(Dirigido por Aki Kaurismaki – Finlandia/Francia/Alemania 2011)
Siempre hay esperanza
Marcel (André Wilms) trabaja de lustrabotas
por las calles de Le Havre (ubicada en Normandía que es una provincia del
noroeste de Francia). Todos los días se centra en mirar el calzado de las
personas que caminan. Si observa un caballero con un calzado al que le falta
darle una lustrada sólo le hace una indicación con los ojos para que el señor
acepte de inmediato que se limpie sus zapatos. Marcel tiene su estilo para la
lustrada, al fin y al cabo ser un lustrabotas también implica un arte. Marcel
se centra en el betún y el movimiento para sacar brillo.
Ser lustrabotas no es fácil en estos tiempos,
nunca faltan aquellos dueños de tiendas que no quieren que él trabaje afuera de
sus establecimientos, lo botan si lo ven cerca. A Marcel no le queda otra que
buscar otra esquina para ofrecer sus servicios. Una fortaleza que tiene a su
favor es que es un hombre “que no sabe estar sin hacer nada”. Por las noches al
volver a casa siempre es recibido por su perra Laika y su amada esposa Arletty
(Kati Outinen). Ella es una mujer buena, que da mucho amor, y que además
administra el dinero ganado diariamente por Marcel (en una lata ahorra una
parte y le da otro poco a él de premio por lo trabajador que es). Arletty lo
trata a Marcel como un niño, no cualquier niño, un niño grande.
Una mañana Marcel va al puerto a tomarse un
refrigerio que le ha preparado por la mañana su mujer Arletty. Al huevo le echa
sal y se dispone a comer su sándwich cuando de pronto observa a un muchacho en
el mar. El muchacho le pregunta cómo llegar a Lóndres. Él le dice que se
encuentra del otro lado. En ese momento llega el Inspector Monet (Jean-Pierre
Darroussin), el muchacho se esconde. El inspector le dice a Marcel que andan
buscando a un chico prófugo. Marcel dice que no ha visto nada. El inspector le
dice que ese chico necesita cuidados, si sabe de algo que lo comunique.
Cuando llega la noche, Marcel compra comida y
la lleva al puerto dejándola en un lugar cercano a donde vio al muchacho más
temprano. Luego va a su casa donde encuentra que su esposa se siente enferma y
la lleva entonces al hospital. A la mañana siguiente al volver a casa tiene la
preocupación de que va pasar con su mujer, el doctor le ha dicho que le van
hacer análisis para determinar que enfermedad tiene. Se le suma una nueva
preocupación, en su casa encuentra durmiendo al muchacho “prófugo” junto a su
perra Laika. El chico lo había seguido la noche anterior. Lo despierta y este le
dice que se llama Idrissa (Blondin Miguel) y que su objetivo es llegar a
Londres para reunirse con su madre. Marcel, que es un hombre bueno, decide que
debe ayudar al niño. Pronto Marcel
aprenderá una lección de vida con aquel niño.
“Le Havre” es un canto a la esperanza. En tiempos
que vivimos de pesimismo, de personas que hablan del fin del mundo, de
violencia, de caos, de inmoralidades, de Sodoma y Gomorra, de que ya no hay
remedio para nada y sólo se vislumbra el final de todo, surge Kaurismaki y le
da una cachetada a aquel pesimismo. La película va construyendo cada diez
minutos como creer y crear esperanza en un mundo dolido, angustiado, ansioso.
Para ello el personaje central se vale de otras personas que están dispuestos a
ayudarlo (un lustrabotas, la panadera, el frutero, el doctor, un cantante, unos
refugiados, etc). Cuando ya se piensa que no se puede confiar en nadie, surgen
personas en las que se puede confiar. Cuando ya se piensa que hay gente muy
mala (como el vecino de Marcel, interpretado por el gran Jean-Pierre Leaud)
aparece gente muy buena (como el inesperado y solidario personaje del inspector
Monet). “Le Havre” nos hace creer, finalmente, que debemos seguir apostando por
un mundo mejor, basta ya de tanta depresión, es hora de ser positivos. El final
de la película es sencillamente inolvidable.