Soy franca, hijo: te pido que no vuelvas. Me salía el corazón por la boca saber que llegabas a acompañarme, aunque fuera solo un segundo. Te veía y todo mi mundo se iluminaba. Podíamos pasar horas contándonos cosas bonitas. ¡Si sabré amarte, hijo! Pero hace un tiempo ya no pienso en tu venida, porque sé que es fugaz. Tus apariciones han perdido encanto, hijo, quiero que lo comprendas. La fuerza de mi deseo de verte vivo te hizo venir la primera vez. Y me diste la ilusión de sentirte. Pero ahora me resulta doloroso verte: saber que tu imagen solo es mi sueño de tenerte de nuevo. Sabes que no es posible. Yo lo sé. Moriste como los valientes, hijo, combatiendo al dictador. Ya puedes descansar en paz.
(Julio Suárez Anturi)