Año: 2015
Editorial: Literanda
Género: Novela
Valoración: Está bien
Hacemos el primer alto en el Mes Kubrick para seguir con nuestra actividad habitual, esto es, hablar (con mucho gusto, además) de libros independientes. Hoy le toca a Laura Rivas Arranz y su segunda novela, Pasos en la escalera.
En un bloque de vecinos pequeño, viejo, descuidado, donde sólo cabe un piso por planta y el patio es una caja de resonancia perfecta, vive una serie de personas tan normales como podrían ser tus propios vecinos. Son individuos completamente distintos e iguales entre sí, con sus preocupaciones, esperanzas y problemas, que se cruzan a diario en la escalera. Tanta inquietante normalidad, como no puede ser de otra forma, anuncia una inminente tragedia.
He de decir que Pasos en la escalera no ha sido una lectura fácil de abordar, ni siquiera de leer. No quiero decir con esto que esté mal escrita, en absoluto: su formato en mini capítulos que van sucediéndose con velocidad no es complicado de seguir, y la narración carbura sin problemas. Más bien me refiero a que he encontrado pros y contras muy reconocibles que me dificultaban saber qué me estaba pareciendo realmente la lectura. Y si bien creo que en el resultado final vencen los pros, sí que considero que he permanecido demasiado tiempo fuera de la historia. Y esto no es bueno.
Veamos. La gran baza de Pasos en la escalera es su capacidad de generar tensión. El problema de la gran cantidad de personajes es resuelto con los constantes saltos, lo que nos da en muy poco tiempo (y más o menos satisfactoriamente) un conocimiento global de esta peculiar comunidad de vecinos. La historia de cada uno de ellos se va forjando a pedacitos, ayudando a conformar un puzzle caótico al principio, pero que va ganando sentido y consistencia a medida que pasan las páginas. Estas historias personales siempre dan la impresión de estar inacabadas, de tener un problema que, en lugar de resolverse, no para de crecer. Pero el lector no sólo absorbe la tensión por el conocimiento de lo que le ocurre a los vecinos, sino que queda impregnado por el fenomenal trabajo de ambientación que aquí hace la autora. Oscuridad, ecos indeseados, suciedad causada por el paso del tiempo; el edificio entero es un protagonista más, y su estado decrépito es el escenario físico y también espiritual de los personajes. Esto está logrado a la perfección y es de sacarse el sombrero.
Muy bien, todo esto (que no es poco) podría catapultar a este libro al estrellato (al menos de esta web). Sin embargo, Pasos en la escalera flaquea en un punto que no se puede permitir: los personajes. Aunque sus historias son complejas y están bien trabajadas y explicadas, y aunque se trata de personas comunes y cercanas a cualquier lector, la novela no consigue forjar lazos empáticos fuertes. Los personajes siempre se mantienen alejados del lector, cómodos en la agonía propia en la que ellos mismos se cuecen. Llega un momento, alrededor de mitad del libro, cuando ya se deberían conocer bien, pero esto no ocurre porque, además de que tienen unos nombres bastante comunes y dados a la confusión, TODOS ellos llevan el mismo gesto de desagrado en la cara. Todos ellos están disconformes, incómodos, tristes y/o enfadados. Están metidos en un bucle del que no quieren salir (en esto, de nuevo, el entorno creado por el edificio tiene mucho que ver).
A mí esto me sacó en repetidas ocasiones de la lectura, me hizo tener que parar y recapitular quién era quién, lo que me impidió disfrutar tanto como podría. De cualquier forma, puestos los logros y los errores en ambos platos de la balanza, pesa más lo bueno, lo que me deja el regusto amargo de saber que aquí dejamos escapar una tremenda oportunidad. Tal vez para la próxima.
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