Revista Diario

Lástima: No será un alumno luminoso

Por Negrevernis

El alumno de la otra clase del fondo me lo hace saber sin tener que decir nada: mi presencia no es grata en la clase y él es el dueño de la sala, el aire, tal vez del mobiliario entero, mesa del profesor incluída. Posiblemente, porque en varias ocasiones le recriminé atacar al más débil de su grupo y recordarle que, quien mucho recibe -capacidad intelectual incluída-, mucho está obligado a dar.
Así, se gira abiertamente, pone la mochila sobre la mesa y se parapeta tras ella. Adolescente de dieciséis años apenas rayados y soplados en velas de tarta, quiere aparentar ser más de lo que es: joven explotando en hormonas, felizmente aplaudido por su familia y unos cuantos de mis compañeros, que quizá no anotan en sus cuadernos de clase el daño que otros reciben en sus palabras o miradas por encima del hombro.
No va a trabajar en este rato, y así se lo hace saber al resto de la clase, copiando de forma ostentosa los resultados a uno de sus adláteres. Sé, además, que me desprecia, ya que desde siempre le han dicho que es más quien más Matemáticas sabe, y yo sólo explico Historia y Geografía; mientras me mira de refilón, sonrío para mis adentros: él nunca podrá ser un alumno luminoso como Miguel, Helena, Encarni, Elia o Roberto, ya que ellos abandonaron la prepotencia por la dulzura, y la soberbia por la cercanía. Ellos se saben necesitados y por eso están más altos.
La insolencia no está reñida, parece, con las buenas calificaciones. Lo malo será cuando le examinen del ser persona: se le olvidó a este coger apuntes... Y es en estos casos cuando me digo que, afortunadamente, no son mi hijos...
Lástima: no será un alumno luminoso...


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