Todo el mundo entiende que a lo largo de la vida, en el curso de su trabajo, puede darse un fallo, porque nadie es perfecto y porque un mal día lo tiene cualquiera. Lo entendemos siempre cuando les pasa a los demás, pero la comprensión cambia cuando somos nosotros los afectados.
En septiembre de 2009, llegaba a las páginas de los diarios una confusión que había tenido lugar en el Gregorio Marañón de Madrid.Los antecedentes se remontan a principios del verano de aquel año: un niño recibió una tremenda paliza de un compañero de colegio. Desde el centro médico Rivas Vaciamadrid fue derivado al hospital donde comunicaron a su familia que había que intervenir del ojo derecho, ya que presentaba una fisura y algunos músculos se habían enganchado.Al concluir la intervención el médico informó a los padres que todo había salido bien, reiterando que la fisura era muy pequeña y que no había sido necesario implantar malla de protección.Cuando los padres acudieron a la sala de reanimación, comprobaron que el niño había sido quemado del ojo izquierdo, que era el sano.El cirujano, ante el estupor de la familia, me imagino que atacado también de una inquietud y desasosiego que iría creciendo, les pidió disculpas al comprobar el historial, aunque días más tarde, seguramente temiendo las consecuencias de su error, adujo que el muchacho también necesitaba ser tratado de ese ojo.
Sentencias recientes por errores médicos
La familia querellante reclama 3 millones de euros, por un error médico que supuso la parálisis cerebral a un niño que ahora tiene 7 años.
La Audicencia Provincial de Vizcaya, confirmaba recientemente la sentencia que condena a un cirujano, cuyo paciente, un ingeniero de caminos de 39 años, quedó parapléjico durante una operación de esófago en una clínica bilbaína. Los hechos ocurrieron el 31 de Mayo de 2007 y la operación tenía por objeto corregir una acalasia (dolencia que acarrea dificultad para tragar).