Las vocaciones mueven el mundo. Cuando una persona se siente llamada a algo, ya sea profesional ya personal, hace las cosas por un motivo indescriptible, por una razón poco literable. Sería complicado para mi encontrar palabras que hilen el argumento que envuelve la expresión con la que comienzo este escrito: las vocaciones mueven el mundo.
Sentirse llamado a algo es muchas cosas. Sentirse llamado a descubrir la vacuna contra el coronavirus, sentirse llamado a mantener el patrimonio familiar, sentirse llamado a hacer feliz a tus hijos, sentirse llamado a cambiar el mundo... Pienso que cuando alguien tiene en su interior algo así, sea grande o pequeño, sea cambiar el mundo o sea limpiar su casa, cuando alguien siente en su interior que dar clase a los niños o atender en la farmacia es lo que tiene que hacer, y lo hace con gusto, lo hace conscientemente, lo hace de manera primorosa, como si en ello le fuese la vida, entonces nos encontramos con alguien que se siente llamado a esa cosa, sea grande o pequeña.
Aquel lector que me conoce sabe que entre ese gigantesco elenco de virtudes que me caracterizan, ese conjunto descomunal de habilidades, capacidades y conocimientos, esa incontable masa de adornos que me rodean, hay una que destaca entre todas, que es la de llegar a conocer a las personas. Por eso, suelo acertar cuando pienso en una persona y entreveo que esa persona hace las cosas porque toca hacerlas, o las hace porque sí, o las hace porque no... o las hace por pasión, por empeño personal o social, por valentía, por decisión o por sus cojones.
Todo esto viene a lo que viene, porque, ¿qué necesidad tenía de hacer mil quinientos kilómetros por ahí con Fendetestas, Darix y casi Proclive? ¿Tenía algún motivo razonable? ¿Había alguna razón que me empujase, de manera determinante, a gastar gasolina y tiempo en una rodada enorme que no me ha llevado a ninguna parte por razón de que sigo siendo el mismo?
Este escrito es, a lo que parece, el primero de la serie que se me va a escurrir por entre los dedos. No sé cuántas entregas voy a hacer ni tampoco sé la cadencia con las que las voy a publicar. Ya veremos.
Las vocaciones mueven el mundo y lo cambian, sostengo. Y no hace falta ser un héroe ni un potentado ni un estadista ni un empollón ni un privilegiado ni un tipo superinteligente. Basta con tener pasión por las cosas para hacer que se produzcan cambios en tu interior y en el interior de otras personas. Y esta ruta, este viernes, este sábado y este domingo han cambiado cosas. Sostengo que las vocaciones mueven el mundo.