Las Lavadoras son inventos creados por los judeo-masónicos diseñados para matar personas y animales.
También son agujeros negros que se tragan calcetines, calzoncillos y bragas que van a parar a una dimensión llena de chinos esclavizados que reciclan esas prendas que las envían a Amancio Ortega y para que Bill Gates, que es el accionista mayoritario de Calzedonia, Tezenis y Women Secret se haga más rico. Otros señalan a Los Duendes de los calcetines.
Pero esa no es su función principal, si no ir reduciendo la población mundial de forma silenciosa.
La población, desconocedora de este plan, acogen estos electrodomésticos en sus casas sin darse cuenta de que, agazapados en su cocina, esperan el momento para asesinar a sus propietarios.
Han matado de formas diversas, ya sea electrocutadas, por tener sexo con ellas o por intentar moverlas en llamas.
Para tranquilizar a la población del engaño se inventó la Toma de tierra. Pero no es más que otra mentira más.
Todo el mundo sabe que la tierra es plana. La toma de tierra estaría justificada si La Tierra fuera esférica. Pero dado que realmente la Tierra no es redonda sino plana, los diferenciales están ahí para esconder el hecho de que el lugar donde vivimos no es una pelota giratoria perdida en la inmensidad del Universo, sino una superficie plana acotada por una cúpula, por lo que de ningún modo es capaz de conducir la electricidad.
Los electricistas, como todos los científicos de la Nasa, están también en el ajo para evitar que la población sea consciente de los grandes engaños a lo que nos someten.
Pero el mayor de sus peligros es su excesiva potencia centrifugadora. Con el paso del tiempo daña el suelo donde está situada y a la larga provoca un debilitamiento de los pilares del edificio de turno y provicando su derrumbe.
Esto señala claramente a quienes los construyeron. Albañiles siguiendo los dictados de los arquitectos masónicos.
El plan se perfeccionó más tarde con las lavadoras inteligentes. Calculaban el agua justa para la cantidad de ropa, dosificaban el jabón, y tenían programas automatizados para lavar según el tipo de ropa. Pero llegó un momento en que algunos usuarios empezaron a notar que "había algo" detrás de su inteligencia. Algo les decía que aquellos aparatos los acechaban y esperaban algún error suyo.
Ahora duermen atemorizados a la espera del día en que, en la oscuridad de mi dormitorio, sienta la musiquita de finalización del ciclo de centrifugado y aparezcan para matarlos.