Revista Cine
Director: René Clair
Por sobre todo "Le Million" es una entretenidísima y desaforada comedia de enredos, también un musical, la forma en que René Clair reaccionaba a la llegada del sonido, no utilizándolo de forma realista o naturalista (se negaba, y no le falta razón, a reproducir cada ruido que explicitara la imagen, a reducir una película a mero registro ambiental), sino entendiendo este nuevo elemento como otro tipo de construcción dramática y estética que complemente a la imagen, desechando todo aquello que sobre, que no aporte a la propuesta de turno, ya sean diálogos inútiles o cualquier otro tipo de minucia. La vida es delirio, es una canción, un sueño, de ahí que para él ni imagen ni sonido deban ser verosímiles con la realidad, sino coherentes y leales con su imaginación cinematográfica. René Clair pretende crear un conjunto armonioso, como una composición, como una orquesta. Ya lo adelantaba en "Bajo los techos de París" y vaya que lo depura, lo sublima, lo embellece en "À nous la liberté", de la que, por supuesto, hablaremos mañana. Tampoco quiero venir a dármelas de teórico, pero es sumamente interesante y estimulante la forma en que Clair experimenta con el sonido, cómo a través del sonido le otorga capas a la realidad, con cuya rica visión pretende adaptar (no trasladar, no calcar). El argumento es simple pero delirante y muy divertido: un pintor pobre, que tiene deudas con casi todos quienes le conocen, se encuentra con su salvación cuando se entera de que el billete de lotería que compró es el premiado, nada menos que con un millón de la moneda holandesa (que en moneda francesa son aún más millones, según dijeron), pero hay un problema: el boleto lo tenía en su paletó, paletó que otra persona tomó (desconociendo la existencia del boleto dentro de uno de sus bolsillos), paletó que pasa a otras manos y así, y así nuestro protagonista desesperado persiguiendo el boleto, ¡porque es un millón! y porque si no lo encuentra se va de patitas en la calles, seguramente con unos cuantos coscorrones de parte de sus acreedores. La película, no obstante su apariencia y desarrollo algo ligero, ameno, sencillo, tiene de crítica y sátira social que apunta, por ejemplo, al materialismo, a las relaciones sustentadas en el interés y la aspiración social, y supongo que a la desigualdad (dentro del entuerto veremos a un grupo de ladrones cuya misión es robar para redistribuir la riqueza). Y, volviendo a lo del inicio, enfila por un in crescendo artístico coronado con la secuencia de la opera, una delicia para chuparse los dedos porque no puede ser más elocuente, supone una verdadera declaración de intenciones.
Si el bueno de René Clair puede ser un poco ingenuo no es pertinente en este caso (no me parece ingenuo en todo caso), lo cierto es que estamos ante un cineasta dueño de una enorme imaginación y gran talento.
Una auténtica fiesta. Disfrútenla.
...y la de mañana sí que es, o se acerca, una obra maestra...