La primera aventura de Paloma sucedió mientras la escribía. Es cierto que, en su origen, los personajes poseían rasgos en común con algunos miembros de mi familia, y que en mi familia nadie se caracteriza por su docilidad. Si el pájaro toma sus propias decisiones en el cuento, ¿por qué no iba a hacer lo mismo en mi cabeza? Tanto ella como Marla tomaron las riendas de la historia y tuve que conformarme con seguirlas. Orión apareció tan de improviso en el papel como en mi mente. Ser el último en llegar no le restó personalidad, él tampoco estaba dispuesto a dejarse manipular. A veces creo que la única frase que me dejaron poner en la historia fue la primera, en un guiño a Jane Austen y su "It is a fact universally acknowledge..."
La Señora fue la primera en leer Paloma. En cuestiones lingüísticas en la familia no hay enchufes y el papel de madre no le impidió ser profesional y señalarme todos los fallos. Corregí gerundios, acentos, construcciones y comas por primera vez, y por segunda, e incluso una tercera. Desde entonces he perdido la cuenta de las veces que he leído el libro pero en cada una de ellas han surgido cambios y siempre, en algún momento, me he llevado las manos a la cabeza al leer alguna frase. ¿Cómo se me había escapado ESO?
Perseguí a mis hermanos, primos y compañeros con las páginas del libro. Incluso mi abuela lo leyó, en la residencia no tenía escapatoria, y le gustó tanto que nunca entendió que no lo publicasen. Todos me dijeron que les había encantado, hasta alguno de los hijos de mis amigas se engancharon y lo devoraron en una tarde. Uno incluso me escribió su crítica y la única pega que le encontró es que le faltaban ilustraciones. Con semejante respaldo, y todo mi optimismo, me presenté al Premio Barco de Vapor... Meses después el barquito navegó, pero sin Paloma a bordo.
No me rendí. Mi libro estaba bien. Escribí a editoriales y lo envíe a las que me contestaron. Si a los tres meses no había obtenido respuesta, ya sabía cual era, aunque algunas avisaban que podían tardar hasta seis. Fue entonces cuando me presenté al Premio Lazarillo 2012.
Me llamaron de una de las editoriales. Estaban interesados. Me adjuntaron las condiciones. La verdad es que no apostaban demasiado por la obra. Editaban 100 ejemplares que debían venderse el día de la presentación. Los que no se vendiesen tendría que comprarlos yo. Por aquel entonces cien no me parecieron tantos (inocente). Ahora me alegro de que Paloma estuviese pendiente del Lazarillo, lo que me impedía aceptar hasta saber el fallo. Vender libros no es nada fácil. A pesar del blog, de mi familia y las redes sociales mis ventas ascienden a 35 ejemplares. ¿Cómo llegar hasta cien?
No gané el Lazarillo, me quedé a las puertas. Fuimos tres los seleccionados pero sólo podía ganar uno. Aún así pensé que el acta del concurso me abriría alguna ventana. ¡Ilusa! Eso sí, me llamaron de nuevo desde la primera editorial, con las mismas condiciones. Tenía esperanzas de que alguien las mejorase, no parecía tan difícil, y les rechacé definitivamente.
Revisé de nuevo el manuscrito. Después del tiempo transcurrido fui consciente de muchos fallos. Lo leyeron más amigos. El libro siempre encontraba buena acogida entre ellos, lástima que ninguno fuese editor. Le tenía tanto cariño a la historia y sobre todo a sus protagonistas que quería que descubriesen el mundo. Es una sensación difícil de explicar, se trata de algo expansivo que incluso es posible lo motive el orgullo de ser su autora.
House me avisó del concurso de amazon Kindle. Al menos el libro vería la luz, mucha o poca no podía adivinarlo. Le puse la preciosa portada que le había diseñado mi primo Juan y lo anuncié a los cuatro vientos. Sólo me ha faltado dar la noticia en el telediario.