Esta es la historia del pueblo donde ha sido escrita la novela juvenil La señora Potter no es exactamente Santa Claus, cuya autora es una tal Louise Cassidy Feldman. Por supuesto que el pueblo se llena de turistas fans de la novela, y por eso hay una tienda de souvenirs a propósito de la novela. Al parecer, la novela cuenta la historia de una tal señora Potter que concede deseos como una especie de cuarto Rey Mago o una mujer Santa Claus. Hay que escribir ese deseo en una postal y ella lo concede.
El dueño de la tienda de souvenirs está harto de la señora Potter y tiene muchas ganas de marcharse. Pero no puede decir abiertamente que quiere marcharse, por supuesto. Ha heredado una casa en el pueblo y quiere venderla, pero ordena al agente inmobiliario que no publique ningún anuncio de venta. ¿Cómo quiere vender una casa sin publicar un anuncio? Al agente se le ocurre publicar la venta en una revista literaria y es así como caza a un matrimonio de escritores de terror que están buscando una casa encantada. Evidentemente necesita contratar fantasmas para encantar la casa.
Además, en el pueblo todos miran una serie de televisión sobre casos policiales. Por cierto, se dice que mataron hace un tiempo a una chica, aunque el dueño de la tienda de suvenires cree que no fue exactamente un asesinato.
Todo es así de delirante en esta novela. Fernández usa todos los tópicos del cuento de Navidad, el cuento de terror, el cuento de misterio, el policial, Fargo, Twin Peaks, la lógica del cómic, la lógica del cartoon. Pero también recuerda, claro que sí, al Quijote: títulos de capítulos explicativos y larguísimos, la novela dentro de la novela. Usa, además, algunos recursos como onomatopeyas o el remplazo de las comillas por paréntesis, que vienen a recordarnos los globos de diálogos de los cómics. Además de esas cursivas de énfasis tan anglosajonas. Porque todo en Fernández es anglosajón. Ese imaginario cultural en el que crecimos absolutamente invadido por Yanquilandia. Y todo reboza humor, chorrea ironía pura y está escrito con un ritmazo tan veloz (FIU-FIU), como si fuera una hermana o prima más o menos cercana de (TACHÁN) Rodrigo Fresán, una prosa tan rápida e hipnótica y deslizante y tan puramente estilosa que es fiesta (ZAS) allá donde se abra el libro.
"¿Qué podía decirle? ¿Me he mudado a esta ciudad solo para estar cerca del Lou's Café? ¿Me he mudado a esta ciudad solo para estar cerca, en realidad, de gente como usted? ¿De gente que querría vivir dentro de La señora Potter no es exactamente Santa Claus pero no puede porque no es un personaje de la novela y no habrá nunca forma de que lo sea? Oh, señor Peltzer, ¿por qué no puede ser todo tan sencillo como lo es en la Kimberly Clark Weymouth de Louise Cassidy Feldman? ¿Por qué no puede uno escribir lo que desea en una de esas postales navideñas y dejar que los diminutos empleados de correos de la señora Potter hagan con ella lo que sea que deban hacer para que su deseo se haga realidad? ¿Por qué tiene que seguir pasando frío y lamentando su suerte en un lugar al que, a todas luces, nadie en su sano juicio, nadie que no pretenda (TIRAR SU VIDA POR LA BORDA), pensaba mudarse?"