Ocurre a menudo que la disposición con la que uno vaya al cine condiciona las sensaciones que le causa una película. Y las expectativas también influyen mucho. En el caso de Las ventajas de ser un marginado mis expectativas eran positivas, o al menos eso podía creer tras haber visionado en numerosas ocasiones los tráilers y materiales promocionales de la película. Lo que jamás iba a imaginarme era que me cautivaría a tal extremo.
Se trata de una de esas películas que actúan como el mismísimo tiempo: va colándose de manera sigilosa, imperceptible para los ojos indiferentes, pero poco a poco va haciendo mella en tu físico y en tu interior. Esa es la dinámica tanto interna como externa de este filme que dirige y escribe Stephen Chbosky, alguien que puede ser considerado un principiante en la gran pantalla y que por ello sorprende con un material de tan alto nivel.
Lo que consigue hacer este hombre es superar los tópicos de las películas de adolescentes y de las historias de institutos norteamericanos que tantísimas veces nos han salpicado de gamberrismo, sexo y alcohol. Aquí plasma el reflejo de toda una generación pasada, la de los casetes y los walkman, la de las idas y venidas, la de la imaginación y la amistad por bandera. Aunque en el fondo es la historia que cada uno de nosotros ha vivido en su adolescencia.
Son tres los protagonistas de esta historia: Charlie, Sam y Patrick, encarnados por Logan Lerman, Emma Watson y Ezra Miller. Los tres tienen una cosa en común, y es que no pertenecen a la élite popular que “reina” en todo instituto. Los que en su día tampoco pertenecimos a esa élite sabemos la crueldad de la que se puede ser testigo, y la importancia que tiene el contar con un grupo de amigos para sobrellevar los días. Esa es la clave de esta película. A esto hay que añadir la experimentación del primer amor por parte de Charlie, su sufrimiento por la falta de correspondencia y un pasado marcado por el dolor y un trauma infantil que condiciona su psicología y el estado de su salud mental.
Este cóctel de sensaciones y hormonas adolescentes podría haberle estallado en la cara al director de no ser por los tres actores principales, pues cada uno en su rol consigue trasladar a la actualidad un contexto de hace 25 años. Y además de forma magistral. Aunque, y esto es ya opinión personal, el pesa de la balanza lo sostienen Emma Watson y Ezra Miller. Una por desligarse de Hogwarts y ofrecernos su versión más grácil y encantadora, y otro por llevar el peso interpretativo e incluso narrativo de la película.
Por último apuntar que el ritmo y la forma de montar la película también es una clave de su éxito. El director nos va dejando espacios en blanco que rellenará posteriormente, haciendo así una metáfora de las lagunas mentales que a veces sufre Charlie, pero también jugando con la intriga que ello suscita, desvelándonos el pastel en el momento exacto de clímax. Además realiza a menudo flashbacks para profundizar en el origen de la personalidad del protagonista, y para explicar algunas reacciones que tiene en la actualidad. A mi entender es una fantástica película que ha hecho poco ruido para el nivel que tiene, pero que nadie debería perderse, y mucho menos los jóvenes de hoy en día.