Fue un niño modelo, un estudiante modelo y un trabajador modelo con un buen salario hasta que se dio cuenta de que esa vida no le hacía feliz. Laurent Gounelle encontró su camino a los 40. En plena crisis existencial, el autor del bestseller mundial «El hombre que quería ser feliz» (Maeva) se fue a EE.UU. a estudiar Psicología y descubrió cómo esta disciplina podía mejorar la vida de las personas. Fundó una consultora de éxito en Francia que vendió el año pasado para dedicarse exclusivamente a lo que más le llena en este momento: escribir.
Ahora, dos años después de su primer trabajo editorial, este escritor de imponentes ojos azules, voz dulce y sonrisa permanente habla con ABC de su segunda novela «No me iré sin decirte adónde voy» (Planeta), que se publicó el pasado mes de marzo y ya va por la décima edición. Una historia que hará que el lector se pregunte si realmente lleva la vida que le gustaría. Ya trabaja en su próxima obra: «una especie de sátira sobre la sociedad occidental», explica. Charlamos con él sobre la importancia de la felicidad, los sueños, la suerte, el equilibrio y las circunstancias...
-«No hay grandes problemas. No hay más que personas pequeñas», dice uno de los personajes de «No me iré...»
Las personas, a veces, visualizamos en nuestra mente el problema como algo enorme, que nos supera. La propuesta es reducir esta visión simbólica y verlo como algo pequeño y a nosotros grandes. Si queremos resolver un problema, tenemos que cambiar la relación que tenemos con él.
-Usted dice que nuestra vida depende de nosotros, pero ¿qué hay de las circunstancias?
Efectivamente tenemos acontecimientos en nuesta vida que no se deben a nosotros sino a causas externas. Ahora bien, la forma en la que yo reacciono es lo que yo controlo. Debo saber elegir cómo quiero reaccionar a los acontecimientos a los que me enfrento. Hay una una frase del pensador griego Epicteto que dice: «Nadie te dañará si tú decides que no te dañe».
-¿Cree en la buena o la mala suerte?
Yo no creo en la suerte. Algunos piensan que todo está escrito, pero es una forma de pensar que no comparto. Luego están las oportunidades que se presentan y pueden verse como suerte, pero la suerte es saber aprovechar esas oportunidades. Tú eres el único dueño de tu suerte. Los fracasos en las elecciones también son necesarios porque cada cosa que vives tenías que vivirla de alguna forma y es lo que te va a enseñar a mejorar. Yo he tenido golpes duros en la vida y en realidad pienso que fueron una oportunidad que se me brindó porque me evitó ir en una dirección errónea.
-¿Qué es peor tener ambición o carecer de ella?
Depende de lo que revista esa ambición para cada uno. Si nos referimos a los sueños que tiene cada uno y que quiere cumplir, me entristece la gente que renuncia a ellos, que no los lleva a cabo y tira la toalla.
Dígame tres cosas a las que no puede renunciar el ser humano para ser feliz.
Los valores, cierta autoestima, y el respeto a lo que realmente cuenta para ti.
-¿Usted pone en práctica sus consejos o «en casa del herrero cuchillo de palo»?
En realidad no solo los he puesto en práctica sino que lo hice antes de escribir el libro. Tuve la oportunidad de estudiar estos temas en EE.UU., conocí a sabios y chamanes en Asia y América, vi muchas cosas y luego pensé que como funcionaban muy bien para mí tenía que compartirlo.
-¿La felicidad es algo universal o depende de cada cultura?
Es una pregunta interesante. En Estados Unidos estudié en un contexto multicultural en el que había japoneses, sudamericanos, europeos, árabes... y era interesante ver que el hombre siempre es el hombre. La cultura es como una capa por encima que tiene su importancia y consecuencias sobre las acciones, pero no deja de ser una capa. La felicidad es el objetivo de todos. El camino puede se diferente pero llega al mismo objetivo.
-¿Qué le pasaba por la cabeza cuando escribió «No me iré...»?
Mi idea era escribir sobre la gente a la que le cuesta alcanzar lo que desea porque ellos mismos se ponen freno y piensan que no son capaces de vivir lo que realmente quieren.
-En España hay un dicho que reza así: «El dinero no da la felicidad, pero prefiero llorar en el asiento de un Ferrari».
Esto me recuerda a un reportaje que hizo un periódico occidental en China donde una joven decía: «Prefiero llorar en el asiento de un BMV a reír en el respaldo de una bicicleta». Pues yo escojo la bicicleta. Fuente: ABC