A partir de 2020, tal y como marca la Unión Europea, todos los edificios de nueva construcción deberán ser de consumo casi nulo (ECCN). Una de las principales ventajas de este tipo de construcciones es el ahorro económico y energético en calefacción.
Según los expertos, al mejorarse los aislamientos de la vivienda y evitar al máximo las filtraciones de aire, este gasto puede llegar a reducirse a una quinta parte en comparación con los edificios convencionales.
Los expertos de Sto, compañía alemana especializada en la elaboración de elementos y soluciones constructivas, explican las principales características de este tipo de edificación:
- Diseño bioclimático. El sol es una fuente de energía inagotable que conviene aprovechar al máximo. Una buena orientación al sur y unos grandes ventanales son claves, sobre todo en invierno. También hay que tener en cuenta el clima general que caracteriza la ubicación de la vivienda, el viento o la vegetación que la rodea.
- Aislamiento térmico. Debe ser transpirable y tener baja conductividad, alta resistencia térmica, fibras amortiguadoras y absorbentes de ruido (aislamiento acústico), elevada resistencia al paso del calor y un buen comportamiento frente al fuego.
- Estanqueidad del aire y ventilación controlada. El sellado de todas las uniones entre los diferentes materiales del edificio impide el paso del aire incontrolado del interior al exterior (y viceversa). Por su parte, el uso de sistemas de ventilación mecánicos permite cumplir con las necesidades de calidad interiores eliminando el aire viciado, impidiendo que las partículas contaminantes del exterior entren dentro de la vivienda y regulando la humedad.
- Carpinterías con altas prestaciones. Las ventanas y las puertas son los elementos más “débiles” en la envolvente de un edificio. A parte de estar hechos de materiales de buena calidad, en el caso de las ventanas es muy importante que cuenten con buena transmitancia térmica.
- Uso de energías renovables. Una vez se ha conseguido reducir al mínimo el consumo energético, es importante nutrirse de fuentes de energía renovable. Las más usuales son las placas solares o las fotovoltaicas. No obstante, también hay otros métodos que se pueden aplicar en el diseño. Por ejemplo, la aerotermia (bombas de calor) extrae energía contenida en el aire y aporta calefacción en invierno, refrigeración en verano e, incluso, agua caliente todo el año.
Además, se ha comprobado que por cada kilovatio de energía eléctrica producida con paneles solares o aerogeneradores se ahorran 800 kilos de emisiones de dióxido de carbono al año.
- Componentes alternativos: materiales sostenibles y tecnología. La conectividad de todos los sistemas permitirá un control global del edificio y, por ende, un mayor ahorro energético. No obstante, aparte de minimizar este gasto, será preciso que las viviendas utilicen también materiales ecológicos y saludables. Es decir, duraderos, con un mantenimiento mínimo y con capacidad reciclable, reutilizable y de recuperación.
Cuatro alternativas para reducir la factura de la calefacción tradicional
Mientras se generalizan estas construcciones de consumo casi nulo, existen algunas opciones para lograr una disminución económica y energética de los sistemas de calefacción tradicionales. Con motivo de la celebración del Día Mundial del Ahorro de Energía (21 de octubre) los expertos de Sto exponen algunas:
- Aplicación de reguladores de temperatura. El objetivo es que no se superen los 21 ºC durante el día, ni se baje de los 17 ºC por la noche. Gracias al uso de este complemento, los expertos estiman un ahorro económico en el consumo anual de entre el 8% y el 13%. Si se trata de un termostato inteligente, estas cifras pueden llegar al 35%-40%.
- Instalación de cerramientos de calidad. Lo ideal es optar por ventanas con rotura de puente térmico y vidrio doble con cámara de aire intermedia. El ahorro en calefacción que se produce es bastante significativo: en torno al 30%.
- Apostar por la materia orgánica: estufas o calderas de biomasa. Aparte de las convencionales energías renovables (paneles solares, bombas de calor, sistemas híbridos…), las estufas de biomasa utilizan residuos naturales (desde madera -como pellets o serrín- a deshechos de la agricultura -huesos de aceituna, cáscaras de frutos secos, restos de poda de vid…), y sus emisiones son mínimas: se calcula que suponen un ahorro económico de entre un 40% y un 50% respecto a las calderas que funcionan con gas ciudad o combustibles derivados del petróleo.
- Emprender hábitos de ahorro. Hay varias alternativas: purgado de radiadores (durante los meses de inactividad se llenan de aire, lo que provoca que, al volver a poner la calefacción, calienten menos), revisión periódica de la caldera (optimizará su uso y se configurará para obtener el máximo rendimiento), evitar calentar habitaciones vacías, no cubrir los sistemas de calefacción con muebles o ropa, colocar paneles reflectantes entre la pared y el radiador o cerrar persianas y cortinas por la noche para que no se escape el calor. Estos consejos permiten reducir la factura entre un 10% y un 40%.