una enorme esfinge y un obelisco y en lo alto de la pirámide el faro más grande mundo con un haz de luz que es visible desde el espacio.
A su lado, el Excalibur parece salido de una película de Disney. Un enorme castillo donde las familias con niños también son sus principales huéspedes, es otro de los ejemplos más kisch de Las Vegas.
Pero para espectaculares, el New York-New York, con una docena de reproducciones de los rascacielos más importantes de New York con la estatua de la Libertad y el puente de Brooklyn en primer plano. Muy logrado.
Y como colofón a esta desmesurada ansia por construir lo más grande posible, el City Center, que comprende el Mandarín Oriental, el Vdara Hotel, el Aria Resort Casino, y las Veer Towers, además de Crystals, un centro comercial de lujo. Solo un casino en este mega complejo de luz y cristal, algo diferente de lo que hay en el resto del Strip. Además de pensar en la optimización de los recursos en los sistemas de refrigeración (éstos consumen el 50% de la energía de la ciudad) y de disponer de una planta de tratamiento de aguas.
Otros muchos hoteles dan vida a este gran boulevard, pero no acabaría nunca si los tuviese que describir una a uno, así que cada uno los descubra, si algún día va a Las Vegas.
Solo aquí una tienda de M&M’s podría sacar provecho a cuatro plantas de merchandising de unas chocolatinas. O una tienda temática de Coca Cola, donde ofrecen catas de sus diferentes variedades, con centenares de productos con el logo de esta marca de bebidas impreso.
Para no volver a cenar en buffet, probamos el BLT Burger del Mirage. Recetas clásicas americanas, hamburguesas, chicken wings y milk-shakes, cocinadas con gusto y de calidad.
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