Desde que en 1854 se inauguró la vía férrea de Barcelona a Martorell, el espacio físico de L'Hospitalet se ha visto atravesado en dirección a la Ciudad Condal por un sinfín de líneas de ferrocarril que han dejado unas profundas cicatrices en el territorio. De esta forma, a aquella primera se le añade en 1881 la línea hacia Vilanova por la costa, en 1912 la vía del Carrilet desde Magòria hacia Manresa ( ver El Carrilet, el querido y versátil pequeño tren del Baix Llobregat), en 1975 la línea de Sants hacia el aeropuerto, posteriormente, la línea de F.G.C. hacia el Port de Barcelona, para acabar en el año 2008 con el Tren de Alta Velocidad hacia Sants, dejando todo ello una ciudad relativamente bien comunicada (no todas estas líneas tienen estaciones disponibles al público en L'Hospitalet), pero fragmentada.
El resultado de la construcción de tanta infraestructura ferroviaria atravesando el municipio ( ver Bifurcación Gornal, el misterioso túnel fantasma de L'Hospitalet) ha significado el levantamiento de toda una serie de infranqueables barreras físicas entre los diversos barrios de L'Hospitalet que han llevado a que la sociedad hospitalense haya pedido con insistencia su cobertura. Un soterramiento efectivo que, anunciado a bombo y platillo una y otra vez pero pospuesto constantemente por intereses políticos superiores de las administraciones implicadas, parece no llegar nunca.