Revista Opinión

Le escribo a ella

Publicado el 12 marzo 2019 por Carlosgu82

Historia corta. LGBTI.
ADVERTENCIA: Contenido lésbico. Si no te gusta, pasa de leerla.

LE ESCRIBO A ELLA

Me di cuenta de que le tenía miedo a la muerte, pero solo porque sentía que no había vivido aún lo suficiente. Tenía la ligera impresión de que la vida se deslizaba entre mis dedos, y no era capaz de capturarla aunque quisiera; la veía pasar, a través de mi ventana y, sin embargo, no era más que un espectador… Estaba lejos de formar parte de ella; corría rauda frente a mis ojos, demostrándome que siempre llevaría la delantera. 

No la alcanzo, se me va. No la pierdo, porque nunca la tuve. Pero si jamás me perteneció, ¿por qué me invade la nostalgia cuando menos me lo espero? Entonces vivirla se vuelve mi más grande anhelo. A veces la sensación de pérdida se abre paso dentro de mí, un vacío crepitante cuestiona mi existir. Creo que me hallo en un gran problema y no me es difícil admitirlo; el verdadero reto, sin embargo, es disponerme a superarlo. Aun así, me aterra quedarme aquí: atrapada entre estas diminutas paredes sombrías, donde reina imponente la monotonía. 

Y mientras escribo estás palabras, le pregunto a la vida si algún día brillará el sol entre mis cortinas; si esclarecerá el cielo y se despejará el firmamento; si trinarán las aves algo más que lamentos; si perecerá el invierno eterno y se alzarán con ímpetu las tardes de verano, o si la primavera avivará el otoño que, silente, de a poco se adueña de mi mente. Entonces palpita el corazón, con fuerza voraz, incapaz de seguir el mismo compás; se sigue mostrando desierto, sin embargo, aunque conserva la esperanza de recibir un último aliento. 

Un toque grácil, mas no superfluo. Como el pétalo de una rosa, o el aleteo de una mariposa. De esas caricias que erizan la piel, y no dejan de ser ínfimas. Que se vuelven íntimas, aunque inicien casuales, y de un instante a otro derriban uno a uno los ideales. 

Tiendo a divagar, no es de extrañar. Me pregunto qué tan mal he de estar cuando me detengo a pensar que no todo anda fatal en el momento en que la veo pasar. Ya no hablo de la vida, que se aleja a cada instante, sino de la dama que, aunque de luto suele vestir, traza sobre mi lienzo gris un camino de colores de intenso matiz. 

Me cuestiono, en consecuencia, cómo es que puede florecer tan rápido un sentimiento así. Inmaculado, desinteresado, y tan inesperado. Solo la vi, y quise creer que era para mí; que podía cambiar drásticamente todo mi existir. Me enamoré de una emoción que ebulló sin razón; que paulatina se incrementa, nublando mi conciencia, y estrujándome el corazón, porque una mirada suya es capaz de derretir cada témpano de hielo que le impide latir. 

Puede hacer reverdecer lo marchito en esta vieja alma, atrapada en un cuerpo joven, dispuesta a perecer. 

La vi pasar lentamente frente a mí, justo en el momento en que alcé la vista por encima de la libreta negra que tenía entre las manos. Nuestras miradas se encontraron por apenas fracciones de segundo, lo suficiente para que pudiera sentir el calor incipiente amenazando con arrebolar mis pómulos, como cada vez que me tomaba desprevenida. No podía evitar sentirme avergonzada ante su mera presencia, pero quería creer que era buena disimulándolo. Me refugié en mi cuaderno de siempre, ese donde escribía un poco de todo, exceptuando los apuntes. Ella, como de costumbre, siguió de largo, hasta el primer escritorio que se hallaba del otro lado de la fila. Inhalé y exhalé de forma pesada, botando el aire por la nariz, dándome cuenta de lo acelerada que se encontraba mi respiración.

Y ni hablar de cómo palpitaba mi corazón.

—Quedan cincuenta días para finalizar el periodo académico, aprovechen sabiamente el tiempo; lo necesitarán.

Cuando el profesor dijo eso, no pude evitar que ella ocupara mis pensamientos. Llevaba tres semestres locamente enamorada de esa chica, pero apenas podía saludarla sin que se me trabara la lengua. En ese momento me di cuenta de que tenía menos de dos meses para acercármele más y dejar que me conociera. Tenía un largo camino por delante, eso era un hecho, y de cierta manera me aterraba; sin embargo, estaba decidida, como nunca antes.

En aquel entonces no pensé que sería tan difícil.

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