El rugido del león
atravesó la sabana
y en respuesta desde lejos
se oyó un leopardo que himplaba.
Parpaban el pato y la pata
y los dieciséis patitos,
mientras que el rinoceronte
respondía con un barrito.
Las palomas en el nido
iniciaron el zureo,
y no estaban conversando:
jugaban al Veo Veo.
Casi al anochecer
se empezó a oír el zumbido
de los mosquitos inquietos
que andaban por los caminos.
Ni en la noche ya cerrada
el silencio se lograba,
porque chirriaban los grillos
y croaban fuerte las ranas.
Karina Echevarría